Que se sepa, los únicos dos países del mundo en los que el Estado siembra, cosecha y distribuye los productos del campo son Cuba y Corea del Norte, precisamente las naciones más pobres del ex “campo socialista”, junto con Mongolia. Y valga la ironía: los dos pueblos peor alimentados continuaron sometidos al estatismo que les impide alimentarse bien.
Y surge la pregunta inevitable ¿Por qué con tan desastrosos resultados agrícolas del Estado Raúl Castro no libera el campo cubano y hace lo mismo que en Vietnam y en China? Esos dos países siguen sometidos a partidos comunistas que mantienen férreas dictaduras totalitarias, pero la población no se alimenta mal pues en la agricultura no opera el Estado, sino las leyes del mercado, como en el resto del mundo.
Sin embargo, en la Corea comunista han muerto de hambre millones de personas y actualmente hay millones de familias, incluyendo los niños, fatalmente desnutridos. En 1998 el Programa Mundial de Alimentos (PMA) reveló que el 60% de los niños norcoreanos menores de 7 años estaban “atrofiados” física o mentalmente debido a la desnutrición. Según organizaciones internacionales entre 1996 y 1999 murieron de hambre dos millones de norcoreanos. Y en 2008 un estudio conjunto del PMA y la FAO mostró que el 40% de la población de Corea del Norte necesitaba ayuda alimentaria internacional.
¿Y cómo le ha ido a Cuba con el Estado disfrazado de campesino? En síntesis, de exportadora de productos agropecuarios, con la estatización de la agricultura Cuba pasó a importar el 81% de los alimentos pues ya no se producen en la isla, por lo cual se implantó una cartilla de racionamiento de alimentos que sigue vigente 58 años después.
Los militares quieren capitalismo de Estado sin competencia
En cuanto a por qué Raúl Castro se niega a liberar el campo la razón no es ideológica, ni política, como hace creer el régimen. El General sabe de sobra que, como admitió su hermano Fidel en un desliz, el modelo socialista “no funciona”. Ni el dictador, ni ningún otro dinosaurio histórico de la Sierra Maestra, ni el resto de la élite dictatorial, creen en Marx, o Lenin, ni en musaraña doctrinaria alguna de las que se enseñan en las escuelas cubanas.
La cúspide castrista es sencillamente una mafia sedienta de dinero y poder. Y ahora cuando por razones biológicas sus principales jefes históricos ya tienen que pasar el poder a sucesores quieren que todo se afinque en un modelo neocastrista de capitalismo militar de Estado, totalmente en manos de las Fuerzas Armadas en lo político, militar, económico, mediático y cultural. Con eso aspiran a garantizar el bienestar de sus familias y sus descendientes, los de la casta militar en general, de la alta burocracia heredera de los históricos, y de los alcahuetas más conspicuos del régimen “neocastrista” deseado, de muy evidentes rasgos fascistas.
Por eso la nueva Constitución, diseñada por Raúl Castro, impide que el sector privado, incluyendo el agropecuario, le haga competencia a los militares y obstaculice la consolidación de ese capitalismo militar de Estado. O sea, la casta castrense no quiere confrontación con ninguna propiedad privada ajena a su modelo militarizado, porque saben que perderían la batalla.
Los militares quieren ser únicamente ellos quienes comercien con EEUU y se hagan millonarios cuando se elimine el “bloqueo”, una posibilidad que otra vez empiezan a acariciar con la posibilidad de que Joe Biden pueda derrotar a Trump en noviembre.
O se abre la mano en campo, o habrá hambruna en Cuba
Así las cosas, pareciera que la agricultura en lo fundamental va a continuar en manos del Estado y ni hablar de entregar tierras a privados para que las cultiven libremente. Pero esos planes criminales y anticubanos elaborados por la gerontocracia castrista súbitamente han chocado con la peor pandemia mundial en siglos, que ha empeorado dramáticamente el panorama socioeconómico de Cuba.
Sin turismo, sin apenas subsidios venezolanos y petróleo gratis, con la explotación de médicos en el extranjero disminuida, con la caída de las remesas y viajes de “gusanos” a la isla, sin materias primas para producir y exportar los bienes tradicionales (azúcar, níquel, tabaco, ron y biofármacos), y sin acceso a créditos comerciales (pues no paga a los acreedores) el régimen ya no tiene divisas para importar alimentos que suplan los que la agricultura socialista es incapaz de producir.
Y por tanto, se hace más evidente que nunca antes la urgencia de echar abajo el control del Estado en el campo cubano. De continuar agravándose la crisis alimentaria, si Raúl Castro no abre la mano en materia agrícola al sector privado inevitablemente habrá hambruna en Cuba, por primera vez desde el genocidio causado por el gobernador español Valeriano Weyler con la “Reconcentración” de miles de familias en 1896.