En diciembre de 2001 el presidente Fernando de la Rua fue derrocado en Argentina cuando el llamado “corralito”. Fue obligado a renunciar en medio de protestas, saqueos de comercios, incendios devastadores y vandalismo que dejaron un saldo de 39 muertos en las calles.
El “corralito” consistió en que para poner fin a la fuga de miles de millones de dólares hacia el extranjero el gobierno en diciembre de 2001 decretó que de las cuentas bancarias y las cajas de ahorro solo se podían extraer 250 dólares semanales como máximo, es decir $1,000 dólares mensuales, o sea, $12,000 dólares en al año.
Los medios argentinos y de todo el mundo, en su inmensa mayoría de izquierda, atacaron ferozmente al mandatario argentino, que tuvo que irse de la Casa Rosada (palacio presidencial), en la que llevaba solo dos años. Calificaron de “robo colosal” el decreto presidencial, que duró un año, hasta diciembre de 2002.
Del robo mafioso-castrista de dólares a los cubano nadie habla
Sin embargo, del robo colosal de dólares (este sí lo es) cada vez mayor que hace la mafia militar gobernante a los cubanos nadie dice una palabra. Peor aún, la mayoría de los medios en Latinoamérica y Europa achacan la quiebra financiera cubana al recrudecimiento del “bloqueo” de EE.UU.
El Banco Central de Cuba suspendió (el 19 de mayo) la venta de divisas en el aeropuerto de La Habana (se vendían 290 dólares por persona), y decretó que los cuentapropistas y agricultores privados tienen que realizar todas sus operaciones en pesos cubanos. Son obligados a comprar pesos y entregar los billetes verdes al Estado.
Es decir, los cubanos de la isla que no disponen de divisas ahora salen de viaje al mundo como pordioseros, sin un centavo. Los turistas que regresan a sus países no pueden recuperar ni una parte de las divisas que gastaron al comprar pesos cuando arribaron a Cuba.
Y los cuentapropistas y agricultores que obtienen dólares en sus negocios tienen que entregarlos al Estado a cambio de pesos que cada vez tienen menos valor de compra. Y tampoco pueden extraer dólares de sus cuentas bancarias para operar comercialmente. Agréguese a eso que los ciudadanos que tienen tarjetas magnéticas con cargo a cuentas bancarias en dólares no pueden extraer ni un solo dólar de sus propias cuentas.
O sea, el “corralito” argentino fue un jueguito infantil comparado con el de Raúl Castro. Cuba ha llegado a una situación en la que, o se abre la economía al sector privado, o la hambruna será inevitable. El turismo se ha desplomado. En el primer trimestre de 2021 llegaron a la isla solo 76,913 visitantes, de un total 1.2 millones en igual período de 2020. A eso se suma un descenso de las remesas, que en 2020 cayeron un 60%.
Bajo presión y en ruinas el castrismo es hoy más débil que nunca
En fin, el castrismo es hoy más vulnerable que nunca y de mantenerse las sanciones vigentes y la presión externa no va a tener otra salida que aflojar la mano: liberar fuerzas productivas y restaurar libertades individuales fundamentales en el país.
Por eso sería contraproducente que la Administración Biden levantase los límites a los viajes y las remesas a Cuba. Ahora se pueden enviar hasta $1,000 trimestrales, casi cuatro veces el salario mínimo de $87.50 mensuales. Aunque no de inmediato, parece que así lo va a hacer Washington. El director para las Américas en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, ha adelantado que la apertura a viajes y remeses sin límites “se hará en algún momento”.
El problema es que el presidente Biden debe favores a Bernie Sanders, Black Lives Matter, e infinidad de políticos y congresistas demócratas de izquierda radical (tipo Ocasio-Cortéz) que lo ayudaron a llegar a la Casa Blanca. Ellos presionan al mandatario para que levante las sanciones contra la dictadura del general Castro. Y por razones político-ideológicas, pues saben que cuando Obama lo hizo los emprendedores cubanos sufrieron más acoso estatal y prohibiciones.
Tonto optimismo castrista ante posible nueva oleada populista
Por otra parte, el régimen castrista se siente optimista ante la posibilidad (alentada por las encuestas) de que candidatos castrochavistas a la Presidencia en países con las mayores economías de Latinoamérica lleguen al poder.
Son los casos de Brasil, Colombia, Chile, Perú, que se sumarían a los actuales gobiernos izquierdistas de México, Argentina, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. Se trataría, contando el de Cuba, de 10 gobiernos de izquierda, un regreso a la ola populista regional de la década pasada, cuando hubo 11 gobiernos izquierdistas simultáneamente, que fueron los que pararon en seco el desarrollo económico y social de América Latina, mientras varias naciones asiáticas pasaban al Primer Mundo.
Se equivocan Castro II y su mafia. Porque ni siquiera Brasil o Chile podrían dar esta vez limosna alguna a Cuba, y ninguna otra economía tampoco podría hacerlo. Y un regreso en grande del turismo estadounidense a Cuba y a las remesas sin límites solo va a enriquecer más a los militares, que se apoderan hoy de todas las divisas que entran al país.
La crisis del castrismo es terminal y solo puede tener fin si se restaura la economía de mercado. Y urgentemente.