“¿Y si en vez de ‘captar’ dólares, nos ponemos para producirlos?”
“Cuando se les acaba la leche a los niños les tengo que dar agua con azúcar, no puedo hacer otra cosa”.
La propuesta de arriba fue lanzada hace unos días por el conocido actor cubano Ulises Toirac, residente en La Habana. Y la queja de abajo la hizo la abuela María Elena Sosa a dos periodistas independientes en Arroyo Naranjo, también en la capital cubana.
Ambas frases son los dos polos de la realidad cubana. Para que no solo los niños menores de 7 años, sino todos los cubanos, puedan tomarse el vaso de leche prometido por Raúl Castro hace 13 años, y para hacer tres buenas comidas al día, el país no puede dedicarse a mendigar los dólares sino a producirlos. Tiene que producir alimentos y de todo en grande. Solo así pueden satisfacerse las necesidades de la población y generarse los recursos financieros para importar lo que no se produzca nacionalmente.
Entre sollozos María Elena contó: “Con 400 pesos (16 dólares mensuales) tengo que mantener a los dos niños y atender a mi hija en prisión, al menos para llevarle un poco de pan y refresco, más el viaje”. Y agrega que gracias a sus vecinos, “si se les queda alguna ropita a sus hijos me la dan para mis nietos”.
No es ese el testimonio de una abuela en Burundi, sino de una que vive en el corazón de Occidente, en un país cuyo PIB per cápita duplicaba al de España y era el tercero más alto de Latinoamérica.
Es criminal no liberar las fuerzas productivas
Ya constituye un crimen de lesa humanidad la negativa del dictador Raúl Castro a liberar las fuerzas productivas y abrir definitivamente la economía al sector privado. Resulta absurdo, además, mantener vigente un sistema económico probadamente improductivo y fracasado a nivel mundial.
Es insultante que Raúl Castro y sus militares vivan como millonarios con los recursos robados a los trabajadores “en el poder”. Y que les importe un pito que la crisis del país avanza ya hacia la hambruna, con apenas una sola y deficiente comida al día, carente del valor proteico, calórico y vitamínico necesario. Ya incluso los cubanos han comenzado a adelgazar en este “período especial” del siglo XXI.
Sin pymes el hambre será inevitable y grave
El anuncio que hizo recientemente la ministra de Trabajo y Seguridad Social, Marta Elena Feitó, de que se eliminará la lista de 123 actividades económicas autorizadas para el cuentapropismo y se permitirán negocios de “más amplio perfil”, fue tan impreciso como insignificante. Nada dijo de crear pymes, empresas privadas pequeñas y medianas. Claro, en caso afirmativo el anuncio lo habría hecho Díaz-Canel.
Solo para empezar la economía cubana necesita las pymes para producir más, aumentar la muy baja tasa de productividad, aliviar la agobiante escasez, y dar empleo a la enorme cantidad de personas en edad laboral que no trabajan ni estudian.
La ministra Feitó explicó que habrá más actividades privadas pero solo si se utilizan “recursos y materia prima de procedencia lícita”. No precisó si esos nuevos negocios podrán importar materia prima, o si los obligarán a comprar en un mercado mayorista con el Estado como intermediario.
Lo que quedó claro, según lo poco que adelantó la ministra, es que no habrá empresas privadas propiamente sino precarios negocios que producirán algunos bienes industriales pero artesanalmente, como en los tiempos de Marco Polo.
Joe Biden no salvará del colapso a la economía cubana
El inmovilismo castrista se agarra hasta de un clavo, aunque esté flojo. El general Castro y sus históricos además de negarse a “traicionar” el legado estalinista de Fidel Castro y solo enfocarse en consolidar el capitalismo militar de Estado que quieren dejar a sus sucesores, ahora se aferran a la esperanza de una posible victoria de Joe Biden sobre Donald Trump en noviembre. Saben que eso resucitaría el acercamiento y las concesiones de Washington a La Habana sin pedir nada a cambio, y el levantamiento de las sanciones contra Venezuela.
Pero es un garrafal error de cálculo. En EEUU rigen las leyes del libre mercado y jamás regalará nada a Cuba. Suponiendo incluso que fuese levantado el embargo por el Congreso no habrá comercio, ni se concederán créditos a una economía quebrada, casi en ruinas por el rechazo de Castro II a permitir la libre empresa. No es el embargo lo que asfixia la economía cubana. La crisis de la economía en Cuba es el fracasado modelo de producción marxista-leninista. Y punto.
El inhumano rechazo del dictador Raúl Castro a que la economía cubana regrese a su hábitat natural del mercado es lo que obliga a mendigar dólares y a que María Elena Sosa le dé agua con azúcar a sus nietos.