Informe especial
Cuba: libertad, crisis económica y estabilidad
Los cubanos ven venir un nuevo ‘período especial’
La devastadora crisis en Venezuela, que ya ha hecho caer los subsidios a Cuba en un 40% y la entrega de petróleo y gasolina de 110,000 a 55,000 barriles diarios, preocupa cada vez más a los cubanos. Tampoco deja conciliar el sueño a Raúl Castro y su Junta Militar. Para colmo, algunos expertos afirman que EEUU –el único país que paga en cash el petróleo venezolano—podría reducir la importación de crudo de ese país sudamericano de 700,000 barriles diarios a la mitad, o menos. Las remesas y la esclavitud de (batas) blancas, pese a su significativo monto, no compensan las actuales limitaciones en el traspaso de petróleo y otros recursos venezolanos.
En la medida que se agrava la crisis venezolana aumenta la preocupación de la población por la posibilidad de que se avecine un nuevo “período especial” en la isla. A inicios de los años 90 esa etapa de carencias extremas hizo bajar entre un 10% y un 20% de su peso corporal a los cubanos de a pie por falta de comida, mientras se sufrían apagones cotidianos de 12 y 16 horas.
La elite de poder prefiere que Cuba siga teniendo una economía parásita que depende de subsidios y créditos externos para poder flotar. No hay indicio a la vista de que el gobierno cubano vaya a tocar la única tecla que podría evitar otra crisis similar a aquella: dar vía libre a los cuentapropistas y fomentar un amplio y pujante sector privado nacional. El temor a ceder cuotas de poder a los ciudadanos los conduce a descartar reformas sustantivas respecto al sector privado y lo bloquea de los beneficios que le ofrece el mercado estadounidense ya que los negocios privados de los cubanos no están sometido a las sanciones de la Ley Helms Burton. Esta terquedad neo-estalinista es la que a su vez genera inestabilidad económica y social
Propiedad privada y modernidad en la Cuba republicana
Dos milenios antes de que nacieran Marx y Lenin, Aristóteles le dijo a su maestro Platón que era una falacia su propuesta (en “La República”) de construir una sociedad perfecta basada en la propiedad colectiva o comunal. La propiedad privada, aseguraba Aristóteles, es superior porque “la diversidad humana es más productiva“, y porque “los bienes cuando son comunes reciben menor cuidado que cuando son propios“.
Fue la libertad económica la que puso fin al orden medieval-feudal y las monarquías absolutas, que al asfixiar la propiedad privada, con el control del Estado e impuestos abusivos, impedían el avance de las fuerzas productivas. Los cuentapropistas de entonces (artesanos y comerciantes) fueron el embrión del capitalismo, que se abrió paso con la consigna “laissez faire” (dejar hacer) de los fisiócratas franceses, guiados por la “mano invisible” (del mercado) de Adam Smith, y la eclosión de la Revolución Industrial, que construyó el mundo moderno.
En Cuba, con libertad económica se progresaba sin cesar. En 1958 era una de las naciones con más alto ingreso per cápita de Latinoamérica. Duplicaba el de España, y casi igualaba al de Italia. La isla era un imán que solo entre 1902 y 1930 atrajo a 1.3 millones de inmigrantes. En los años 40 el país producía la mitad de todo el azúcar que se comercializaba mundialmente. En la década del cincuenta la mayor parte de esa industria ya estaba en manos del sector privado cubano.
Comunismo, retraso y pobreza
Pero al llegar Fidel Castro al poder, a tiro limpio, todo cambió. Incumpliendo sus promesas del Moncada y la Sierra Maestra no apoyó el desarrollo de la economía cubana de mercado, sino que estatizó casi el 80% de las tierras cultivables y toda la economía del país. El 13 de marzo de 1968 dio el puntillazo final al ataúd de la economía de mercado: acabó con los 57,280 pequeños negocios que existían entonces en el país lo cual representó la defunción de la propiedad privada en toda Cuba.
Por su formación marxista-leninista, fue el Che Guevara el encargado de instalar el sistema comunista. Fanático de Stalin, el argentino no aplicó el cálculo económico —con empresas autofinanciadas, fábricas bastante autónomas y un mercado socialista— que ya funcionaba en la URSS, sino el sistema estalinista anterior, que concebía a toda la economía como una sola empresa, con un rígido plan central, sin autonomía para las “empresas consolidadas”.
