Los cubanos de a pie en la isla son arrastrados hacia atrás en el tiempo por la dictadura a vivir en la Edad Media, que no vivieron como pueblo (no existía, salvo los aborígenes), pero que recibieron como regalo de los hermanos Castro. Ahora la crisis en Cuba llega a la higiene personal.
El “Período Especial II” se parece cada vez más al primero de los años 90. La crisis en Cuba golpea todos los aspectos de la vida cotidiana de la gente. A mediados de enero la falta de gas para cocinar se sumó a las crisis —periódicas o definitivas— de la harina, el pan, la carne de puerco, pollos, huevos, pescado, puré de tomate, sal, aceite vegetal, leche, frutas, café, medicamentos fundamentales, gasolina, transporte, vivienda, o de los enormes basureros nauseabundos en las calles.
La higiene en Cuba se medievaliza
Ahora hace unos días la ministra del Comercio Interior, Betsy Díaz, anunció que hasta abril no habrá productos de higiene personal a la venta, porque la “tensa situación financiera” —eufemismo para no decir crisis económica en Cuba— ha obligado al gobierno a destinar las escasas divisas disponibles a la importación de alimentos y combustibles. Por supuesto ni a ella, ni a nadie en la cúspide dictatorial le va a faltar nada.
O sea, además de mal olor en las esquinas por los contaminantes basureros en cada barrio, los ciudadanos puede que lleven el mal olor encima y sin cepillarse los dientes debidamente si no adquieren productos de aseo en el mercado negro, cuyos precios obviamente se van a disparar.
Y lo más probable es que en abril se aparezca la misma ministra en la TV para decir que los recursos financieros “planificados” para importar productos de higiene personal no fueron suficientes y que solo cubrirán una parte de la demanda.
¿Falta de financiamiento?
La funcionaria argumentó: “Hoy el financiamiento tiene que destinarse a sortear las adversidades del crudo bloqueo y poder adquirir el combustible en otras regiones (…). Entre el combustible y los alimentos se dan las principales prioridades del financiamiento del que se dispone”.
Lo que no dijo Betsy es que antes de que los Castro asaltaran el poder y comenzaran la guerra contra EEUU con la confiscación de propiedades estadounidenses por valor de 1,800 millones de dólares, en Cuba se producía el grueso de los productos de higiene y limpieza que se consumían. Dos grandes fábricas habaneras, Crusellas y Sabatés (fundadas en el siglo XIX) y los Laboratorios Gravi se encargaban en buena medida de ello, junto con otras fábricas.
Crusellas (800 trabajadores) estaba asociada con la compañía estadounidense Colgate-Palmolive, y Sabatés con Procter and Gamble. Crusellas producía en la isla los jabones Candado, Palmolive y Hiel de Vaca, la pasta dental Colgate; Kolonia 1800 y Myrka; agua de tocador Rhum Quin-quina (para el cabello); agua de violetas Lavanda; champú Halo Colgate, así como brillantina, desodorantes, polvos y talcos. Había también en el mercado cubano los detergentes FAB, Tide y Ace, los jabones Rina, Camay, Suave, Tornillo, Llave, Oso, Elsa, la pasta dental Gravi, y otros productos de alta calidad elaborados en Cuba.
Quienes tienen más edad recuerdan algunos comerciales de las compañías cubanas y estadounidenses de esa rama industrial en la TV, la radio y la prensa escrita. Cuba estaba a la cabeza de Latinoamérica en técnicas publicitarias.
Compañías importadoras también se encargaban de comprar en EEUU y otros mercados otras marcas. ¿Es posible imaginarse a un ministro cubano en 1958 decirle a la gente que durante tres meses no se podrá enjabonar, ni lavarse la boca con pasta dental?
La falta de higiene en general que impone el régimen es ya inadmisible. Los focos de contaminación microbiana en la basura acumulada sin recoger en las calles no existían ni en los tiempos medievales de Marco Polo. Son fuentes de enfermedades y de posibles epidemias fatales. Y muchos están entremezclados con montañas de escombros de edificios que se han derrumbado erosionados por la falta de mantenimiento. Basta recordar la tragedia de las tres niñas escolares que recientemente murieron aplastadas por un balcón que les cayó encima.
Agréguese ahora la falta de productos de aseo personal. Pero según la ministra de Comercio Interior y de sus jefes la culpa de que los cubanos ahora tampoco puedan estar aseados como manda el siglo XXI, y de la angustiosa escasez de todo la tiene la Administración Trump por haber arreciado el “bloqueo”. Una vez más los jerarcas castristas insisten en que los cubanos culpen a otros de los desastres que ellos causan por mantener el comunismo en Cuba.
Es el legado fidelista: “todo lo malo es culpa de otros, y todo lo bueno se debe a mi genialidad”.