“Primero vendan los ‘módulos’ de alimentos y productos de aseo a militares, policías y trabajadores civiles de las FAR, no importa sin son muchos, y luego, si queda algo, se lo venden a la población”.

Esta sin duda es la orden que ha dado el Partido Comunista a las tiendas en Sancti Spíritus, Y si aún no ha sido dada a otras provincias ya debe estar en camino. El descontento popular crece como la espuma y a los militares y esbirros policiales, que por la fuerza sostienen la tiranía, hay que tenerlos bien contentos.

El caso espirituano se ha conocido porque la periodista Mercedes García lo reportó a “14ymedio” luego de hablar con personas que hacían cola en esa histórica ciudad, una de las primeras villas fundadas en el siglo XVI en toda América.

Militares y esbirros tienen “prioridad”

Maritza Wilson dijo que se alegró al saber que a la bodega de la esquina de su casa habían llegado los mencionados módulos, que no solo contienen alimentos “perdidos” en los mercados, sino productos para la higiene. Pero cuando los vecinos se acercaron a comprarlos les informaron que tenían prioridad “los militares, policías y el personal civil de las Fuerzas Armadas.”

“El bodeguero nos dijo –relató Maritza– que esa era la orden, porque se supone que esas personas están trabajando en la campaña contra el coronavirus y por eso deben poder comprar con facilidades y sin hacer cola”. Y muy indignada agregó: “después de que todos los militares de mi barrio compraron se acabó el champú y el módulo al que tuvimos derecho ya estaba incompleto”.

La frustrada consumidora precisó que en los módulos se incluía “jabón, detergente, un tubo de pasta dental, acondicionador para el pelo, y champú por un precio de 15 CUC (…) un pomo de lavavajillas y otros productos muy necesarios en una casa y que estaban perdidos”.

Raúl Castro y sus compinches están temerosos

A su vez, Pedro Lázaro, residente en el barrio de Kilo 12, le dijo a la periodista: “En casi seis meses desde que se estableció este método de venta yo solo he podido alcanzar un paquete pequeño de detergente y una botella de aceite, porque mi barrio está lleno de militares”. Añadió que “desde mucho antes a los militares les estaban dando una jaba con pollo y otros productos, por lo que este es otro privilegio”

De este pasaje de la angustiosa vida cotidiana en Cuba se sacan tres conclusiones:

1.- La crisis del castrismo se agrava por mucho que Raúl Castro, la mafia militar y la alta burocracia civil de la dictadura traten de disimularlo. Están temerosos.

2.- El régimen basa su poder, como nunca antes, en las FAR y el MININT, sin ningún otro soporte real a la mano.

3.- La indignación por el inmovilismo para hacer cambios de verdad, el hambre, la escasez de todo, la represión, y el hartazgo por tanto abuso, están colmando la copa de un descontento inédito en 61 años.

El dictador y su equipo militar están nerviosos. La situación se agrava y erosiona paulatinamente los cimientos de la estabilidad del régimen, que ellos consideraban eterna.

Viviendas para los militares y los represores en Cuba. Barrio en Altahabana

Barrios exclusivos para quienes sostienen la tiranía

Los privilegios para militares no son una novedad, pero sí la forma desembozada en que se conceden ahora. Desde 2011 se construyen viviendas exclusivamente para los militares. De las pocas viviendas que ahora construye la “revolución”, aproximadamente el 33% son para los uniformados. Se han erigido miles de viviendas para militares en toda la isla, mayormente en La Habana.

Un ejemplo es el nuevo reparto Maravilla en Altahabana. Allí en marzo de 2017 les entregaron a los militares viviendas amuebladas y equipadas incluso con calentadores solares en los techos, y a precios muy bajos, según un reportaje publicado en Cubanet. Igualmente en Santiago de Cuba y casi todas las capitales provinciales se han construido comunidades enteras con apartamentos grandes, clínicas, escuelas, canchas deportivas, parques, centros comerciales y cines.

Esto recuerda al dictador Fulgencio Batista cuando consciente de que la base de su poder eran los militares, lo mismo en su primer período entre 1933 y 1940 como jefe del Ejército dirigió al país desde la fortaleza militar de Columbia y mantuvo como fachada a siete diferentes presidentes de la República sin poder alguno, como luego del golpe de Estado de 1952, construyó viviendas modernas para sus oficiales, sargentos y soldados a lo largo de la Carretera Central y otros lugares. Y erigió una Ciudad Militar en Columbia.

La gran diferencia es que la dictadura de Batista no era comunista y la empresa privada construía miles de viviendas y edificios monumentales.

Volviendo al general Castro, a quien, por cierto, Batista cargó cariñosamente de niño, sin duda tiene miedo. Y echando a un lado el disimulo populista y los disfraces ha ordenado a sus compinches que privilegien “a lo descarao” –como se dice en la isla–, a quienes los mantienen en las “mieles del poder”.