¿Había en Cuba antes de 1959 acaparadores y revendedores de medicamentos? ¿Los hay actualmente en Costa Rica, Argentina, Japón, Francia, Nigeria, Marruecos, o Australia?
¿En algún país normal el Estado es el propietario de todas las farmacias y los hospitales y encima no tiene dinero para producir ni importar medicamentos? ¿Cuántos cubanos han escapado de la muerte y no se han agravado de sus enfermedades crónicas gracias a haber conseguido sus indispensables medicamentos “por la izquierda”?
Esas preguntas deben responderlas quienes en la prensa oficial castrista culpan a los revendedores por la escasez de medicamentos, agudizada por la necesidad de tratamientos ante la expansión del Covid-19.
En Cienfuegos el periódico oficial “5 de Septiembre” hace unos días arremetió contra los 31 “acaparadores” y “revendedores” condenados por los tribunales, acusados de “actividad económica ilícita” y “tenencia de drogas” (las medicinas), a quienes les ocuparon 20 tiras con capsulas de Azitromicina y 29 bulbos de Rocephin (antibióticos antibacterianos) y otros 45 medicamentos e insumos.
Dirigentes y sus familiares, medicinas y hospitales exclusivos
La nota periodística precisó que la mayor cantidad de medicinas incautadas habían sido importadas legalmente, libre de impuestos aduaneros, por cubanos que viajaron al extranjero, a los que acusó de “ambición” y “oportunismo”. Y que las restantes provenían de hospitales debido a las “fisuras en nuestras instituciones de Salud que permiten el escape de medicamentos”.
Traducido del lenguaje manipulador castrista se advierten dos cosas: 1) la mayoría de las medicinas que hay ahora en el mercado negro y la gente puede conseguir son las que llevan en sus maletas los cubanos que viajan de regreso a Cuba; y 2) las restantes son las que se roban los trabajadores del sistema de Salud Pública.
Los viajeros luego de satisfacer las necesidades de medicamentos de sus familiares venden el resto clandestinamente a los precios que impone ley de la oferta y demanda, pues así funciona el comercio en el mundo desde los tiempos de Babilonia hace miles de años.
Y quienes los sustraen en las farmacias y hospitales lo hacen sin ningún remordimiento. Ellos ven cómo a los dirigentes políticos y sus familias no les falta ninguna medicina, por cara que sea, y cómo cuando se enferman reciben un tratamiento médico exquisito en hospitales exclusivos para ellos, como el CIMEQ de La Habana, equipado con la mٞás avanzada tecnología, al cual la prensa tiene prohibido el acceso y está custodiado militarmente. Y todo pagado con el dinero que le roban al pueblo.
El robo al Estado es parte de la supervivencia en un régimen comunista
Además, robarle a un Estado comunista no es delito. Es algo indispensable para evitar hambre y enfermedades. Los acaparadores, revendedores, coleros, y un mercado ilegal son hijos legítimos de toda tiranía marxista-leninista. Son efecto, no causa de la escasez, que es consecuencia de la supresión de la propiedad privada y la economía de libre mercado.
Quienes tienen más edad recuerdan que en Cuba quienes adentraron a la gente en el “trapicheo” comercial clandestino fueron los técnicos soviéticos que vivían en la isla. Lo hacían en la URSS para paliar una escasez que, por cierto, era mucho más benigna, pues el comunismo castrista ha sido mucho peor, agravado por los disparates y caprichos letales de Fidel Castro, y luego de Raúl Castro. Para los cubanos es cuestión de vida o muerte la existencia de un mercado subterráneo que es el que alimenta, viste, calza y transporta. Y el que suministra las medicinas necesarias.
El 85% de los fármacos son importados y no hay divisas
En las farmacias no hay prácticamente nada, ni siquiera aspirinas. Los hipertensos, cardíacos o diabéticos están meses sin sus medicinas. Tampoco hay psicofármacos en un país donde la depresión y el stress son alarmantes. El 85% de los medicamentos tienen que ser importados, no se producen en la isla. Y en noviembre de 2017 el diario “Granma” reconoció que la grave escasez se debe a que no se les está pagando a los proveedores extranjeros que suministran la materia prima para producir fármacos nacionalmente y tampoco hay dinero para importarlos.
El colmo es que la dictadura encarcela a quienes como comercio privado (eso es el mercado negro) suministran los antibióticos y demás medicinas que el Estado es incapaz de proveer. Salvan vidas y evitan sufrimiento a quienes padecen enfermedades crónicas.
Con propiedad privada, no escasez, no tantos muertos por Covid
Por lo demás, culpar a supuestos acaparadores es un viejo truco. Lo inventó Fidel Castro cuando azuzado por el Che Guevara estatizó la agricultura y se desplomó la producción agropecuaria. Implantó la cartilla de racionamiento y pidió ayuda a Moscú para evitar una hambruna. Muchos recuerdan las latas de “carne rusa” que mataron el hambre de no pocos. Pero el caudillo por la TV responsabilizó los “acaparadores y revendedores” de aquel desastre causado por él y el comandante argentino.
Conclusión: si en Cuba las farmacias no fuesen estatales y hubiese laboratorios y plantas privadas de balones de oxígeno, insumos y equipos médicos, no habría escasez de medicinas, ni cubanos sufriendo asfixiados por el Covid hasta finalmente dejar de respirar.