El “presidente” Miguel Díaz-Canel, con los cubanos prácticamente pasando hambre, hace unos días participó (vía cibernética) en la Cumbre sobre los Sistemas Alimentarios de la Asamblea General de la ONU, en la cual hizo una apología de la cartilla de racionamiento cubana. Aseguró, sin sonrojarse, que su gobierno “garantiza el derecho universal a la alimentación de todos los cubanos mediante la libreta de racionamiento”.
“La única solución al hambre y la malnutrición –insistió en su pobre vocabulario– es transformar de manera urgente los patrones de producción y consumo del capitalismo”.
Mostró irrespeto al pueblo y también sus “pocas entendederas”
En otras palabras, aconsejó a los estupefactos jefes de gobierno presentes en la cumbre citada que la solución a los problemas de malnutrición y hambre que aún prevalece en muchos países es imponer un racionamiento de alimentos como en Cuba. Se ufanó de que la canasta básica familiar racionada en la isla consiste en 19 artículos alimenticios de primera necesidad a precios asequibles, y que la reciben “todos los cubanos y cubanas”.
Con semejante alocución Díaz-Canel no solo mostró una vez más su desprecio por el pueblo cubano, sino también su escasez de neuronas, o como dicen los españoles, sus “pocas entendederas”. Ratificó que definitivamente carece incluso del más elemental sentido común.
Porque con un mínimo de talento no se le habría ocurrido mencionar esa gran vergüenza nacional cubana que es la Libreta de Abastecimiento en un cónclave global dedicado a los sistemas alimentarios. Pero Díaz-Canel, por el contrario, estimó que daría una buena imagen del castrismo destacar en la ONU que en Cuba se mantiene vigente una cartilla de racionamiento alimentos desde mediados del siglo XX. Y es desconcertante también que entre todos sus colegas del gobierno y el partido no hubo solo que se diera cuenta, y lo aconsejara, de que con esa declaración haría un ridículo colosal.
En la cúspide castrista nadie sabe ni qué forma tiene la libreta
Pero lo más indignante es que Díaz-Canel, su esposa Lis y todos los jerarcas dictatoriales viven según los “patrones de consumo” no ya del capitalismo, digamos normal, sino el de los multimillonarios. Ni el presidente designado castrista, ni ninguno de ellos sabe siquiera qué forma o color tiene la “libreta”, o dónde está la OFICODA que les corresponde a ellos para actualizarla periódicamente.
No hay que ser muy suspicaz para sospechar que cuando el también Primer Secretario del PCC, su conyugue, y todos los integrantes de la oligarquía dirigente se levantan por la mañana sus sirvientes les sirven un desayuno que seguramente incluye tostadas con mantequilla, bastante jamón y queso, jugo de naranja o mango, y una rebosante taza de café con leche (café puro al 100%). Para el almuerzo y la cena disponen de alguna carne al horno o a la parrilla, o pescado, o mariscos, o pastas, convoyados “con todos los hierros”; un postre, y para cerrar una tacita de café legítimo bien aromático. Todos se levantan de la mesa con dificultad por lo repletos que están.
Un “logro de la revolución”: comida solo para una semana
Y si bien es verdad que todos los gobernantes y dirigentes políticos del mundo comen muy bien, también es cierto que esos políticos de países normales no impiden que sus gobernados coman igual o mejor que ellos, pues pueden producir libremente alimentos suficientes, o los importan.
Lo único cierto aquí es que no hay mayor evidencia del fracaso de la “revolución” y del socialismo que esa cartilla de racionamiento de unos pocos alimentos que apenas alcanzan para una semana o 10 días y obliga a los cubanos de a pie a “inventar”, o robando al Estado, o vendiendo cualquier cosa para obtener dólares o pesos con los cuales pagar los altos precios de los alimentos en el mercado negro.
Y ni así los cubanos logran alimentarse adecuadamente con el valor proteico, calórico y vitamínico requerido, razón por la cual hay tantos ciudadanos, sobre todo ancianos y niños, sufriendo distintos grados de desnutrición.
El racionamiento igualitario es contra natura, impide el desarrollo
Además, y muy importante, la libreta de racionamiento realmente es un obstáculo adicional para el desarrollo económico y social de Cuba. Porque quien se esfuerza más en su trabajo, es más diestro, produce más bienes y servicios con la mejor calidad, luego recibe la misma cantidad de alimentos que quien produce poco, con pésima calidad, o ni siquiera trabaja.
Cualquier racionamiento igualitario en cuestión de alimentos causa el mismo efecto negativo y contrario al desarrollo que el cooperativismo. Los guajiros cubanos explican esto genialmente con una criolla frase: en la cooperativa todos “no jalan parejo”. En las cooperativas, agrícolas o de cualquier tipo, siempre unos se esfuerzan más que otros y producen mucho más, pero todos reciben la misma cantidad de dinero en el reparto de las ganancias.
Conclusión: el racionamiento de alimentos solo se justifica en caso de guerra, o catástrofe natural, nunca por imponer el comunismo, estatizar las tierras cultivables y causar hambre deliberadamente. La libreta en Cuba es una trágica parodia del racionamiento en la “Granja” estalinista de George Orwell.