Nunca en la dieta cubana han faltado los frijoles. Por supuesto, antes de que los hermanos Castro impusieran el comunismo tampoco faltaban otros alimentos importantes que hoy los cubanos ya ni se acuerdan a qué saben.
Los frijoles hace tiempo pasaron al ADN de la cultura nacional cubana. Tanto, que esa palabra por sí misma significa comida. Es cosa común decir en Cuba: “con ese trabajo me busco (o me gano) los frijoles”.
La producción nacional abastecía el 70% del consumo
Antes de 1959, Cuba tenía uno de los mayores per cápita de América en consumo de frijoles. Los agricultores privados cubanos abastecían el 70% del consumo nacional y se importaba el otro 30%.
Pero cayó sobre la isla la plaga de economía socialista, se estatizó la agricultura y se derrumbó toda la producción agropecuaria. Rápidamente la dictadura tuvo que aumentar las importaciones de frijoles, pues la producción nacional era cada vez menor. Se movía en forma inversamente proporcional al crecimiento demográfico: a más población, menos frijoles.
Durante 60 años, el castrismo no solo no ha sido capaz de incrementar la producción de frijoles para una población que se duplicó con respecto a la de 1958, sino que invirtió la relación producción-importaciones: en 2020 la isla solo produjo frijoles para cubrir un 36% del consumo nacional, de unas 70,000 toneladas, según datos oficiales.
Importancia nutricional del frijol
Lo más importante aquí es que bajo el castrismo los frijoles constituyen quizás la principal fuente de proteínas de los cubanos, a falta de carne, leche y otros alimentos. Es ya imprescindible en la dieta nacional, por lo cual es grave la noticia de que ahora también van escasear, y hasta faltar, los frijoles. Ello puede causar un peligroso déficit nutricional en el pueblo cubano.
Es oportuno destacar que el frijol es hoy un alimento fundamental en toda América Latina y buena parte del mundo. Tiene buen valor en proteínas (contiene 2,5 veces más que los cereales), fibra, vitaminas, minerales y carbohidratos. Es oriundo de Centroamérica-México y Sudamérica, donde crecía de forma silvestre miles de años antes de Cristo. En esas regiones se empezó a cultivar hace unos 8,000 años.
Los pobladores del Nuevo Mundo hacía milenios que comían frijoles cultivados por ellos mismos cuando llegaron los colonizadores europeos. Por eso cuando los españoles se asentaron en Cuba y le cogieron el gusto al arroz con frijoles negros, o colorados, surgió uno de los platos insignes de la cocina criolla: “moros y cristianos”.
Fue ese un nombre castizo tomado de las batallas en la España cristiana contra los ocupantes moros (árabes) musulmanes, durante 800 años. El otro sustantivo usado para esa combinación es “congrí”, que según el antropólogo cubano Fernando Ortiz se deriva del vocablo africano “congó”, como los esclavos en Haití llamaban a los frijoles, y de la palabra arroz, que los haitianos llamaban “riz”, en francés.
A más necesidad, menos frijoles
Pues bien, ahora, cuando como resultado del desastre agrícola socialista los cubanos dependen más de los frijoles, la “revolución” produce menos que nunca.
El Ministerio de Agricultura, obviando la ineficiencia comunista y culpando a la plaga “trips de las flores de frijol” y a las sequías, informó que en esta la última cosecha de 2020 solo se sembraron 22,000 hectáreas en vez de las 47,100 planeadas y que la entrega de frijoles para el consumo nacional será de 25,300 toneladas, en lugar de las 54,550 toneladas previstas.
Y no hay divisas para comprar las 44,700 toneladas de diferencia entre la producción y el consumo nacional de 70,000 toneladas. El precio del frijol en el mercado mundial oscila entre 1,000 y 1,100 dólares la tonelada. O sea, suplir totalmente ese déficit nacional de frijoles con importaciones costaría unos 50 millones de dólares, algo imposible ahora.
Escasez de frijoles en Cuba apunta a hambre
¿Cuántas toneladas de frijoles se importarán? Muy pocas, o ninguna. Nadie sabe. Lo que sí se sabe es que van a escasear seriamente. Es el colmo, hay menos arroz, menos pan, y ahora también menos frijoles. La conclusión es dramática: de no aumentarse los volúmenes de esa triada alimentaria fundamental pronto el hambre estará tocando a las puertas de los cubanos de a pie.
¿Le importa eso a los bien alimentados Raúl Castro, el generalato, el Buró Político y el resto de la cúpula dictatorial?
De tener un mínimo de respeto por el pueblo cubano, esa élite cuasi monárquica debe acabar, ya, con el secuestro del campo cubano por el Estado, liberalizar las fuerzas productivas. En poco tiempo habrá más frijoles, y arroz.