La heroica lucha de los venezolanos contra la dictadura que encabeza Nicolás Maduro y por restablecer la democracia,  choca no sólo contra  los esbirros de la Guardia Nacional y los “colectivos”, sino con la maquinaria represiva,  logística y política de la tiranía castrista, la más implacable y duradera en la historia de las Américas.

La intervención de Cuba en Venezuela es abrumadora. Hay allí miles de militares cubanos, incluyendo 3 generales, 12 coroneles y tenientes coroneles, 6 capitanes de fragata y otros 25 oficiales de distintas graduaciones. También intervienen  4,500  soldados de infantería en 9 batallones, uno de ellos acantonado en Fuerte Tiuna, el corazón militar del país, según el sitio online venezolano “Q’Pasa en Venezuela” y la periodista Sebastiana Barráez, especialista en temas sobre las fuerzas armadas de Venezuela.

Hay también fuerzas especiales del MININT. Y los más de 34,000 médicos y profesionales cubanos de la salud  tienen órdenes de defender la tiranía con las armas.  Ese contingente cubano interventor tiene conexión por cable con el Centro de Operaciones de Valle Picadura en La Habana, al mando del general Leonardo Adolfo Valdez y supervisado por la cúpula militar cubana.

Otros miles de cubanos copan puestos claves del Estado, el Gobierno, las fuerzas militares y represivas venezolanas, y en particular los servicios de inteligencia y contrainteligencia.  La seguridad personal de Maduro está a cargo del MININT. Hay tantos castristas que venezolanos enfurecidos  queman  banderas cubanas  en la vía pública. A los cubanos eso nos entristece, pero si nos ponemos en el lugar de esos manifestantes logramos comprender  lo de  “Cubanos go home” en español.

Además, en abril pasado el ex presidente de Colombia, Andrés Pastrana, denunció en su cuenta twiter que hay en Venezuela al menos 4,000 guerrilleros de las FARC. Hay también iraníes y denuncias de que podrían estar enviando uranio a Irán. “Noticias 24” informó que esos yacimientos de uranio venezolanos han sido denunciados por los servicios de inteligencia de Alemania, Francia, Reino Unido,  EE.UU , Israel y el Mukabarat  jordano.

Igualmente hay terroristas del movimiento Hezbolá; por órdenes de Tarek El Aissami,  Caracas ha entregado unos 15,000 pasaportes diplomáticos venezolanos a milicianos del Hezbolá, chiítas iraníes, y a otras huestes yihadistas del Medio Oriente que hoy se mueven por el mundo con propósitos nada edificantes, según el periodista libanés Francois Bayni, quien hizo pública su denuncia en Facebook y fue publicada por medios de todo el mundo..

O sea la crisis venezolana tiene un peligroso carácter internacional. Preocupados deben estar en Colombia, Brasil, Guyana, Panamá, Ecuador y  Perú, por dos motivos: 1) si estalla una guerra civil  multitudes de venezolanos huirían hacia esos países vecinos o más cercanos; y 2) si Maduro impone la Constitución redactada en Cuba la erosión de la democracia en la región será mayor que nunca.

Sin la tutela de La Habana  ya Maduro habría caído

Sin la tutela directa de Raúl Castro,  su Junta Militar, el PCC, las FAR  y de todo el aparato de inteligencia y contrainteligencia castristas (a cargo del coronel Alejandro Castro, hijo del dictador),  el gobierno de Maduro habría ya sucumbido.

Ese tutelaje apuntala al régimen chavista, lo rescata cuando comete errores, y  lo ha convertido convenientemente en un vulgar gobierno forajido de narcotraficantes, criminales y ladrones.  La Habana  los alentó a enriquecerse con el tráfico de drogas y el  robo al Estado.  Incitó a Hugo Chávez a comprar armas y entregárselas a miles de delincuentes,  émulos de las brigadas de respuesta rápida castristas, pero no con palos y cabillas, sino  con  fusiles y unos 5,000 lanza cohetes  hombro-aire.

Maduro, su esposa Cilia y sus hijos,  el “Cartel de los Soles”, y  los demás jerarcas chavistas,  están metidos hasta el cuello en el narcotráfico. Casi el 90% de la cocaína que va hacía EEUU  y Europa pasa por Venezuela. Todos roban al Estado y muchos  cometen crímenes de lesa humanidad. Ya son más de 130 los venezolanos ejecutados en las calles desde 2014.

Con semejante nivel de criminalidad, a Raúl Castro le resulta fácil recordarles a esos “fuera de la ley”  que si entregan el poder irán todos a la cárcel.  Esto es lo más grave de la crisis venezolana, que el alto mando chavista se sabe en prisión si pierde el poder. Se aferra a él y solo lo soltará a cañonazos.

