Finalmente sucedió lo que ya se sabía iba a ocurrir desde que el régimen castrista en agosto de 2019 le cayó encima al “potro salvaje” (aporte estalinista de Ramiro Valdés) de la libre comunicación  mediante la red SNet: el Estado se hizo cargo ya oficialmente de esa comunicación que había intervenido cuatro meses antes.

Y es que el castrismo le teme más a la libre expresión y comunicación entre los ciudadanos  que dice representar,  que Drácula a la cruz. Por eso bloquea, torpedea, o impide mediante la amenaza directa o el encarcelamiento  el libre acceso del pueblo cubano a la gran revolución tecnológica que está transformando al mundo.

Ello es un nuevo tipo de crimen de lesa humanidad. Basta pensar que en un futuro los historiadores probablemente harán la distinción de “antes  o  después” de la internet. Si Gutenberg en el siglo XV revolucionó al planeta con su imprenta, la internet hoy lo está haciendo en mayor escala. Pero el general Raúl Castro y su equipo dictatorial se oponen a que los cubanos se sumen a esa revolución mundial desde sus hogares o centros de trabajo.

Hace unos días el Ministerio de Comunicaciones (MINCOM) de Cuba anunció que aprobó 3,100 licencias de cuentapropistas para que puedan comunicarse entre sí mediante la antigua red inalámbrica casera  de datos denominada SNet (abreviatura de las palabras  inglesas Street Network) , con lo cual pasó a su control definitivo  la otrora independiente y pujante red.

Fue por no poder montarse en el “potro”  de  la internet y no poder comunicarse, que ingeniosos habaneros crearon hace 10 años esa especie de comunidad comunicacional,  con un sistema de red  wi-fi  independiente,  artesanal,  sin acceso a internet, con antenas y dispositivos caseros, o comprados en el mercado negro.

Eso permitió a varias decenas de miles de habaneros comunicarse entre sí, acceder a videojuegos, y traspasarse archivos computarizados, etc. Aunque las cifras que  daban  sus miembros oscilaban entre 40, 000 y 50,000 usuarios, en realidad el total pasaba fácilmente de 160,000 personas, pues en cada vivienda que había una computadora conectada a la SNet accedían familiares, amigos y vecinos allegados.

Pero las licencias individuales aprobadas por el MINCOM  representan solo el 71% de  las 4,000 solicitadas.  O sea, la dictadura cubana logró desmantelar y silenciar hasta ahora a por lo menos 46,000 usuarios, el 80% de los que antes se comunicaban libremente mediante la SNet.  

Ahora estos nuevos cuentapropistas de dicha red, que deberán pagar licencias y  abusivos impuestos,  se convierten en personas oficialmente  controladas en sus intercambios de información personal todo el tiempo. Estarán vigiladas  no solo por sabuesos del MINCOM, sino por esbirros del MININT y sus colaboradores y chivatos,  encubiertos,  o dando la cara.

En julio y agosto últimos, ya el régimen había intervenido  el libre flujo de comunicación libre entre los usuarios de la SNet con nuevas regulaciones y sobre todo limitando la potencia de los equipos tecnológicos necesarios. Muchos usuarios se indignaron y se movilizaron para proponer un contrato con el monopolio de las comunicaciones ETECSA  que les permitiera llevar la señal inalámbrica de conexión a internet y de esa forma a todos los municipios de La Habana donde operaba esa red independiente, no estatal.

La élite del Partido Comunista,  como era de esperar,  se negó y el MINCOM ignoró por completo las justas peticiones de los usuarios. Y no solo eso, la Seguridad del Estado amenazó, coaccionó y retuvo en prisión domiciliaria a varios miembros de la SNet que habían convocado una protesta pacífica el día de 17 de agosto frente al MINCOM en la Plaza de la Revolución habanera.

En fin, el Gran Hermano orwelliano-castrista una vez más asfixia en la isla uno de los derechos más elementales del ser humano en la modernidad, el “derecho a la libertad de opinión y de expresión (…) sin “ser molestado a causa de sus opiniones…”, como reza el artículo 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Por Roberto Álvarez Quiñones