Los integrantes de la cúpula castrista al seguir aferrados al inmovilismo estalinista y culpando de la inviabilidad del socialismo a Washington agravan cada día más la crisis socioeconómica, que esta vez es terminal. Ni rusos, ni chinos, ni López Obrador, ni nadie, va a mantener graciosamente al parasitario castrismo con miles de millones de dólares y petróleo gratis. Eso se acabó.
Pero Raúl Castro se niega a mover ficha. Prefiere que haya incluso hambrunas en Cuba antes que devolverles las libertades económicas a los cubanos. El General no solo es culpable por no hacer cambios, sino porque sigue apuntalando la narcodictadura chavista. Y para colmo, al parecer el largo brazo movilizador del castrismo es posiblemente el principal instigador de las violentas revueltas antidemocráticas de los últimos días en varios países de América Latina, especialmente en Chile, precisamente el país que más ha reducido la pobreza en la región.
Y el dictador es también culpable de que la administración Trump le esté aplicando nuevas sanciones económicas a la isla. Es al revés, no es Washington quien golpea primero, sino La Habana.
El 18 de octubre se anunció la limitación de las exportaciones y reexportaciones de bienes estadounidenses hacia la Isla y un freno al arrendamiento de aeronaves a aerolíneas cubanas. Pocos días después Cubana de Aviación anunció la cancelación de todos sus vuelos hacia Santo Domingo, México, Cancún, Caracas, Puerto Príncipe, Fort de France y Point de Pitre, debido a que las empresas que les arrendaban aeronaves para cubrir tales recorridos dieron por concluidos sus contratos.
Decenas de miles de potenciales turistas tendrán que buscar otras aerolíneas y hacer nuevas reservaciones quizás más caras, o no viajarán ya a la isla. Ello significará una mayor reducción del ya alicaído flujo de turistas a Cuba y la pérdida de decenas de millones de dólares que captaba la aerolínea castrista internacionalmente.
Machacada por la apabullante propaganda política castrista, muchos en la isla coinciden en que es EEUU el culpable. Es menos peligroso que exigirle al dueto Castro II-Díaz-Canel que deje de sostener la peor dictadura que ha habido en Sudamérica en toda su historia. Las sanciones van a continuar si el General sigue apuntalando la satrapía chavista con un entramado gigante de oficiales de inteligencia, contrainteligencia, generales al mando de los mandos venezolanos y el vasto “know how” de cómo se mantiene una dictadura en el poder contra viento y marea.
Pero ojo, muy importante, si la crisis se agrava no es por culpa de EEUU. Con independencia de las sanciones de EEUU en 2019 ha caído drásticamente la llegada a la isla de turistas de todas partes del mundo, empezado por Europa. Ya se sabe que en 2019 llegarán a Cuba 4.3 millones de turistas y no los 5,1 millones que se esperaban.
Además, el país recibe menos dólares de Caracas, y menos cash de los médicos explotados en el exterior. No hay dinero para importar petróleo suficiente. Las remesas desde EEUU tienden a bajar, y como el país produce cada vez menos exporta muy pocos bienes. En resumen, las cuatro fuentes de divisas de Cuba están declinando. Toda la economía se está desplomando poco a poco.
Si el régimen dejase de intervenir en Venezuela, liberase las fuerza productivas y dejase al asfixiado sector privado producir libremente y comerciar con empresas de EEUU, tal y como permite el “bloqueo” (Ley Helms-Burton), no solo no se agravaría la crisis, sino que no habría crisis.
Lo más dramático es que mientras Castro y su Junta Militar más se empecinan en empobrecer a los cubanos más arrecian la represión. Ahora ya arrestan a líderes opositores que antes no se atrevían a tocar para no buscarse problemas con organizaciones internacionales. El caso de José Daniel Ferrer es elocuente. El grado de crueldad de los jerarcas castristas toca ya niveles obscenos y es la causante de la crisis.
No obstante, a La Habana siguen llegando líderes políticos de todo el mundo, y hasta el rey Felipe VI de España paseará por la isla. Será el primer monarca español que lo haga oficialmente desde que Colón pisó tierra en Bariay.
Por: Roberto Álvarez Quiñones