La basura acumulada es un serio problema de salud

Un muy serio problema que tienen los cubanos en toda la isla no ha recibido, sin embargo, la suficiente atención, sobre todo de la principal de todas las atenciones, la de la nomenclatura dictatorial, que carente ya de ideología solo se preocupa por vivir la dolce vita aunque el país se caiga a pedazos.

Se trata de la basura, inmundicia y pestilencia que se acumula en las calles de las ciudades de la isla en cantidades asombrosas, según las fotos que envía la prensa independiente, y que se atribuye a la falta de camiones, o de gasolina para los poquitos que prestan servicio.

Ello sucede en una nación cuyo régimen incluso a estas alturas del desbarajuste económico y social presume de sus servicios de salud pública, al punto de que los jerarcas del Partido Comunista siguen hablando de la “potencia médica”.

Esos focos impresionantes de contaminación microbiana permanente y pública probablemente no la sufría, así de esa forma tan masiva, ninguna aldea en la Edad Media. Y ello podría explicar por qué a Cuba han regresado epidemias y plagas que hace muchas décadas no existen en las naciones de Occidente.

Hoy, en pleno siglo XXI, hay cubanos que padecen de cólera, malaria, lepra y tuberculosis. También se ha extendido masivamente el dengue, hay brotes de zika, ataques a veces mortales de gastroenteritis, y otras muchas enfermedades. Y en cualquier momento se reportan casos de viruela, o hasta de peste bubónica.

¿Es cosa de mala suerte? ¿Una maldición? ¿Una casualidad? No, es la crisis terminal del modelo estalinista implantado por el dueto Fidel Castro-Che Guevara hace más de medio siglo.

Para empezar, Castro I engañó a todos los cubanos doblemente: ni la revolución era capaz de sufragar los cuantiosos gastos de salud pública, ni el propósito verdadero era el de cuidar la salud de los cubanos, sino el de legitimar la dictadura con dinero ajeno.

El sistema económico comunista, improductivo por su condición contraria a la naturaleza humana, no generaba recursos suficientes y el comandante montó la “potencia médica” solo gracias a los subsidios de Moscú, que no bajaban de 3,000 millones de dólares anuales. Así Castro pudo vender su imagen de benefactor del pueblo con su vitrina médica (junto a la educacional), y se atornilló en el poder.

Foto del concurso Mi barrio y yo

Por eso al esfumarse el dinero regalado desde la URSS en 1991 los servicios médicos se desplomaron. En vista de la incapacidad de la economía castrista para generar recursos financieros la dictadura envió entonces miles de médicos al extranjero como esclavos modernos para confiscarles el 75% de sus salarios en divisas. Ello agravó el desastre de la salud pública. Además de faltar de todo para ofrecer servicios médicos adecuados, faltan unos 35,000 galenos, desplegados en 64 países.

Con la crisis económica profunda actual ya no se trata solo de que se cierren hospitales y centros médicos, no hay insumos, ni medicinas, ni médicos suficientes, sino que los basureros gigantes en las barriadas urbanas constituyen fuentes permanentes de enfermedades bacterianas y epidemias, y pueden empezar a matar ciudadanos en cualquier momento.

Focos de mosquitos y ratones

Desde La Habana, la otrora despampanante urbe considerada una de las ciudades más bellas, acogedoras y limpias del mundo hasta 1959, periodistas independientes reportan que hay por doquier montañas de desechos sólidos, y desperdicios que obstruyen además aceras y parte de la vía pública. Los focos de mosquitos Aedes aegypti y roedores afectan a barrios enteros, y también a las bodegas con sus escasos productos alimenticios racionados.

Solo la capital cubana genera diariamente unos 20,000 metros cúbicos de basura, según reveló la Administración Provincial del Poder Popular recientemente, que no aclaró cuantos miles de metros cúbicos de podredumbre se quedan sin recoger y que son los que se ven en las fotos mencionadas.

Lo mismo ocurre en la mayoría de las ciudades de la isla, en mayor o menor grado. Esto es grave. De continuar esos focos públicos de infección se van a multiplicar sin remedio los brotes de enfermedades.

Es necesario denunciar esta arista del castrismo, antes de que Cuba haga recordar el Decameron de Boccaccio, cuyos relatos surgieron a manera de entretenimiento entre varios jóvenes refugiados en una villa cerca de Florencia, mientras la peste bubónica azolaba aquella bella ciudad en el siglo XIV.

Realizado por Roberto Álvarez Quiñones