Respuesta pública de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba  al señor Marcelo Resende, representante de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en Cuba

Señor Marcelo Resende:

Resultan sorprendentes las afirmaciones que viene haciendo desde su nombramiento como representante de la FAO en Cuba. Usted ha venido deshaciéndose en elogios a los métodos de producción alimentaria del gobierno cubano en medios de la propaganda oficial en la isla. Así se ha hecho parte de la actual ofensiva de manipulación mediática  que responde con propaganda, no con productos, al acelerado desabasto de alimentos.

Con poco sentido de su responsabilidad profesional y gran despliegue de servilismo hacia la dictadura cubana, usted ha pretendido ayudar al Departamento Ideológico del Partido Comunista de Cuba  a persuadir a los cubanos de que, en la actual coyuntura, ellos están en mejor situación que el resto del mundo.  Permítanos  informarle que pocos ven o leen ya esa propaganda en Cuba. Nadie puede creer en ella cuando va en busca en alimentos y no los encuentra. Los cubanos no son idiotas, Sr. Resende. Usted tampoco. Sabe perfectamente que ha mentido.

Usted ha afirmado, entre otras cosas, que “Cuba demostró su vocación por el desarrollo de la producción alimentaria con la democratización de las tierras a través de la Reforma Agraria, cuya primera ley al respecto se firmó el 17 de mayo de 1959”. También, que “ha demostrado su voluntad política con numerosos programa sociales y agrícolas para la eliminación del hambre”.

Desde hace cuatro décadas, las políticas públicas agropecuarias han liquidado el potencial de producción nacional. Hoy se importan –cuando hay divisas para hacerlo– el 80% de los alimentos a un país con un clima capaz de tener varias cosechas al año.  La causa de que no haya papas, boniatos, vegetales es el bloqueo nacional del estado cubano a la iniciativa ciudadana. No es el embargo.

Las causas siguen siendo la precariedad de la propiedad sobre la tierra, dada en usufructo temporal y siempre reversible, la dependencia estatal para adquirir capital e insumos necesarios a la producción, la obligatoriedad de los campesinos a asociarse a pseudo-cooperativas o empresas estatales para hacer todas las gestiones, las prohibiciones a importar y exportar de manera directa y a asociarse con capital de la diáspora o extranjero.

Si su propósito es ayudar a Cuba y no beneficiar la propaganda del gobierno cubano entonces considere la responsabilidad que tiene la FAO, organización que usted representa, con promover cambios del régimen de producción y comercialización agrícola.

Lo que necesitamos los cubanos es una transformación del sistema de producción agrícola basada en la propiedad privada y la libertad empresarial que sea al menos similar a la que puso fin la hambruna vietnamita y convirtió a ese país, en muy breve tiempo, en exportador de alimentos. En dos palabras: se necesita poner fin al monopolio del estado y al bloqueo nacional al desarrollo del sector privado de producción agropecuaria y su comercialización.

Lo que no necesita Cuba, Sr. Resende, son funcionarios internacionales que vengan a ensalzar la inexistente voluntad política del gobierno cubano en el combate contra la pobreza y el hambre en Cuba. El gobierno cubano le hace la guerra a la prosperidad, no a la pobreza. Usted lo sabe y se hace cómplice consciente de ese crimen a la seguridad alimentaria del pueblo cubano con sus declaraciones.

Es muy lamentable que alguien que representa a la FAO, ensalce un sistema que ha destruido la producción y productividad agrícola del país desde su implantación hace casi seis décadas.

¡Vergüenza ajena Sr. Resende!