En el campo “el ojo del amo engorda el caballo”
El principio científico de cómo y por qué funciona toda economía, y en particular la agropecuaria, se define popularmente en Cuba con una antigua frase proverbial que se aplica con la típica gracia criolla: “el ojo del amo engorda el caballo”.
Eso fue lo que con otras palabras hace 2,360 años le dijo Aristóteles a su maestro Platón, quien proponía abolir la propiedad privada para crear la sociedad perfecta basada en la propiedad colectiva o comunal (comunista). Craso error. Explicó Aristóteles que la propiedad privada es superior porque “la diversidad humana es más productiva”, y porque “los bienes cuando son comunes reciben menor cuidado que cuando son propios”. Y en la Edad Media, en el siglo XIII, el filósofo y sacerdote Tomás de Aquino aseveró: “el individuo propietario es más responsable y administra mejor”.
Luego, ya de forma más sofisticada, dicho principio fue enunciado por uno de los fundadores de la Economía Política, el escoces liberal Adam Smith, en La riqueza de las naciones (1776): “No es por la benevolencia del carnicero, del cervecero y del panadero que podemos contar con nuestra cena, sino por su propio interés (…) al buscar su propio interés el hombre a menudo favorece el de la sociedad mejor que cuando realmente desea hacerlo”.
O sea, por instinto natural los seres humanos buscamos un beneficio personal, y a medida que lo logramos se beneficia toda la sociedad. La riqueza material de una nación no es más que la sumatoria de las riquezas creadas por los individuos.
Fidel sabía que la “comunas” mataban de hambre a los chinos
La violación flagrante de la condición humana (esencialmente individual) de la economía por parte del dueto Castro-Guevara fue lo que destruyó la agricultura cubana. Lo peor es que la llegada de Fidel al poder coincidió con el “Gran Salto Adelante” (1958-1961) lanzado por Mao en China, que consistió en la colectivización de las tierras y la creación de empresas estatales agrícolas (comunas platónicas), al tiempo que se confiscaban las cosechas a los campesinos. La producción agropecuaria se desplomó y casi 40 millones de chinos murieron de hambre en los 17 años siguientes.
Fidel estaba al tanto de esa hambruna en China por las comunas maoístas, pero no le importó y ٴ(azuzado por el Che Guevara) no entregó las tierras confiscadas a los campesinos sino creó las mismas empresas estatales que mataban de hambre a los chinos. Fue un crimen por el cual Castro debió ser destituido y metido en la cárcel. Si no hubo hambruna fue por los subsidios soviéticos.
Ha pasado más de medio siglo y el campo cubano, básicamente estatal, es como si no existiera. Un país que en los años 50 era el mayor exportador latinoamericano de alimentos, según la FAO, ahora importa el 82% de los alimentos que consume. Por algo 33 de los 35 países en los que fue impuesto el estatismo comunista lo tiraron a la basura.
Uno de ellos es Vietnam. Antes de las reformas iniciadas en 1986 (“Doi Moi)” no había propiedad privada y las tierras estaban estatizadas. Millones de vietnamitas luego de la guerra con EEUU (1955-1975) siguieron muriendo, pero de hambre, a causa de la agricultura estatal.
Se restableció la propiedad privada, se entregaron las tierras a quienes las querían trabajar, se eliminó el control de precios y los campesinos empezaron a producir libremente y a exportar e importar. Se acabó el hambre y Vietnam devino gran exportador de alimentos. Hoy es el segundo exportador mundial de arroz y de café, y el cuarto de caucho.
Hay que poner fin al control del Estado en el campo
El general Castro tiene que acabar ya con el control absurdo del Estado en el campo. Las propias cifras del régimen muestran la diferencia del alto rendimiento de campo entre los agricultores privados y usufructuarios de tierras estatales, y el asombrosamente bajo de las “comunas” tipo Mao.
La agricultura cubana no puede continuar en manos del Estado. Sobre todo ahora que la economía en medio de la pandemia del Covid-19 está colapsando y no hay divisas, ni créditos disponibles para importar alimentos
El mismo crimen que cometió Fidel Castro hace 60 años lo está cometiendo ahora su hermano, con un gran agravante: es Raúl Castro quien en toda la élite dictatorial sabe mejor que nadie, por experiencia propia, que “el ojo del amo engorda el caballo”, pues fue administrador de la tienda y los almacenes de su padre terrateniente en Birán, y según contó el viejo Castro lo hacía muy bien.
No hay alternativa posible, o se liberan las fuerzas productivas del campo y se reinstaura la agricultura privada, como la hay en todos los países normales del mundo, o habrá hambruna en Cuba, y antes de lo que muchos piensan.