Las directrices castristas causaron el desastre económico

Entre 1999 y 2015 Venezuela recibió 960,589 millones de dólares por sus exportaciones de petróleo, un promedio de 56,500 millones anuales, según la consultora Ecoanalítica. Esa cantidad fue muy superior a todo el dinero obtenido antes por Venezuela desde 1811, al declarar su independencia de España.

Pero con tan fabulosa fortuna el gobierno “bolivariano” no diversificó la economía (hoy depende más del petróleo), ni hizo nada por desarrollar el país. Guiado por Fidel Castro, Chávez utilizó su chequera para comprar lealtades políticas en Latinoamérica,  intervenir y financiar campañas electorales de izquierda en Latinoamérica y hasta en España para extender el “Socialismo del Siglo XXI”.

También lo empleó en gastos sociales desmedidos con fines propagandísticos (al estilo fidelista), en vez de emprender obras de infraestructura y desarrollo económico.  Gastó miles de millones en armas y tecnología para reprimir. Recientemente llegaron a Venezuela 167 nuevas tanquetas Norinco de fabricación china, que lanzan gases lacrimógenos y agua a los manifestantes. . Pero lo peor es que buena parte de esa bonanza financiera fue robada por la cúpula chavista y sacada del país.

Encima,  Chávez ordenó emitir 54,327 millones de dólares en bonos de la República y de PDVSA, la entidad estatal petrolera. Y ahora, ya en ruinas,  el país tiene que pagar a esos  acreedores $110,000 millones hasta 2027, en intereses y capital.  Aparte, le debe a Rusia y China. La deuda con Pekín llegó a $60,000 millones. El país está quebrado.

La estatización del grueso de la economía venezolana,  y la guerra a la empresa privada destrozaron  la planta industrial, comercial y agrícola del país. La burocracia pasó de 900,000 empleados públicos a 2.4 millones. Y los de PDVSA de 40,000  a 145,000.

Con la tutoría castrista a la “revolución bolivariana” hoy los venezolanos son más pobre que  nunca en su historia. Familias venezolanas con niños  pequeños hurgan en latones de basura para poder llevarse algo a la boca.                                          

 CONCLUSIONES

Caracas mantiene a Cuba, y Cuba guía los hilos del poder en Caracas

Quien mejor aprovechó la bonanza de petrodólares  fue el castrismo, con subsidios por unos $10,000 millones anuales y unos 40 millones de barriles de petróleo gratis cada año (66% del consumo nacional cubano).

Esos subsidios de Caracas a La Habana ahora han disminuido a unos $6,500 millones, pero siguen siendo, junto con aproximadamente la mitad del petróleo que recibía antes, uno de los dos soportes que mantienen a flote la economía cubana (el otro  lo componen las remesas, los paquetes y el turismo).

¿Qué ofrece la isla a cambio?:   Nada menos que su “know how” para mantener al chavismo en el poder. Curiosa ironía,  Cuba, el país más  pobre y pequeño de los dos, es la metrópoli colonialista, pues tiene el conocimiento para mantener a la mafia chavista en el poder. Y el país más fuerte económicamente, más grande y con el triple de población, es la colonia.  Sin duda vivimos en la era del conocimiento.                                  

Con la eventual caída del chavismo el castrismo sufriría un terremoto en lo económico, político, ideológico, y diplomático. Sería el fin del “Socialismo del Siglo XXI”,  y de paso, del Foro de Sao Paulo, la internacional comunista creada en 1990 por Castro y Lula da Silva para “cubanizar” la región.

Al haber sucumbido también el segundo mayor aliado político-financiero de La Habana, el gobierno populista de Brasil, y también el de Argentina, y la negativa de Pekín y Moscú a regalar dinero, el Estado proxeneta del Caribe se quedaría sin mecenas.  Se produciría una reedición del “período especial”  en una escala algo más pequeña, pero devastadora. Baste saber que casi la mitad del comercio exterior (45%)  de Cuba se realiza con Venezuela.

Sin el petróleo venezolano el gobierno de Raúl Castro tendría que conseguir  $1,800 millones para comprar los 110,000 barriles diarios que le suministraba Venezuela hasta 2014,  o  $1,000 millones para comprar  68,000 barriles diarios, reducir el consumo de combustible en un 38%, y sufrir  apagones que podrían desestabilizar al régimen y hundir el turismo.

La Constituyente pretende impulsar viejo proyecto castro-guevarista

La convocatoria de Nicolás Maduro de una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución copiada de la cubana es una maniobra  para sepultar la Constitución “burguesa”,  no celebrar las elecciones de 2018, desmantelar la Asamblea Nacional,  todas las instituciones del Estado,  y militarizar definitivamente el gobierno al estilo cubano. Para ello cuentan con 2,000 generales, una cifra asombrosa (y ridícula) que supera el total de generales de los 29 países miembros de la OTAN en conjunto.