La producción industrial y agrícola se derrumbó, el avance económico cesó y comenzó la escasez de alimentos, y de todo bien de consumo. Si no hubo hambrunas fue porque Moscú comenzó a subsidiar a la dictadura para convertir a Cuba en una cabeza de playa soviética en las narices de EEUU y expandir la influencia comunista en América Latina. Hasta 1991 la URSS envió a los Castro unos 115,000 millones de dólares, todo el petróleo que consumía, y armamentos de todo tipo. Muchísimo más que el monto del Plan Marshall para reconstruir toda Europa después de la II Guerra Mundial.
¿“Actualización” de un modelo que no funciona?
Al desintegrarse la URSS en 1991 se le acabó el maná al régimen y la nación se sumergió en la peor crisis económica de su historia republicana. El comandante lanzó la consigna polpotiana de la asumir la “opción cero” (petróleo), decidido a convertir a Cuba en una nueva Cambodia, transportando con caballos, arando con bueyes y repartiendo ollas colectivas de comida en las calles.
Pero ante la creciente desnutrición (que ocasiono una epidemia de neuropatía), la inminente hambruna y la desestabilización política que empezaba a causar los apagones y culminó en la primera manifestación masiva contra el régimen en la principal arteria de la capital (el llamado “maleconazo”), Castro se aconsejó y reabrió los mercados campesinos, autorizó el cuentapropismo, abrió el turismo internacional y aceptó el capital extranjero en asociación con el Estado pero dentro de rígidas restricciones legales. A todo eso –que de manera algo más flexible continúa hasta hoy- le llamó posteriormente Raúl Castro “actualización del modelo socialista cubano”. Pero el propio Fidel confesó en 2010 a la revista norteamericana The Atlantic, que ese modelo “ya no funciona ni siquiera para nosotros”. Raúl Castro lleva casi diez años haciendo piruetas para actualizar la ineficiencia endémica del sistema de nuevas maneras.
Con Hugo Chávez Cuba volvió a recibir generosos subsidios y el 65% del petróleo que necesitaba. Los Castro enviaron a miles de médicos a Venezuela para apropiarse de sus salarios en divisas. También se reexportaba gasolina venezolana por más de 700 millones de dólares. ¿Y que sucedió? Que esos ingresos solo sirvieron para posponer las reformas estructurales necesarias mientras se hacía caso omiso a la ineficiencia y el parasitismo de la economía cubana.
La crisis en Venezuela puede hundir a Cuba
Si la crisis del chavismo concluye con la caída de Maduro el golpe para Cuba será devastador.
En realidad ahora la isla dependerá cada vez más del flujo de divisas que le llega desde el “imperio” vía remesas, paquetes, cuentas telefónicas y de internet, viajes familiares. Ese dinero, unos $7,000 millones anuales, posiblemente iguala o supera los subsidios de Venezuela, y triplica los ingresos por el turismo en la isla. En otros sectores, la economía estatal castrista actual apenas produce y exporta azúcar, tabaco, níquel y productos farmacéuticos, por un valor inferior a la mitad del valor de bienes exportados por República Dominicana, país cuyo PIB era seis veces menor al cubano en 1958.
El precario nivel de vida actual de los cubanos, cuyo salario promedio de 24 dólares no llega a la mitad del de Haití (59). Sin embargo, la situación de desventaja comparativa no es muy diferente para los receptores de divisas por vía de remesas familiares o por medio de sus negocios. Entre otras razones porque el monopolio del comercio interior impone precios entre 150 a 400% por encima del costo de importación de las mercancías que vende a los ciudadanos que puedan adquirirlas con divisas. Eso representa otra manera de confiscarle sus ingresos privados obtenidos por medio de remesas o emprendimientos personales.
El único sector que pese a todas las trabas ha creado empleos de forma estable es el privado. O el general Castro y su equipo levantan su bloqueo a ese segmento de la economía, o probablemente hundirán a los cubanos en otro “periodo especial“, de consecuencias imprevisibles.
