El dueto Raúl Castro-Miguel Díaz Canel no hizo caso a destacados economistas residentes en la isla que consideraron que era una mala idea realizar la reunificación monetaria en medio de la peor crisis económica en la isla en 30 años, agravada por el Covid-19.
Sí se hizo y han metido la economía en un callejón del que ya no hay salida posible con recetas castristas, ni con Joe Biden o Mazzantini el Torero en la Casa Blanca, sino desmantelando el estatismo a ultranza del modelo estalinista, cosa a la que se niega el General, aferrado al legado del misántropo Fidel Castro.
La Tarea de Ordenamiento (TO) fue realizada por incapaces confiados en que las leyes económicas pueden ser burladas. No les importó incluso la desestabilización social que se deriva de multiplicar salarios por 4.9 veces y precios por 6, 7, y hasta por 20, como el pan, o medicamentos que ahora cuestan 400 pesos (17 dólares), sin abrir la economía.
Ignoraron a los tres millones de desempleados, y a más de un millón campesinos, usufructuarios de tierras estatales y cuentapropistas urbanos que no recibieron aumentos salariales.
El gobierno cubano ignora que el mercado negro es el que cuenta
Ni siquiera admitieron una verdad de Perogrullo: en Cuba el verdadero mercado no es el estatal, sino el subterráneo, el único que “resuelve”, y es conformado por campesinos, usufructuarios, cuentapropistas, trabajadores estatales que roban en fábricas y almacenes, las “mulas” que venden lo que compran en el extranjero, y comerciantes por la libre. Ellos generan el 90% de la producción agropecuaria de la isla, visten y calzan a casi siete millones de cubanos que no reciben remesas, y también a un alto porcentaje de quienes navegan en el “área dólar”.
Y todos tienen que subir los precios, o quiebran, pues la dictadura cubana multiplicó por seis y por siete los precios de los insumos que vende a agricultores privados y cuentapropistas, y en dólares, pero los obliga a que solo pueden multiplicar los precios por 3.5 veces. Y en La Habana, solo por 2.5 veces según un nuevo “Consejo de Defensa” que establece que “todo precio que crezca 2.5 veces entre los trabajadores por cuenta propia, se considera abusivo y especulativo”.
Pero las leyes económicas no creen en idioteces comunistas. Los productores privados al ver que con el tope de precios ganan muy poco, o incluso no cubren los costos, producen menos, o venden clandestinamente y no pagan impuestos por esos ingresos furtivos, o no producen y se dedican a otra cosa. O suben los precios y se arriesgan.
Por arriesgarse, ya en la primera quincena de enero, según Granma, el régimen canceló las licencias a 600 cuentapropistas al no cumplir el tope de precios, y confiscó sus productos a 750 de ellos, de los cuales el 65% fueron alimentos que no llegaron al consumidor.
O protege al cuentapropista, o no come más tomate
En una expresión de daño antropológico, Joel Márquez, burócrata del gobierno provincial de Guantánamo, se quejó de que ahora los cuentapropistas “cierran por el día y venden por la noche”, y que también venden de madrugada para evadir inspecciones. Y remató: “hay gente que protege a los violadores; compra una libra de tomate a 20 pesos, por ejemplo, y sin embargo, cuando tú le preguntas, dicen que la compraron a cinco pesos”. Márquez es incapaz de advertir que si el consumidor protege al cuentapropista es que porque si lo denuncia ya no podrá comer más tomate.
Hay aquí una paradoja poco advertida aún. Debido a las fuertes protestas de la población el régimen ha bajado algunos precios y tarifas exorbitantes. Eso es buena noticia para la población y muestra la gran fuerza que tiene la ciudadanía cuando exige enérgica y masivamente a la tiranía. Pero en realidad no soluciona mucho si solo se queda ahí.
Exigir baja de precios y apertura económica van juntas
La sola reducción de algunos precios estatales, sin un sector privado pujante y masivo que genere riquezas y pague impuestos (no abusivos como ahora), el Estado recibe menos ingresos y se le acaba antes de lo previsto el cash para financiar la economía y todo el gasto público, y para importar alimentos, medicinas, combustible, materias primas. La escasez aumenta.
La paradoja radica en que al bajar precios se agrava la quiebra financiera del Estado, y si se bajan aumenta el descontento y sube la ya alta temperatura de la caldera social, algo a lo tanto teme la cúpula dictatorial.
La sola exigencia de reducción de los precios abusivos deviene boomerang que agrava la crisis del país si no va junto con el reclamo de la apertura de la economía, la creación de empresas privadas en todas las ramas y abrir el país a la inversión extranjera libre sin la manipulación de la mafia militar que controla los sectores rentables.
De lo contrario, solo con alguna ligera disminución en sus ingresos el gobierno, endeudado y en la quiebra financiera, imprimirá con mano suelta aún más papel moneda sin contrapartida en producción y servicios. El peso valdrá cada vez menos y el dólar más. El poder adquisitivo de la población seguirá cayendo. Habrá hambre y miseria.