Con una Constitución  comunista, el chavismo emprendería — con 50 años  de retraso–, el  malogrado proyecto de Fidel  Castro y el Che Guevara de  llevar el  totalitarismo “revolucionario” a Sudamérica, tal y como anunció el  argentino en su carta a la Conferencia Tricontinental.  Esta vez no con un grupito de guerrilleros hambrientos perdidos en la selva boliviana, sino en Venezuela, el mayor productor regional de petróleo,  y desde el Palacio Presidencial de Miraflores.

La Constitución cubana fue copiada de la vigente en la Unión Soviética. Así surgió en las Américas la figura del Presidente del Consejo de Estado en lugar del Presidente de la República.  Ese Presidente es elegido a dedo por el Consejo de Estado (Presidium del Soviet Supremo en la URSS),  que a su vez es nombrado a dedo por el  dictador (primer secretario del PCC), quien le ordena a esa cúpula estatal que debe elegirlo a él mismo otra vez como Jefe de Estado. Y punto.

Los chavistas se despojarían de las hojitas de parra que cubrían la fachada democrática que vendían al mundo. Pero agravarían a niveles insospechados la crisis venezolana y afectaría a las naciones vecinas, en particular a Colombia con las FARC convertidas en fuerza política legal.  La lucha popular en Venezuela se dispararía. También hay sectores del chavismo, con respaldo militar,  que rechazan  que Venezuela se convierta en otra Cuba.

Aplastar los derechos humanos no es ‘asunto interno’ de un país

La indiferencia de la comunidad internacional ante el salvajismo del gobierno de Maduro es una expresión de la “realpolitik” que parece prevalecer en Latinoamérica y en todo el mundo en lo que va de siglo, y que coloca los intereses políticos y económicos por encima de los derechos humanos. Ya en el tercer milenio,  el desarrollo mismo de la civilización exige que la salvaguarda del ser humano sea la prioridad de todos los gobiernos, por encima de la política, la economía y todo lo demás.

Si  antes de la Revolución Francesa ya Jean Jacques Rousseau y  otros baluartes de la Ilustración en Europa se percataron de que la soberanía de una nación es el pueblo mismo, con más razón el mundo moderno debería disponer hoy de leyes supranacionales de obligatorio cumplimiento para todos los Estados, para proteger los derechos precisamente del pueblo soberano.

La violación de los derechos ciudadanos no puede ser “asunto interno” de un país. Eso atañe al género humano, sin importar fronteras. Y las denuncias internacionales al respecto no violan la “soberanía nacional”. Es todo lo contrario. Todo Estado violador de derechos humanos debe ser obligado,  por la fuerza si es necesario, a respetarlos.   Es hora de que haya  instrumentos legales y fuerzas internacionales para intervenir donde quiera que se atropelle la integridad física de los seres humanos y se asfixien sus libertades fundamentales.

La actuación  prochavista en la OEA es una vergüenza histórica

Pero ocurre todo lo contrario. En Latinoamérica los gobernantes y políticos no quieren disgustar a los partidos de izquierda porque pueden perder votos electorales, o quieren evitar ruidosas protestas callejeras de la izquierda. Otros venden su lealtad política al que pague, y si con petróleo barato mucho mejor. Esa obediencia muy tempranamente la compró Hugo Chávez, aconsejado por su paradigma, héroe y guía, Fidel Castro.

Y tan importante fueron sus consejos que ahora en la  OEA, ni en su reunión de cancilleres del 31 de mayo, ni en la más reciente de junio,  se logró  nada. No ya para para aplicar la Carta Democrática a Caracas, romper masivamente relaciones diplomáticas con Venezuela, o para retirar los embajadores en Caracas, sino ni siquiera para “rogarle” a la dictadura chavista que reconsiderase la creación de la Asamblea Nacional Constituyente.

Se necesitaban 23 votos para obtener  los dos tercios de un total de 34 países miembros de la OEA y se consiguieron 20 votos. La propuesta de 14 países –-a los que sumaron otros 6–, para solicitarle al chavismo que no sea tan malo fue bloqueada por los gobiernos neocomunistas aliados de Caracas y por los países caribeños que reciben crudo venezolano barato.  Vale precisar que Venezuela,  Nicaragua, Bolivia, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas y Dominica, los cinco países que votaron  en contra de condenar al régimen de Maduro, tienen 17 millones de habitantes, mientras que en los 20 países que querían hacer lo justo habitan 500 millones. Muy duramente juzgará la historia a quienes de hecho se convirtieron en cómplices del genocidio y de la destrucción de toda Venezuela.

No hacer nada ante los crímenes de las dictaduras de Venezuela y la castrista,  es una vergüenza histórica mayúscula.  Y confiere dramática vigencia a una frase de José Martí: “Ver cometer un crimen en calma es cometerlo”.

Informe especial realizado por
Roberto Álvarez Quiñones
Julio 2017