Antes del castrismo, cuando Cuba era “explotada por el imperialismo y la burguesía nacional”, el calzado cubano era motivo de orgullo nacional, por su elegante y bonito diseño y estilo, la calidad de la piel y por su gran comodidad. Se exportaban zapatos a todo el planeta y gozaban de bien merecida fama. Se producían casi 18 millones de excelentes pares de zapatos anuales, para seis millones de habitantes. Por menos de 10 pesos se podía comprar un magnífico par de zapatos cubanos.
Fidel Castro en abril de 1959 se reunió con los empresarios privados de la industria del calzado (a los cuales 16 meses después les quitó sus fábricas) y les dijo que el calzado cubano tenía que seguir siendo de muy alta calidad, “un mejor zapato que cualquiera que se pueda importar aquí”.
Casi 63 años después, luego de seis décadas de socialismo, los cubanos andarían descalzos o con zapatos parecidos al que se come Charles Chaplin en la película “La Quimera del Oro”, si no fuera por los que lleva la “gusanera” desde el extranjero a la isla, pues la otrora pujante industria nacional del calzado casi desapareció, y los pocos zapatos que se importan de China son de tan mala calidad que enseguida se deshacen. Ah, y solo se venden en moneda extranjera.
Un pastor estadounidense que en agosto de 2015 fue a predicar en una Iglesia Evangélica del Vedado antes de comenzar a predicar dijo jocosamente a los fieles: “Estoy mirando desde aquí los pies de ustedes, y por eso sé que estoy en Cuba”, según reportó Cubanet desde la isla. Así sería el maltrecho y pobre calzado que aquel predicador extranjero vio en quienes lo escuchaban.
Si compra los tenis para su hijo pasará hambre toda la familia
Un reportaje reciente (6 de octubre) de “14ymedio” comenzó así: “Sandra tiene la cara pegada a la vidriera de la zapatería Sport en la plaza Carlos III, en La Habana, donde este martes se ha formado una nutrida cola. En ella se exhiben dos pares de tenis para niño que cuestan, respectivamente, 22.50 y 22.68 dólares (540 y 544 pesos) y son los más baratos a la venta”.
Pero Sandra solo pudo comprar 30 dólares para las necesidades del mes en su hogar, incluyendo los alimentos y luego de pagar 75 pesos por cada dólar, o sea, 2,250 pesos, casi el salario del mes completo. Encima, su esposo está “interrupto” (desempleado). En fin, si compra los tenis toda la familia pasará más hambre.
Otra mamá, que no dio su nombre, le dijo al diario independiente citado: “Compré lo que necesitaba para la escuela de la niña a una mujer que vende mercancía traída del exterior. Me costaron 3,000 pesos los tenis y 2.000 la mochila”. O sea, pagó 125 dólares por un par de tenis. En las lujosas tiendas exclusivas de Macys, en EE.UU, se pueden comprar tenis excelentes a más bajo precio.
En fin, con tan poca oferta, los precios del calzado en Cuba son como promedio probablemente los más altos del mundo.
“…Se nota la calidad, es calzado cubano”
Regresando a la Cuba “de antes”, la industria del calzado estaba tan desarrollada que era la segunda del país en importancia por su rendimiento económico. Y en opinión de gente tan famosa como los actores Errol Flynn y Tyrone Power y muchas otras celebridades, ni los zapatos Thom Mcan, o Florsheim (de EEUU), o los italianos, eran mejores que los zapatos cubanos.
Eran conocidos internacionalmente en particular los zapatos Ingelmo y Amadeo, seguidos de Bulnes y Valle. Esas cuatro prestigiosas marcas se veían en las calles de muchos países y validaban un lema comercial muy popular: “…Se nota la calidad, es calzado cubano”.
¿Qué fue de aquella excelente industria del calzado?
Bueno ¿y qué fue de aquella excelente, autosuficiente y exportadora industria cubana del calzado? Fue destruida sin compasión por el comunismo.
En la enorme fábrica fundada por Cristóbal Ingelmo, la mayor de las 185 fábricas cubanas (sin contar talleres más pequeños) antes de los Castro, hoy no se produce ni un solo zapato. Allí se producen maracas y tambores en un taller de corte y clava
La fábrica que instaló Amadeo Valle, a la par que la república en 1902, es hoy un cuchitril destartalado que solo produce botas rústicas del pésimo cuero. La fábrica Valle es un almacén de polvo. Y Bulnes, fábrica creada por Benigno Herrero Bulnes, se mantuvo funcionando a duras penas hasta los años 70. Luego devino puras ruinas y hoy hay allí una sala de Cine 3D y un timbiriche de alimentos y bebidas de origen impreciso.
Incluso la también habanera fábrica Amador Blanco Peña, montada por Fidel Castro con las maquinarias robadas a las plantas Ingelmo y Valle fue desmantelada en 2014 y hoy en esa inmensa nave radica la Oficina Nacional de Diseño Industrial.
Solo algunos cuentapropistas diestros en la confección de calzado pueden hoy producir zapatos con alguna calidad, luego de pagar el cuero como oro en el mercado negro.
Lo cierto es que nadie sabe cuántos zapatos produce hoy Cuba, pues el régimen no da cifras. Pero datos sueltos de contrabando revelan el vergonzoso colapso del calzado cubano. Cuando los Castro asaltaron el poder había en Cuba 68 tenerías para abastecer esa industria. Hoy hay solamente cinco tenerías en total: tres en Caibarién, una en Caibarién, y otra en Guanajay. En los años 80 había 13, pero el dragón castrista se tragó ocho de ellas.
En fin, nuevamente citemos a Góngora, pero con una pequeña modificación pues a la otrora formidable industria del calzado cubano le toca decir: “Ayer, libre, maravilla fui; y hoy, comunista, sombra de mí no soy”.