Nueve de cada diez mototaxis circulan sin licencia en Santiago de Cuba y las autoridades han decidido atajar la situación. Las autoridades de la ciudad están decididas a poner orden en los mototaxis, el principal medio de transporte en la ciudad. En las últimas semanas, un abultado cuerpo de inspectores y policías busca frenar a los motoristas ilegales, en torno a nueve de cada diez de los que circulan por la urbe.
El gremio lamenta que, en un contexto de nuevas regulaciones para el sector privado, los controles en el transporte de pasajeros se están notando. La peor pesadilla de estos choferes es la policía motorizada, caballitos, que persigue con ahínco en las últimas semanas a los motoristas para exigirles que muestren su licencia.
La peculiar topografía de la ciudad, con calles empinadas, hace que los mototaxis sean la mejor solución para los pasajeros que quieren trasladarse rápidamente y sin tener que esperar demasiado por un ómnibus. Consolidada desde hace décadas, la movilidad en estos almendrones de dos ruedas se legalizó en 2014, pero convencer a los motoristas para que formalizaran su actividad ha resultado ser una tarea casi imposible.
Consolidada desde hace décadas, la movilidad en estos ‘almendrones’ de dos ruedas se legalizó en 2014, pero convencer a los motoristas para que formalizaran su actividad ha resultado ser una tarea casi imposible
De los 15.000 vehículos que prestan servicio en la ciudad, menos de la décima parte tienen licencia para ejercer su ocupación por cuenta propia, según la prensa local.
La mayoría prefiere hacerlo al margen de la ley para evadir el pago mensual del permiso que, junto a la cuota de seguridad social, puede llegar a unos 400 CUP, además de tener que abonar una vez al año 300 CUP por la licencia operativa. Los motoristas, además, justifican su posición argumentando que las autoridades locales no han cumplido con la promesa inicial de suministrarles piezas de repuesto y combustible a precios preferenciales para ejercer su labor.
Un mototaxi realiza al menos diez viajes diarios, según varios motoristas consultados por este diario, por lo que las ganancias semanales pueden superar los 3.000 CUP. Sin embargo, estos cuentapropistas alegan que las piezas de repuesto y los talleres privados de mantenimiento tienen precios muy elevados y que el combustible, a 1 CUC el litro, es un precio insostenible.
Hace cuatro años, Maira Pérez González, vicepresidenta del Consejo de la Administración Provincial, aseguró que se habilitarían talleres de mantenimiento y reparación con facilidades para estos motoristas y se les vendería aceite, grasas, soldaduras, chapistería, pintura y electricidad.
“Nos dijeron que iban a abrir una tienda donde podríamos comprar piezas y gomas más baratas para reparar las motos, pero la oferta duró muy poco”, detalla Yunior, un motorista de 32 años que lleva siete años “evadiendo a la policía” para evitar las multas de hasta 500 CUP que imponen a los conductores ilegales.
“Nos dijeron que iban a abrir una tienda donde podríamos comprar piezas y gomas más baratas para reparar las motos, pero la oferta duró muy poco”
El transportista cree que la única ventaja de legalizar su negocio era esa. “Todo lo demás de ser cuentapropista son deberes con el Estado, no derechos: hay que pagar más y las ganancias son muy pocas. Tendríamos que poner precios que los clientes no están dispuestos a pagar”, dice a 14ymedio para justificar su decisión de trabajar al margen de la ley.
Si hasta hace unos meses había cierta permisividad con los motoristas ilegales el panorama ha cambiado radicalmente a finales de 2018. “Antes nos paraban para que no dejáramos de usar el casco y que lleváramos otro para el cliente, pero ahora es una cacería para ponernos multas y hasta nos amenazan con confiscar la moto”, cuenta Jorge Valdivia, un motorista que tuvo licencia varios años hasta que, en abril de 2017, decidió devolverla y seguir “a cuenta y riesgo” en las calles santiagueras.
“Ahora hay que decirle al cliente que pague con discreción porque si la policía nos ve aceptando dinero nos pone la multa”, agrega.
Valdivia maneja un vehículo de la marca MZ, que junto a las motos Jawa y ETZ son las más frecuentes en la transportación privada de esta zona del país. “Esta se la compré a un cubano que estudió en la Alemania comunista y cuando regresó la trajo”, cuenta a este diario. Son de las pocas motos con motor de combustible que se han permitido entrar al país en medio siglo.
Actualmente las normas aduaneras solo permiten la importación privada de motos eléctricas y en las tiendas nacionales no se venden tampoco modelos que consuman hidrocarburos. En el mercado informal uno de estos vehículos puede llegar a costar hasta 7.500 CUC o más, en dependencia de su estado técnico y de las mejoras que le haya hecho su propietario.
Actualmente las normas aduaneras solo permiten la importación privada de motos eléctricas y en las tiendas nacionales no se venden tampoco modelos que consuman hidrocarburos
“Esta Jawa la compre hace un año y todavía no he logrado recuperar la inversión, por eso no puedo pagar la licencia”, explica un joven conductor que prefirió el anonimato. “Si saco mi licencia tendré que pagar casi 500 CUP al mes entre una cosa y otra, por lo que me quedaría con muy poco para mí”, precisa.
Junto a las ventajas en la movilidad que ofrecen las motos en Santiago de Cuba también están los precios. Existen tarifas por tramos y un recorrido estándar cuesta 10 CUP, pero también se puede negociar con el conductor para distancias más largas o usar el vehículo para transportar compras, muebles y hasta materia prima para otros negocios privados.
“Sin las motos esta ciudad estaría paralizada porque ni las guarandingas (ómnibus acoplados a un camión), ni las guaguas Diana (ensambladas en la Isla) logran brindar un servicio eficiente”, cuenta Carmen Rojas, residente en las cercanías de la céntrica Alameda santiaguera. “Aunque no todo el mundo puede pagar una moto, lo cierto es que alivian mucho el problema del transporte”.
Fuente: 14ymedio