Es insultante homenajear al mayor verdugo de Cuba 

Uno de los más vejaminosos insultos al pueblo cubano ha sido la creación del llamado Centro Fidel Castro Ruz, inaugurado el pasado 25 de noviembre.

Es un museo instalado en una casona señorial de El Vedado construida en 1894 y robada a sus propietarios “burgueses” por el propio Castro I, y toda un área de una manzana. Su objetivo es “difundir, estudiar e investigar el pensamiento y la obra del líder histórico de la Revolución cubana”, como reza la propaganda lanzada por el sitio dictatorial Cubadebate.

Pues bien, si del pensamiento y la obra de Castro se trata, el museo es por sí mismo una colosal farsa. En justicia debiera llamarse Museo del Embuste Masivo”. Porque no ha habido en la historia moderna político alguno que haya mentido a su pueblo y al mundo tan escandalosamente, y por tanto tiempo, como el mitómano de marras.

Pero antes echar un vistazo a páginas de su historial delincuencial y político, jamás publicados en Cuba, detengámonos en su patológica manía de engañar a todos.

No me importa ningún cargo público, no me interesa el poder

Luego de entrar victorioso a La Habana el 8 de enero de 1959, lo primero que hizo el jefe rebelde fue declarar a la prensa: “Yo no soy un aspirante a Presidente de la República… no me importa ningún cargo público, no me interesa el poder”.

Su desinterés conmovió a la nación. Todo indicaba que se trataba de un líder diferente, un patriota legítimo con un altruismo inédito en la historia republicana. Se presentaba como despojado de la ambición personal de los políticos tradicionales Falso, el verdadero jefe del gobierno era él como Jefe del Ejército y no el presidente Manuel Urrutia, designado por él mismo.

Y al mes siguiente redactó (con la ayuda de Osvaldo Dorticós) y promulgó la Ley Fundamental, que sustituyó la Constitución de 1940 que él  había prometido restaurar, y convirtió al Primer Ministro en jefe de gobierno por encima del Presidente de la República. También abolió el Congreso y pasó al Consejo de Ministros la facultad de redactar y promulgar las leyes. Y el 16 de febrero quien no le interesaba el poder tomó posesión como Primer Ministro.

‘Que quede bien claro que no somos comunistas…’

Dos meses después, en abril de 1959, viajó a EE.UU y dijo en el Club de Prensa de Nueva York: “Que quede bien claro que nosotros no somos comunistas. Que quede bien claro”.

Desde la Sierra Maestra el caudillo había prometido infinidad de veces que luego del triunfo revolucionario en menos de 18 meses habría elecciones presidenciales. Pero a los 16 meses, el 1 de mayo de 1960, lanzó la consigna de “¿Elecciones para qué?“.  Y todavía están pendientes.

En fin, las evidencias de cómo Castro se burlaba de todos llenarían miles de páginas. Vayamos ahora a lo que hacía, a quién fue realmente Fiel Castro.

Entró en la política a punta de pistola como gángster tipo Al Capone, intimidando, asesinando, o baleando a sus rivales políticos. Era miembro de la Unión Insurreccional Revolucionaria (UIR), una de las pandillas políticas habaneras más sangrientas. La UIR le disputaba el control político de la Universidad de La Habana a la FEU, que presidía Manolo Castro, a quien Fidel detestaba por no querer apoyarlo en su candidatura para presidente de la Escuela de Derecho.

Manolo Castro murió en un atentado en 1948 y también fue asesinado Oscar Fernández Caralt, sargento de la policía universitaria. Caralt dijo antes de morir que fue Fidel quien le disparó.

Pisos de mármol, muebles de maderas preciosas, pantallas táctiles, instalaciones interactivas: se desconoce cuánto costó el ‘homenaje’ del régimen cubano a su creador.

Nunca fue héroe en nada

Fidel no fue el héroe mitificado por la propaganda castrista. No fue heroico en el Moncada, ni en la Sierra Maestra, ni en Playa Girón, ni durante el maleconazo. Ni cuando fue fascista mientras estudiaba bachillerato. Y menos cuando en 1951 fue a la finca Kuquine y alentó al entonces senador Fulgencio Batista a que diera un golpe de Estado al presidente Carlos Prío, para ocupar un puesto en el nuevo gobierno dictatorial.

En la Sierra Maestra, a diferencia de Antonio Maceo y Máximo Gómez 60 años antes, ninguna de las columnas guerrilleras que bajaron a los llanos y avanzaron hacia Occidente fue encabezada por el principal jefe militar. No quiso arriesgarse para poder convertirse en tirano vitalicio de Cuba. Permaneció dos años bien guarecido en su comandancia de La Plata,  arropado por su secretaria, confidente, y quizás amante, Celia Sánchez.

Solo 43 días antes de que Batista huyera del país cuando ya su ejército estaba en desbandada y los jefes se negaban a pelear, fue que Castro al fin bajó de las montañas. Muchos guerrilleros invasores murieron o fueron heridos, pero el jefe no sufrió ni un rasguño.

Es indignante un museo dedicado a quien casi acabó con Cuba

A las arenas de Playa Girón el comandante en jefe no llegó hasta que los combates cesaron y los brigadistas fueron derrotados y tomados prisioneros. Cuando el maleconazo de 1994 fue al lugar solo 5 horas después de haberse dispersado a palo limpio la hasta entonces mayor protesta masiva contra la dictadura. No hizo como Boris Yeltsin, quien cuando el golpe de estado a Gorbachov se subió en un tanque de guerra y arengó personalmente a las tropas sublevadas a sumarse al pueblo.

Pero, sobre todo, es una agresión incalificable a la memoria de las miles de víctimas de la tiranía por él impuesta a sangre y fuego, y de la miseria, hambre y sufrimientos, que haya un museo dedicado a este desalmado criminal, mentiroso y ladrٴón que casi acabó con Cuba.