La noticia reciente de que en La Habana funcionan solamente 294 guaguas urbanas, de las 854 que “teóricamente” tiene en total esa urbe de 2.2 millones de habitantes, sugiere que ir a una huelga general que paralice a la capital es más fácil que nunca antes, irónicamente gracias a la mismísima “revolución”.
¿Se han preguntado en la plana mayor dictatorial cuántos trabajadores no pueden ir a su centro laboral, o llegan muy tarde debido a la crisis del transporte, con cada vez menos ómnibus y ya hasta con la célebre “lanchita de Regla” fuera de servicio? ¿No agrava eso la fase terminal del castrismo? ¿No equivale eso a algo así como pequeñas huelgas o sabotajes involuntarios de empleados impedidos de asistir a su trabajo, o que llegan demasiado tarde y derrumban la producción y los servicios?
Porque el otro medio son los “almendrones”, pero ni hay suficientes, ni van para donde quiere el cliente, sino a donde decide ir el chofer, y el pasaje sale demasiado caro para quienes no reciben remesas y no pueden incrementar sus actuales salarios de hambre. Y, por otra parte, quien vive en la Víbora, la Lisa o en Mantilla, no puede ir a pie a Centro Habana, ni al Vedado, o La Habana Vieja
Funciona solo el 34% de las guaguas, no hay Lancha de Regla
Según las cifras ofrecidas al periódico “Tribuna de La Habana” por José Conesa, funcionario mayor del transporte estatal provincial, en la populosa capital cubana solo funciona el 34% de las guaguas existentes. Hasta las necesarias lanchas-guaguas para ir de La Habana vieja a Regla y Casa Blanca ya no navegan. La única que estaba prestando servicio estaba tan destartalada que fue paralizada, al menos durante este mes, ante el peligro de que naufrague llena de pasajeros.
Y esos viajes de un kilómetro por la bahía habanera se remontan a 1589, cuando se construyeron las primeras edificaciones en Casa Blanca y Regla. A principios del siglo XIX un enjambre de botes de remos y de vela realizaban la agradable y necesaria travesía. Hoy, en el muelle habanero un cartel dice: “No hay lancha, la lancha está rota, hasta nuevo aviso”.
Un burócrata administrativo o político jamás “coge guagua”
Vayamos al grano. Un burócrata de la cúpula gubernamental o con un cargo menor administrativo o político, jamás “coge guagua” (como se dice en la isla). Tiene automóvil, y muchos con chofer. Con gasolina abundante, sus carros bien mantenidos, o reparados rápidamente en los talleres a su disposición.
Y ya lo dijo hasta Karl Marx, “el hombre piensa según vive”. Funcionario castrista que pasa en su cómodo automóvil por frente a una parada de ómnibus “en candela” con una multitud enardecida lanzando pestes contra los “guagüeros”, puede que se lamente de ver tanta gente exasperada en la parada. Pero al llegar a su refrigerada oficina se le olvidó lo que vio.
Otra cosa siente el infeliz que esperó con un stress extremo una hora o más una guagua que cuando al fin llegó lo obligó a empujar sin miseria a mujeres y ancianos para poder poner al menos un pie en el estribo del ómnibus e ir al “desgraciao trabajo…”
En 2002 se transportó un 57% menos de pasajeros que en 2017
En fin, si algo revela nítidamente la inviabilidad del comunismo es la crisis permanente del transporte en la isla, agravada en su ya fase terminal. Al respecto, Luis Ladrón de Guevara, director de Transportación de Pasajeros del Ministerio de Transporte, en medio de la ininteligible verborrea burocrática y partidista castrista de siempre reveló que en 2022 en Cuba se transportaron 1,010 millones de pasajeros, un 55.7% menos que los 2,275 millones transportados en 2017. ¡Casi nada!
Pero rápidamente dio “buenas noticias”: en el verano se pondrán en servicio 80 guagüitas escolares, se “generalizarán” las rutas de triciclos eléctricos; se incorporarán “minibuses de baja turística” a los servicios ruteros en La Habana y Santiago de Cuba, y habrá un mayor uso de las bicicletas. Y Conesa no se quedó atrás, dijo que en la primera quincena del presente mes de julio en La Habana se recuperarán seis ómnibus, de los 560 que están paralizados.
Ambos vividores castristas escenificaron la célebre fábula en la que la hormiga le dice al elefante, como un gran alivio para el paquidermo, al abandonar su lomo: “del peso te libro yo”. ¡Por favor!
La culpa de ese desastre la tiene el “bloqueo yanqui”
En tanto, el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, informó a “Granma” que las principales bases de transporte trabajan casi sin piezas de repuesto, y solo funciona el 50% de los vehículos disponibles, que el sector requiere de divisas para garantizar combustible, piezas de repuesto, etc. pero eso no ha sido posible por el “recrudecimiento del bloqueo”.
Lo que no explicó ese miembro de la oligarquía castrista-comunista fue cómo en 1958 la entonces despampanante y famosa capital cubana tenía 2,400 ómnibus que daban servicio a 1.5 millones de habaneros, y hoy con la “revolución” hay 294 guaguas para para 2.2 millones de habaneros.
Antes, una guagua por cada 625 habitantes, hoy, una cada 7,463
Antes de asaltar el poder los hermanos Castro en La Habana había un ómnibus por cada 625 habitantes, y actualmente hay uno por cada 7,483 habitantes. O sea, con 700,000 habaneros más hoy la ciudad debiera tener 3,500 guaguas, pero solo dispone de 294 en funcionamiento. Faltan 3,206 ómnibus para dar el mismo servicio que se brindaba cuando la capital a mediados del siglo XX era “explotada por el imperialismo”.
Y volvemos al principio. Aplicando el léxico marxista-leninista este desastre castrista en el transporte de pasajeros va acumulando “condiciones objetivas” para una eventual huelga general voluntaria que podría acabar con la dictadura tal y como la conocemos ahora.