Fábrica cubana acumula 250,000 mascarillas sin vender en medio de la pandemia de Covid

Los izquierdistas radicales latinoamericanos, estadounidenses y europeos (en Asia hay pocos y por eso esos países avanzan a mayor ritmo que los occidentales) que alaban a la “revolución cubana” y creen aún en las “maravillas” del socialismo debieran tener en cuenta una noticia publicada hace unos días por la propia prensa estatal castrista.

En una entrevista con el periódico oficial “Girón”, de Matanzas, Liudmila Pérez, administradora de la fábrica de mascarillas del estatal Grupo Empresarial GARDIS, de Matanzas, informó que luego de tres meses de su puesta en marcha la primera planta industrial de mascarillas desechables, higiénicas y quirúrgicas en Cuba, todavía no se ha vendido ni una sola y hay acumuladas en los almacenes unas 250,000 de ellas.

En el peor momento de contagio masivo del Covid-19, a partir de junio de 2021, con miles de muertos, los cubanos carecen de nasobucos (como la llaman en Cuba) adecuados. Los tienen que improvisar con pedazos de tela, sabanas viejas, etc.

Ni una sola mascarilla “azulita” ha salido de la fábrica

De la fábrica matancera, que costó al Estado cinco millones de pesos, no ha salido todavía a la calle la primera máscara “azulita”. Y no es un secreto que carecen de nasobucos centros de aislamiento, hospitales, aeropuertos, hoteles y los cubanos de a pie.

Claro, el dictador Raúl Castro, su asistente Miguel Díaz-Canel, y toda la alta claque dictatorial usan mascarillas extranjeras N95 o FPP2, que son caras. Y se vacunaron, no con Abdala, “porsia”, sino con Pfizer. Para eso son “dirigentes” ¿no?

De las mascarillas caseras las autoridades sanitarias recomiendan que no se usen por más de tres horas y que se laven con agua y jabón, se planchen y se tiendan al sol. Es decir, cada ciudadano debe tener más de una mascarilla.

Fue en marzo de 2021 cuando el Grupo GARDIS anunció que había gestionado con el empresario sirio Lway Aboradan (reside en la isla hace 30 años y su esposa es cubana), equipar una fábrica con tecnología extranjera para producir millones de mascarillas desechables, y a un costo de solo seis centavos de dólar cada una, en vez de los 46 centavos que cuestan al importarlas.

Los cubanos solo tienen disponibles mascarillas caseras de menor efectividad.

Máquinas mal montadas, y ya averiadas producen muy poco

Aboradan aceptó que le pagaran en devaluados pesos cubanos, en nombre de una “deuda de gratitud” con el país que le facilitó estudios, según le dijo a Maribel Rodríguez Argüelles, directora de GARDIS. Y se comprometió a suministrar la materia y cobrarla después según se vendieran las mascarillas. Vendió a la dictadura una de las máquinas y le regaló otra igual para duplicar la producción.

Pues bien, el montaje de la tecnología por parte de los técnicos y trabajadores cubanos fue desastroso. “No se guiaron estrictamente por las indicaciones que traía el equipo (…) las máquinas las desprogramaron y empezaron a usar una como repuesto de la otra”, se quejó Aboradan.

Antes de su montaje las máquinas fueron desembaladas y colocadas en medio de la construcción del local donde sería ubicadas. Allí estuvieron expuestas al polvo y la suciedad durante bastante tiempo, algo inaudito en tecnología de equipos sanitarios. Y no se instaló la climatización requerida.

Con tan socialista montaje de su tecnología la fábrica en vez de producir los 1.5 millones de mascarillas mensuales que previó Aboradan, en tres meses ha confeccionado 250,000, que yacen en los almacenes en medio del polvo. Encima, la administradora Liudmila reveló que ya una de las líneas está paralizada porque la otra sufrió un desperfecto técnico. Es nueva de paquete y ya está averiada. Típico del comunismo.

Nasobucos solo para quienes disponen de moneda extranjera

Y surge la pregunta obligada ¿por qué no se han vendido las mascarillas? Según la “Tarea de Ordenamiento” si esa fábrica de mascarillas adquiere la materia prima en moneda libremente convertible está obligada a vender los nasobucos en moneda libremente convertible.

La cúpula castrista en vez de buscar una solución urgente por tratarse de aumentar la protección del pueblo contra el coronavirus lo que hizo fue justificar esa medida criminal. De esa misión encargaron a Maribel, quien explicó: “Hicimos nuestros cálculos y hay un porcentaje que sí podemos venderle a la población (…), de cada tres mascarillas que vendamos en moneda libremente convertible podemos venderle una mascarilla a la población”.

El colmo es que ya tan inhumana solución choca con otro obstáculo que impide que al menos una de cada tres mascarillas vaya a la población. Porque “no existen contratos” para vender mascarillas a “sectores prioritarios como la Salud y el turismo”, dijo la directora de GARDIS.

O sea, el Ministerio de Salud Pública no ha podido comprar siquiera mascarillas para proteger al personal sanitario. Obviamente no tiene divisas. La mafia de GAESA, que las controla, prefiere invertirlas en construir hoteles para ganar dinero. Si el Covid-19 mata cubanos a diestra y siniestra, allá ellos.

Y como las mascarillas no se venden al inversionista sirio no le han pagado ni un solo centavo, y lo dice abiertamente, disgustado. Quizás puede que Lway considere ya saldada, al revés, su “deuda de gratitud” con el mismo Estado tramposo que ahora no le paga y se burla de él.