“La palabra no es para encubrir la verdad, sino para decirla”.
“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”
Estas dos frases son pilares de la libertad de expresión y de prensa en la cultura occidental. La primera es de José Martí, el padre de la independencia de Cuba, escritor y periodista, quien trazó una regla de oro del periodismo al destacar que su cualidad primera es la veracidad.
La segunda es atribuida al enciclopedista francés Voltaire, uno de los fundadores teóricos de la democracia liberal moderna (por su culto a la libertad individual), y figura clave de la Ilustración y el Siglo de las Luces.
Imaginemos que en Estados Unidos todos los grandes medios de comunicación, incluyendo la prensa escrita, la televisión, los medios online de acceso libre en la nación, y hasta Hollywood, fuesen propiedad del gobierno central en Washington, dirigidos y controlados por el Partido Demócrata, en el poder desde 1959, y que los medios independientes y los otros partidos políticos estuviesen prohibidos por ley, con muchos de sus líderes encarcelados, o cercados en sus viviendas por esbirros policiales.
¿Podrían cumplirse así esas premisas paradigmáticas del héroe cubano y del genial pensador francés? Ni al más delirante escritor de ciencia ficción, ni a Franz Kafka, campeón de la literatura del absurdo, se le habría ocurrido semejante escenario.
Ahora una ley fascista agravará la represión contra la prensa libre
Pero esa aberración existe, en Cuba, en el corazón de Occidente, donde prohibida la propiedad privada todos los medios importantes establecidos son estatales y corren a cargo del Partido Comunista. Está proscrita toda prensa independiente.
En estos días se recrudecerá la ya represión contra el periodismo independiente, y contra la libertad de expresión, con la “Ley de Comunicación Social”, presentada a la Asamblea Nacional, y que será “aprobada” por unanimidad por los zombies orwellianos que fungen como diputados
Con 69 artículos, todos de corte fascista, la nueva ley prohíbe “hacer propaganda a favor de la guerra, de un Estado extranjero hostil a los intereses de la nación, el terrorismo, la violencia y la apología del odio entre los cubanos, con el objetivo de desestabilizar el Estado socialista de derecho”.
Haz lo que yo digo, no lo que hago (terrorismo, loas a la guerra…)
Increíble, el “Espíritu de la Ley” (parafraseando a Montesquieu) en este caso es: “haz lo que yo digo y no lo que yo hago”. La dictadura castrista se dedica a hacer propaganda de guerra, contra el “imperialismo”, y cuando un país que invade criminalmente a otro para anexárselo es “amigo de Cuba”, como Rusia.
El régimen castrista practica el terrorismo de Estado en Cuba y en otros países; emplea la violencia contra los cubanos de la isla y contra exiliados cubanos en eventos internacionales; atiza el odio irracional contra los cubanos emigrados que critican al castrismo, y les prohíbe visitar su propio país. Pero esperemos que se publique esta ley castro-fascista para analizarla mejor.
Mientras tanto, los miembros del Comité Nacional de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) se reunieron recientemente con Rogelio Polanco, jefe del Departamento Ideológico del PCC y representante del propietario de los medios, el Estado, quien calificó el encuentro de “muy revolucionario”. Los amaestrados periodistas de la UPEC se deshicieron en loas a la inminente Ley de Prensa (así llamada comúnmente), y en alabanzas a la tiranía.
En tanto, el oficial de inteligencia y presidente de la UPEC, Ricardo Ronquillo, destacó “el compromiso de los profesionales de la prensa en el país” y que esos encuentros con el dueño de los medios son “esperanzadores” para “aportar algunas soluciones a los problemas planteados. O sea, los mismos desde 1963 cuando se creó esa institución testaferro del PCC para controlar profesionalmente a los periodistas: “falta de apoyo de las fuentes, el éxodo de periodistas, las difíciles condiciones materiales, insuficiencia salarial”, etc. Reclamos que juguetearon con la cadena y no tocaron al mono comunista.
La prensa “ilegal”, no la comunista, es la cronista de su época
Desde sus orígenes en el imperio romano con las cartas-crónicas de Plinio el Joven que permitían conocer detalles de la vida cotidiana, los medios de prensa han sido siempre cronistas de cada época histórica. Pero no lo son en la Cuba castrista.
La prensa estatal cubana es una vergüenza nacional. Es una maquinaria de propaganda político-ideológica, de difamación, embustes y lavado de cerebro. Y no es cronista de nada. Los futuros historiadores se escandalizarán al constatar la asombrosa inutilidad de los medios oficiales de la época para conocer las entrañas del castrismo.
Pero, por suerte, sí van a disponer de la información y los testimonios de pueblo acumulado por los periodistas independientes de dentro de Cuba y también los de la diáspora. Son ellos, particularmente los críticos de la realidad nacional in situ, los cronistas que a diario desenmascaran a la tiranía totalitaria cubana.
Castrismo: “la palabra es para encubrir la verdad, no para decirla”
Para mayor vergüenza esos verdaderos periodistas cubanos ahora pueden ser encarcelados acusados de “delincuentes”, según el nuevo Código Penal castrista y ahora también por la Ley de Comunicación Social. Y más vergonzoso aún es que los comunicadores independientes no son aceptados en la UPEC, o son expulsados los que ya pertenecían, siendo ellos los que rinden culto a la verdad y los cronistas de su época.
En cambio, los propagandistas oficialistas, que no periodistas, se burlan de los principios de Martí y de Voltaire, los que formulan al revés: 1) la palabra es para encubrir la verdad, nunca para decirla”; 2) “Si no estás de acuerdo conmigo vas a la cárcel”.