Si algo expresa el fracaso del castrismo y la inviabilidad del comunismo impuesto en Cuba es la Libreta de Abastecimiento, la cartilla de racionamiento de alimentos, que tiene ya 58 años de edad y debiera estar registrada en el libro de Record Mundiales de Guinness.
La libreta, como la llaman los cubanos, evidencia la incurable improductividad de la socialista agricultura cubana, que no ha permitido prescindir de ella en seis décadas, ni siquiera cuando Cuba era inundada con miles de millones de dólares por sus mecenas, primero la Unión Soviética y luego Venezuela.
Para colmo, hoy en pleno siglo XXI es más invasiva y restrictiva que cuando vio la luz en 1962. Hace poco el periodista Juan Diego Rodríguez reportó desde La Habana, en “14ymedio”, que ahora también hay que llevar la libreta a las tiendas “liberadas”, o sea, las shopping.
Más restricciones que nunca para poder comer
Ya en las provincias de Holguín y Sancti Spíritus los consumidores que no llevan la libreta a las tiendas que venden en CUC no pueden comprar nada. En Sancti Spíritus cada día se le asigna a 300 núcleos familiares ir comprar, no en una tienda escogida por ellos, sino en la que le asigne específicamente un burócrata estatal, que puede estar a 20 cuadras de distancia. Además tienen que llevar el carnet de identidad.
O sea, los espirituanos ahora tienen más dificultades que nunca para poder comer. Lo peor es que si el día que le toca comprar a la familia Pérez, por ejemplo, no hay los alimentos que necesita, los Pérez comerán mal, muy poco, o pasarán hambre.
¿Por qué hay que llevar la libreta? Como los consumidores no están inscritos en esos establecimientos en CUC, los obligan a llevar la libreta para registrar en ella lo que el cliente compra, y así ya no pueda comprar ese producto en ninguna otra parte, ni allí mismo.
Esta es una triste historia que se remonta a los orígenes de la cartilla de racionamiento, a la que tramposamente Castro I dio el nombre de Libreta de Abastecimientos para no admitir que era puro racionamiento. Y encima culpó al “bloqueo yanqui” y el “acaparamiento de alimentos”.
Falso. El embargo de EEUU, había sido decretado solo un mes antes por el presidente Kennedy, y no había acaparamiento sino una escasez alarmante de alimentos debido al derrumbe de la producción agropecuaria luego de la estatización del 80% de las tierras cultivables del país y la creación de sovjoses y comunas maoístas que el dueto Castro-Che Guevara llamó Granjas del Pueblo para cubanizarlas.
Ni con el dinero de Moscú y los “mercaditos” se pudo eliminar la libreta de abastecimiento
Varias veces se ha anunciado oficialmente que la libreta va a ser eliminada. Incluso se decía con insistencia hace unos 3 años. Nunca se ha podido. A mediados de los años 80, cuando el mercado paralelo y los “mercaditos”, se daba como inminente la eliminación de la libreta, según algunos funcionarios estatales.
Eran los tiempos en que la URSS había abierto al máximo el grifo de sus subsidios y pagaba a Cuba 45 centavos la libra de azúcar cuando el precio mundial oscilaba entre 5 y 6 centavos, y vendía a países capitalistas los 21 millones de barriles de petróleo que Cuba no consumía (de los 90 millones de su cuota en el CAME) y enviaba a La Habana las divisas.
Fue así que creció un poco la oferta de alimentos, pero solo los importados. Con pesos cubanos (a precios exorbitantes) en los “mercaditos” se compraban, latas de carne rusa, coles rellenas búlgaras, ajíes rellenos, spam, arroz a la jardinera y otros productos de los países “hermanos”(comunistas), y algunos jugos y otros alimentos de producción nacional.
Ni con semejante inyección de dinero y de alimentos del “campo socialista” la agricultura castrista fue capaz de aumentar la producción como para poder eliminar la libreta. Desapareció la URSS y se esfumaron los “mercaditos”. Y cayó sobre Cuba la peor crisis económica de su historia republicana.
Raú Castro nació en una finca, sabe que solo la agricultura privada es productiva
En diciembre de 2010, durante el boom de los subsidios venezolanos, y el creciente flujo de remesas (en un 90% procedentes de la “gusanera” en EE.UU), el ministro de Economía, Marino Murillo, anunció ante la Asamblea Nacional que el gobierno gastaba más de $1,000 millones dólares en alimentos subsidiados por el Estado, que eso no podía continuar y la libreta iba a desaparecer gradualmente.
Claro, Murillo no dijo fue que los subsidios los pagan los trabajadores, a los que el Estado los despoja del grueso del dinero que producen y les paga salarios miserables. Han pasado 10 años desde aquello, y nada. La libreta de abastecimiento es inherente al castrismo.
Y constituye un crimen del dictador Raúl Castro, quien nació y se crió en la finca de su padre y sabe que la única forma de producir más alimentos es poner la agricultura en manos privadas.