La validez de la muy sabia frase de “En la unión está la fuerza” quedó evidenciada en Santiago de Cuba hace pocos días. El gobierno local (Poder Popular) tuvo que dejar sin efecto las regulaciones antimercado impuestas a los transportistas privados, como bajos precios topes a cobrar por cada pasajero, y muy altos para abastecerse de combustible estatal, todo ello con el pretexto de un “reordenamiento del sector no estatal de la provincia”.
Así, mientras el Estado subía los precios del combustible, desde el 22 de junio los precios de los pasajes a cobrar por los privados eran reducidos hasta en un 60%. Con esos precios topados muchos transportistas privados ni siquiera podían cubrir sus costos de operación.
¿Dio marcha atrás el régimen porque se dio cuenta de que eran injustos esos precios y tarifas? No, reculó porque los transportistas fueron a la huelga. Sí, a una huelga silenciosa, no declarada. Simplemente dejaron de prestar servicio con sus automóviles, camionetas, camiones y “pisicorres” particulares. Protagonizaron lo que se conoce en el mundo normal como “huelga brazos caídos”.
Y ocurrió en la dictadura estalinista de Raúl Castro. La huelga causó un caos en el transporte urbano santiaguero por la sencilla razón de que el grueso de la transportación de personas en esa provincia recae en el sector privado y no en el estatal, cada vez más insuficiente y desastroso.
Las paradas de ómnibus parecían concentraciones. El déficit de guaguas y otros vehículos estatales obligó a los burócratas a “inventar” sacando vehículos de otros sectores, hasta ómnibus climatizados de turismo, para aliviar la acumulación de gente en las paradas, sobre todo en las rutas hacia los municipios.
Un chofer de camión consultado por un periodista independiente dijo que los transportistas del sector privado también le han exigido al Estado establecimientos dónde adquirir accesorios, neumáticos y baterías para sus camiones.
“Pese a los años que llevamos aportándole al Estado ingresos millonarios, éste solo recibe ganancias y no nos garantiza una sola pieza. Cada camionero ingresa al Estado anualmente cientos de miles de pesos a través del 10% sobre los ingresos, el fisco y la declaración jurada de cada año”, concluyó el entrevistado.
En pocas palabras, ante la demostración de fuerza, proletaria de verdad y justa, el gobierno tuvo que ceder, pues el descontento popular habría podido alcanzar cotas peligrosas para la estabilidad política en Santiago de Cuba, cuya historia ancestral de rebeldía podría reactivarse.
Por eso, y seguramente por instrucciones directas del oriental Raúl Castro, la dictadura se retractó. Según publicó la edición digital de la emisora CMKC, de Santiago de Cuba, el 22 de julio, tras casi un mes de huelga silenciosa, el gobierno local anunció “una nueva tarifa de precios transitoria” para la transportación de pasajeros por parte del sector privado, en la que se acepta en buena medida lo que exigían los transportistas.
Ello revela, con elocuencia, la fuerza que tienen los trabajadores y el pueblo en general si se unen y se organizan también en un país de régimen comunista. Y evoca inevitablemente al Sindicato Solidaridad en la Polonia sometida por el “socialismo real” y Moscú, aquel movimiento obrero pionero en la lucha civil que a la larga culminó con la caída del Muro de Berlín.