Castro puede levantar el embargo sin el Congreso de EEUU
Durante 55 años el castrismo ha culpado al “criminal bloqueo yanqui” de todos los males en Cuba. Es la piedra angular de su propaganda, tan machacada que muchos se lo creen.
Quienes ven aún al pequeño David caribeño enfrentándose al gigante Goliat del Norte no saben (o no quieren saberlo) que la Ley Helms-Burton establece que el embargo es solamente contra el sector estatal cubano y excluye a los negocios privados de nacionales cubanos. O sea, cualquier cuentapropista puede hoy exportar o importar a EEUU todo lo que sea capaz de producir o comprar.
Raúl Castro podría mañana mismo poner fin al embargo norteamericano contra las empresas estatales sin que el Congreso de EEUU intervenga. Solo tiene que permitir que privatizarlas –preferentemente a favor de sus trabajadores y no por medio de piñatas mafiosas- y liberar las fuerzas productivas privadas en todas las ramas económicas.
Crímenes económicos del castrismo
Además de los crímenes físicos cometidos en seis décadas, el régimen castrista comete otro incalificable al asfixiar la capacidad creadora del pueblo. Uno de los factores que explican la larga existencia de la dictadura es su hábil manejo de la pobreza. Con ella mantiene el férreo control social en la isla. Quien no aparece en la Libreta de Abastecimientos, no existe legalmente. Los ciudadanos tienen que dedicar sus energías y tiempo a “resolver” angustiosas necesidades cotidianas.
Cuba es el único Estado de Occidente que prohíbe a sus ciudadanos invertir capital en su propio país, que se niega a darle carácter legal a los negocios privados y les prohíbe crecer. Es el único que no aprovecha el “know how” de los profesionales universitarios, a quienes prohíbe ofrecer sus servicios por cuenta propia, prohíbe la producción industrial privada y excluye a sus nacionales residentes en ultramar de poder participar en la economía nacional y cuenta con la conectividad a internet más baja y de peor calidad de todo el hemisferio occidental. Bien podría suponerse que con una economía de mercado el PIB real de Cuba podría ser hoy 10 veces superior al actual.
La deliberada obstaculización de la expansión de un servicio de Internet de alta velocidad constituye un crimen económico de lesa humanidad porque condena a generaciones presentes y futuras a llegar con retraso a la era digital de la economía global. Si tenemos en cuenta de las consecuencias que trajo a África su llegada tardía a la era industrial y vemos el número de estados fallidos en esa región, es fácil suponer lo que va a suponer a los cubanos este bloqueo nacional al porvenir.
Ideas para Cuba: ¿cómo salir de la pobreza?
Una expresión de la voluntad popular en la isla fue el concurso “Ideas para Cuba”, realizado en Cuba en 2016 que fuera iniciado por empresarios cubanoamericanos y auspiciado por la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba (FDHC). En sus bases se señaló que el propósito era que se buscaran ideas y soluciones prácticas dentro de la isla para “liberar el talento, la creatividad, la innovación y la iniciativa para generar riqueza y prosperidad para todos”.
La respuesta fue edificante. El cienfueguero Alejandro Puerto obtuvo el primer premio con su tesis “El desarrollo individual como componente del bienestar colectivo“, que propugna el derecho ciudadano a la propiedad privada y la privatización de las empresas estatales.
Otras soluciones propuestas por los concursantes fueron el acceso libre a internet, acabar con el monopolio estatal del comercio interno y externo, eliminar las trabas aduaneras y arancelarias que dificultan la importación de tecnología e insumos, reconocer jurídicamente la propiedad privada y la inversión de capital por parte de los cubanos residentes en la isla o en el extranjero.
Se trata de derechos que tienen los cubanos, plasmados todos en los artículos 17, 23, 24 y 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948. Ello enlaza con la realidad en Occidente. En EEUU hay 28 millones de pequeños negocios, que generaron en 2016 el 52% del gigantesco PIB y el 66% de todos los nuevos empleos. En la Unión Europea hay 21 millones de empresas pequeñas y medianas que generan la mayor parte del PIB y producen dos de cada tres empleos.
Si el castrismo se niega a reconocer libertades y derechos económicos básicos, incluso si no ocurriese un nuevo “período especial”, los cubanos serán cada vez más pobres y más infelices.
Informe especial realizado para FHRC por Roberto Alvarez Quiñones