Esta pregunta flota hoy sobre toda la isla de Cuba, particularmente desde que se supo hace unos días que La Habana no ha pagado los 82 millones de dólares que debía pagar al Club de París en 2019 y corre el riesgo de perder el acceso a créditos para las importaciones.

A la vez, últimamente el presidente designado, Díaz-Canel,  le ha declarado la guerra a las importaciones e insiste en que  hay que sustituirlas. Pero no dice con qué materias primas y equipamiento, ni cómo lograrlo con la aguda obsolescencia fabril y tecnológica de las industrias cubanas,  y la ineficiencia de una fuerza laboral que registra la más baja productividad de  Occidente.

Díaz-Canel  debiera tener el valor de admitir el carácter parasitario de la economía socialista cubana, incapaz de sustentarse a sí misma, por lo cual depende de subsidios y de créditos extranjeros para poder financiar la importación de todo lo que es incapaz de producir nacionalmente.

Círculo vicioso fatal

Hay en todo esto un círculo vicioso fatal. El sistema estatista no permite producir en grande y con calidad para exportar y generar recursos con los cuales importar  lo que hace falta.  De ahí  la importancia de que Cuba puede quedarse sin créditos para financiar las importaciones por no pagar lo poco que le piden el Club de París y sus otros acreedores. Porque quien no paga una deuda se coloca el cartelito de “malapaga  y se cierra a sí mismo el acceso a nuevos créditos.

Lo peor es que en este caso el “malapaga”  ahora de veras no tiene cómo pagar. El sistema económico estalinista está en fase terminal,  agravada   porque  el mecenas venezolano ya no tiene mucho dinero que digamos. La cifra de médicos cubanos explotados en el extranjero se ha reducido en unos 9,000;   el turismo en 2019 se contrajo en un 9.3%. Como produce muy pocos bienes  el país exporta cada vez menos. Y el “cash” desde EE.UU (remesas, paquetes y visitas) no alcanza para mantener a flote una economía no autosustentable.

El parasitismo económico, aún con los cuantiosos subsidios soviéticos, en los años 80 montó la deuda cubana en $51,000 millones, proporcionalmente la mayor deuda de Latinoamérica según el FMI. Con el Club de París (22 países), la deuda era de 11,100 millones, de la que Fidel Castro no pagó ni principal ni intereses a partir de 1986 y Cuba se quedó sin acceso a créditos internacionales.

Pekín en 2011  le perdonó a los Castro la deuda de $6,000 millones. En 2013 México  le condonó $341 millones de su deuda total de $487 millones,  y en 2014 Rusia le perdonó el 90% de $35,000 millones. Putin,  consciente de que nunca lo cobraría todo redujo la deuda a  $3,500 millones. Inútil intento, tampoco va a cobrar nada.

Ignorancia europea de la naturaleza del castrismo

Finalmente,  en 2015 el Club de París recortó en $8,500  millones (un 76%) la deuda cubana y la dejó en $2,600 millones, con facilidades de pagos bajísimos hasta 2033, y le perdonó los intereses hasta 2020, y con cláusulas para realizar inversiones en la isla. Luego de ese acuerdo varios países de la Unión Europea, mostrando una insólita ignorancia sobre la naturaleza parasitaria del castrismo, decidieron  invertir capital en la isla y  se convirtieron en el primer socio comercial de Cuba. En 2018 el intercambio comercial cubano con ese bloque de naciones ascendió a $2,730 millones de dólares, aunque seguramente parte de esa cifra se convirtió en nuevas deudas.

La Habana no le paga deudas a nadie, ni a los rusos ni los chinos. Ahora incumple incluso lo negociado con el Club de París, sobre todo con  España, Francia y Japón. Y aunque el vicepresidente Ricardo Cabrisas afirma que se pagará en mayo  ya muy pocos le creen.

Los sesudos comunitarios europeos no fueron capaces de advertir que por la condición no sustentable de la economía cubana, dependiente de una Venezuela también en crisis, la capacidad financiera de la isla iba a desplomarse.

Y no importa si en mayo se paga al Club de París, o no, el problema es que el régimen castrista está a punto de la bancarrota. La pregunta clave es ¿cómo se va a financiar la importación de los miles de millones de dólares que necesita el país en alimentos, materias primas, medicamentos, bienes de consumo de todo tipo?

No hay que gastar muchas neuronas para entender que solo poniendo fin al sistema estalinista de economía centralmente planificada, y liberando las fuerzas productivas del sector privado,  puede evitarse el desastre que ya se ve venir.