Posiblemente la mejor definición de la locura que existe es la que se le atribuye a Albert Einstein: repetir la misma cosa una y otra vez, esperando tener resultados diferentes. Y es eso lo que hacen los jerarcas castristas desde mediados del siglo XX.
Esta semana pasada, luego algún halón de orejas del dictador a Díaz-Canel y a su ministro de Economía, , Alejandro Gil, este último reculó y dijo que lo que ellos anunciaron de que a partir de 2020 los planes económicos de las empresas ya no vendrían centralmente de arriba, fue solo “un decir”, y que de ninguna manera será abandonada la planificación centralizada, la que ha convertido a Cuba en unos de los países más pobres del hemisferio, luego de haber sido uno de los más prósperos antes de 1959.
Para colmo, Gil presentó a la economía centralizada y el plan desde arriba como fundamental “para desarrollar a corto plazo la industria nacional”. Repitió lo mismo que el Che Guevara cuando montó, pieza por pieza, el sistema estalinista de planificación centralizada de los años 30 y 40 en la URSS, al convencer a Fidel Castro de que no le hiciera caso a Carlos Rafael Rodríguez, quien proponía aplicar el cálculo económico soviético postestalinista que daba flexibilidad y autonomía a las empresas estatales.
En su rectificación, Gil aseguró que si la economía cubana anda mal es porque está “desarticulada desde hace décadas”. O sea, la catástrofe productiva en la isla se debe a la tímida descentralización aplicada desde los tiempos de Carlos Lage.
Díaz-Canel y su ministro volvieron a insistir en que hay que “exportar más, importar menos (…) y hacer las inversiones necesarias para alcanzar el desarrollo”. Solo que no dijeron cómo lograr algo que ni el mago Merlín podría.
Y es que la economía socialista basada en un plan central único nace ya con el ADN de la improductividad. En Cuba solo ha sobrevivido financiada con dinero regalado, pues es incapaz de autosustentarse. Produce tan poco que hay que importarlo casi todo. Se trata de un círculo vicioso fatal: hay que importar mucho, pero no se generan los recursos para hacerlo.
Mientras Díaz-Canel y Gil reiteraban que el régimen seguirá haciendo la misma cosa fracasada una y otra vez para “desarrollar” el país, en Holguín era condenado a 10 años de cárcel uno de los mayores productores porcinos de Cuba, Bismar Rodríguez, por crecer mucho económicamente. Increíble pero cierto.
Por otra parte, luego del “donde dije digo, digo Diego”, Díaz-Canel anunció que el salario promedio en Cuba subirá a partir de julio a 1,067 pesos, unos 44 dólares mensuales, cifra que sigue por debajo del nivel de pobreza extrema establecido por el Banco Mundial (BM).
Desde 2015, el BM elevó de $1.25 diarios a $1.90 su límite de ingreso diario para identificar la pobreza extrema. El anunciado por el administrador castrista no llega a $1.90 diarios. Cae de lleno en la clasificación de pobreza extrema, como si Cuba fuese una nación del África Subsahariana, mientras hace 61 años los salarios en la isla se ubicaban entre los más altos de Latinoamérica y el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo OIT, con sede en Ginebra.
El salario promedio de un obrero cubano industrial en 1958 era de $130 dólares, y un dólar de entonces equivalía a casi 9 dólares de 2019, según el sitio web “El dinero en el tiempo”. O sea, el abuelo obrero cubano hace 61 años ganaba unos 1,130 dólares de hoy, 26 veces más que su nieto obrero que hoy hace lo mismo y hasta en la misma fábrica que su abuelo.
Y lo que es peor, la pensión mínima no será aumentada, sino que seguirá siendo de 247 pesos, es decir, unos 10 dólares. ¿Cómo se puede vivir con 10 dólares mensuales?