En Cuba no hay alimentos, medicinas, transporte, productos de aseo, los salarios no cubren los gastos básicos de una familia, pero sobran los recursos y la eficiencia para perfeccionar constantemente la maquinaria de represión política y social, la mayor que ha existido nunca en América.

Ahora, ante el agravamiento de la crisis del modelo estalinista, cuando la escasez de alimentos apunta ya hacia una hambruna y la gente grita en las colas que tiene hambre, Raúl Castro aumenta la represión a tales niveles que por primera vez en 61 años involucra al Ejército como esbirro.

El pretexto es acabar con los coleros, acaparadores y revendedores, a quienes culpa, junto con el “bloqueo” de ser los causantes de la escasez de alimentos y de todo. Es la misma excusa que dio Fidel Castro para implantar la cartilla de racionamiento de alimentos en marzo de 1962. Culpó a coleros, acaparadores y al “bloqueo” de la escasez de alimentos. Castro I se burló de todos. El embargo de EEUU había sido decretado apenas un mes antes (7 de febrero) por el presidente Kennedy, y la escasez era causada por él mismo por estatizar el 80% de las tierras cultivables y derrumbar la producción agropecuaria.

Su hermano Raúl igualmente ataca los efectos y no las causas del desastre cubano. Teme que como la crisis se seguirá agravando y la gente tiene menos miedo puede rebelarse cuando el hambre apriete más.  Y de eso se trata, de atemorizar a la población incluso con el Ejército por las calles, para suprimir ya no solo las actividades opositoras, sino para impedir que la gente exprese sus angustias y proteste en las colas.

Hay ya 22,000 esbirros reclutados

El 4 de agosto (la víspera de cumplirse 26 años del “maleconazo”) el primer ministro Manuel Marrero anunció por la TV que fueron reclutados más de 22,000 personas para actuar como esbirros en las colas de 2,979 tiendas del país. Son policías, soldados de las FAR, burócratas del PCC y los gobiernos locales, y delatores de oficio de los CDR, la FMC, la CTC y de las propias tiendas.

Formarán con ellos 3,054 “Grupos de Enfrentamiento”, nombre que al parecer tienen estas huestes fascistas, pero que son una nueva modalidad de las Brigadas de Respuesta Rápida (BRR).

El camuflaje de proteger al pueblo de los coleros y acaparadores lo hizo añicos el propio “presidente” Miguel Díaz-Canel sin querer cuando dijo hace unos días: “las calles en Cuba son para los revolucionarios y para el pueblo trabajador”. Más claro ni el agua. La dictadura quiere acabar con las crecientes muestras de descontento de la población, que cada vez más se atreve en las colas a protestar y decirle al pan, pan, y al vino, vino.

Como un adelanto de lo que viene el diario Granma informó que 1,285 coleros han sido sancionados desde marzo último y que muchos están en prisión por “acaparadores”. Nada de eso, periodistas independientes reportaron que en su inmensa mayoría fueron encarcelados por decir en las colas que tienen hambre y no tienen agua ni jabón para combatir la pandemia.

¿De quién es la culpa de que haya colas y coleros?

Es simple, en Cuba hay colas y coleros a causa del comunismo. La agricultura y la industria castristas son incapaces de producir alimentos y bienes de consumo suficientes ni de generar divisas para importarlos, ni de EEUU, ni de Nueva Zelanda. El colero es un producto socialista, y es consecuencia, no causa. Y del “bloqueo” recordemos que en 2019 Cuba importó desde EEUU alimentos por $286,8 millones, y entre enero y mayo de 2020 compró otros $82 millones.

Pero además, la cúspide castrista está tan lejos de los cubanos de a pie que no se ha enterado de que el mercado que realmente alimenta a los cubanos es el subterráneo, que se nutre esencialmente del robo al Estado. Los coleros no roban al Estado.

Hay básicamente dos tipos de coleros ahora perseguidos, los que compran para luego revender, y los que hacen la cola y venden el turno cogido. Ninguno de los dos comete delito alguno en ninguna parte del mundo normal. Al final, el revendedor es como un comerciante minorista que compra a un precio y vende a otro para obtener una ganancia. Y el que vende su turno le hace un favor a personas que no pueden hacer una cola de muchas horas.

Efectivamente, los coleros pueden impedir que consumidores adquieran productos, pero en esto pasa como con la emigración cubana, que muchos creen es por motivos económicos y no políticos.

Solo cabe preguntar: ¿habría colas enormes y revendedores en Cuba si hubiese economía normal de mercado? ¿las hay en Costa Rica o en Uruguay? ¿a quién hay que culpar entonces de esta desgracia cubana?