“Cuando me miro y toco/yo, Juan sin Nada no más ayer/, y hoy Juan con Todo,/ (…),me veo y toco/ y me pregunto cómo ha podido ser/ Tengo, vamos a ver/, que siendo un negro/ nadie me puede detener/ a la puerta de un dancing o de un bar/ O bien en la carpeta de un hotel/ gritarme que no hay pieza. “Tengo que como tengo la tierra tengo el mar/no country/no jailáif/ no tenis y no yacht/ sino de playa en playa y ola en ola/ gigante azul abierto, democrático/
Con estas sonoras, y jubilosas estrofas cantó Nicolás Guillén a la maravilla que significaba la “revolución” para los cubanos luego de expropiar a los “explotadores burgueses”. Fue en 1964, cuando el romanticismo populista nublaba las entendederas de los hipnotizados por el encantador de serpientes Fidel Castro y creían en un “futuro luminoso”, gracias al disfrute de los bienes confiscados a los capitalistas, y de todo lo construido por ellos en Cuba durante 57 años, al punto de convertirla en uno de los tres países (con Argentina y Uruguay) con más alto nivel de vida en Latinoamérica, y con un ingreso per cápita que duplicaba al de España.”
“Estamos llenos, no quedan capacidades…”, mentira dolarizada
Y leamos ahora estos dos párrafos de crónicas recientes enviadas por periodistas independientes en la isla:
“Estamos a tope”, “estamos llenos”, “esperamos una delegación muy grande (…) no quedan capacidades”. Falso, son estas algunas de los pretextos inventados para impedir que los cubanos se hospeden en los grandes hoteles de La Habana si no cuentan con dólares o euros.
“El Consejo de Ministros el 4 de noviembre (2022) decretó que los cayos del norte de Ciego de Ávila son “territorio de preferente uso turístico (…) para “desarrollar la actividad turística (internacional) vinculada a la vocación de sol, playa, náutica y naturaleza”. Y que solo se permitirán en esas zonas “viviendas asociadas al desarrollo de golf e inmobiliaria (…) viviendas dirigidas al alojamiento de especialistas extranjeros, vinculados a la actividad turística”.
La “revolución” se desinfló al acabarse lo logrado antes de 1959
¿Es ese el mismo país de playas y hoteles abiertos al pueblo trabajador mencionado por Guillén? Sí. ¿Qué ocurrió? Que aquella “revolución” siempre fue una colosal farsa que se quedó al desnudo cuando lo acumulado por el capitalismo durante décadas se acabó, o se fue destruyendo, y con el fallecimiento del “paganini” soviético que la mantenía, y luego entró en crisis su relevo venezolano.
La Habana antes del castrismo era probablemente la ciudad con más clubes y balnearios con playas y ofertas de solaz veraniego en América Latina. Al asaltar el poder los hermanos Castro y el Che Guevara todos fueron estatizados y convertidos en Círculos Sociales Obreros (CSO).
El Havana YachtClub (desde 1886) se transformó en el CSO “Julio Antonio Mella“; La Concha (1929), en el “Braulio Coroneaux“; el Club Naútico (1937), en “Felix Elmuza“; el Casino Español en “José Ramón Rodríguez; el Circulo Militar y Naval, en “Gerardo Abreu Fontán“; Hijas de Galicia, en “José Luis Tassende“; el Miramar Yacht Club, en “Patricio Lumumba”, y luego “Casa Central de las FAR”; el Vedado Tennis, en “José Antonio Echeverría“; y el Casino Deportivo en el “Cristino Naranjo“.
En el Este estaba en Cojímar el Club de Pescadores, y había balnearios en Guanabo, Tarará, El Mégano, Santa María del Mar (Club de Contadores, Club Bancario y Club Médico), Boca Ciega, Marbella, Playa Veneciana, y Brisas del Mar.
Mientras existieron los inventarios expropiados a los “burgueses” y resistieron los inmuebles, el mobiliario y los equipamientos, todavía podían ser visitados. Luego, a golpe de comunismo se fueron convirtiendo en verdaderas ruinas aquellos CSO “para el disfrute de los trabajadores”.
El apartheid turístico discrimina a los cubanos en su propio país
Y ya en julio de 2018 la agencia castrista Prensa Latina informó que los CSO pasarían a manos de firmas extranjeras para ofrecer un “producto de lujo a los turistas”. En efecto, la dictadura está implantando una especie de apartheid tropical con áreas exclusivas discriminatorias de los cubanos en su propio país.
Una reciente investigación de Cubanet en la isla con trabajadores de los hoteles Nacional, Capri, Manzana Kempinski, Grand Aston, Paseo del Prado y Grand Packard, mostró no les es rentable aceptar pesos cubanos, pues el régimen los obliga a comprar los insumos con divisas a los proveedores estatales o privados.
Por otra parte, el antiguo Havana Biltmore es ahora el Club Havana, un club privado para extranjeros (magnates, periodistas y diplomáticos), o millonarios de GAESA. Para ser miembros hay que pagar $1,500 dólares mensuales, y el salario promedio en Cuba es de unos $30 mensuales. Cuenta con instalaciones hípicas, campo de golf, guardería infantil, club naútico, pistas de tenis, gimnasio, salón de masajes, varios restaurantes, un centro de negocios, piscina y playa privada.
“Tengo”, que no me dejan entrar a los hoteles si no tengo dólares
Hay también ya hoteles y playas de hecho solo para extranjeros funcionando, o a punto de hacerlo. En Varadero, Cayo Guillermo, Cayo Coco, Playa Larga, los cayos Antón Chico, Antón Grande, Romano y Paredón Grande. Y en otras zonas de magníficas playas, u otras atracciones, en Holguín, Soroa, La Habana Vieja y Centro Habana.
A 58 años de distancia, los versos del comunista Guillén son “contrarrevolucionarios”, “propaganda enemiga”. Si algún cubano los recitase hoy en público sería llevado a golpes para Villa Marista. Sobre todo, si llega al final sarcástico que ahora tiene el poema:
“Tengo, vamos a ver, tengo lo que tenía que tener.”