Con la aplicación Portero, el Gobierno controla las colas y la vida privada de los cubanos. La herramienta está conectada con las bases de datos del Ministerio del Interior donde se recoge la actividad delictiva.

“Ayer compraste 6 muslos de pollo, hoy solo puedes llevar puré de tomate”.

Si se exceptúa a la extraterrestre Corea del Norte no es concebible que esta advertencia se la haga el empleado de una tienda a un cliente en ningún otro país que no sea Cuba. George Orwell no pudo imaginarse que el “Gran Hermano” omnipresente estaría controlando a todo un pueblo del Caribe 71 años después de escribir su genial novela “1984”.

Pero así es. A medida que se agrava en Cuba la crisis, ya existencial, aumentan los controles y las prohibiciones ordenadas por la dictadura de Raúl Castro. Y como siempre, con un pretexto para enmascarar el verdadero objetivo represivo.

Esta vez el argumento es la “lucha contra los coleros“, que incluye a unos 22,000 esbirros de la policía y chivatos civiles, pero que ahora cuenta también con recursos tecnológicos novedosos, como la aplicación online denominada “Portero”.

Este nuevo grito de la moda informática castrista lo tienen de oficio en sus teléfonos móviles los empleados de las tiendas, ahora obligados a realizar labores policiales. También les da a los policías profesionales una patente de corso para robar lo que incautan a los llamados “coleros”.

Los datos privados del consumidor van al MININT

Resulta que ahora quien compra en una tienda cubana es obligado a mostrar el carné de identidad al empleado que lo atiende o en su defecto al policía o chivato civil que “cuida” la cola para entrar al establecimiento. Al consumidor le escanean descaradamente su carné y almacenan en un teléfono móvil sus datos privados personales en una base de datos que pasa graciosamente al MININT.

Esta tecnología, creada a toda prisa en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) por orden “de arriba”, registra a qué tienda va, qué compra cada consumidor, y “de paso” capta si protestó en la cola contra la escasez, o alentó a otros a quejarse.

Es un paso más del régimen en la violación flagrante de los derechos humanos. Haciendo una abstracción alucinante imaginemos que en EEUU al comprar en una tienda todo consumidor antes de pagar tiene que mostrarle al cajero su pasaporte, o la licencia de conducción, o el ID, o la “green card”, que dicho empleado almacena en un teléfono inteligente todos sus datos personales y los envíe al FBI en Washington. Este sería un buen tema para una película de Hollywood si no fuera la pura realidad en Cuba.

Y hay más, en muchas de las tiendas en las que se aplica esta tecnología el empleado que escanea el carnet de identidad del cliente se queda con dicho documento y solo se lo devuelve al consumidor cuando ya va pagar en la caja registradora.

Control en las colas, la nueva meta del MININT

“Portero”: controlar mejor, encarcelar a quienes protesten

Como este “Portero” es manejado por el MININT, es obvio que más que evitar que una persona haga la cola más de una vez o compre lo que “no le toca”, el propósito real es meter miedo, controlar, o llevarse preso a quienes expresen en las colas el creciente descontento popular por la angustiosa escasez.

Porque mientras más se agrava la crisis socioeconómica, más temerosos están los jerarcas dictatoriales. Le tienen pánico a una posible explosión social, la cual paradójicamente será cada vez más factible si el general Castro se sigue negando a abrir la economía al sector privado.

El ingeniero Allan Pierra, quien en la UCI fue el encargado de coordinar el desarrollo de esa nueva sofisticación represiva, la justificó a los medios de prensa con el argumento de que fue diseñada para que se mantenga el orden en los establecimientos que comercializan productos”. Y se basó en que en cada tienda hay siempre empleados o policías en las colas que tienen teléfonos inteligentes. Claro, no dijo que si no los hay el gobierno se encarga de que los haya.

“Portero” impide el bienestar de la sociedad, no es al revés

El ingeniero Pierra remató: todos los profesionales cubanos debemos poner nuestro talento en función del bienestar de la sociedad”. Tal concepto del bienestar social revela que dicho técnico y el resto de sus colegas de misión han sufrido fuerte daño antropológico, el mismo que ha causado el castrismo a tantos otros cubanos durante seis décadas.

Lo han sufrido porque ya no son capaces de percibir que el bienestar de una sociedad no se logra con intimidación, controles inauditos y cárcel, sino con abundancia de todo, y que eso, la producción abundante de todo es imposible en Cuba mientras exista el sistema comunista-estalinista, que encarnado en el Gran Hermano inquisidor ellos perfeccionan y aúpan con sus aportes policiacos.