La propaganda castrista durante mucho tiempo machacó sobre la conciencia de los cubanos con el “coco” del miedo a un futuro que no sea el de un Estado sabio, justo, y omnipotente, que se ocupe de “darle” lo que necesite y de protegerlo (¿de qué?).

Ese supuesto pacto social socialista de recibir algo a cambio de ser esclavo del Estado lo hizo trizas la mafia raulista, sobre todo con la terapia de choque llamada Tarea de Ordenamiento. La dictadura ahora se desentiende de los ciudadanos. No obstante, en segmentos poblacionales de mayor edad lógicamente puede que queden aún rezagos de esa subcultura retrógrada de miedo a la libertad individual, miedo al futuro “incierto” del modelo liberal de la sociedad democrática moderna que al castrismo anatemiza a diario.

El régimen le pasa así por encima a lo que Thomas Jefferson llamaba los derechos que derivados de las leyes de la naturaleza tienen todos los hombres, y que ningún Estado, gobierno o sistema social les puede suprimir. O sea, el ser humano por su propia naturaleza es libre. Nadie tiene derecho a confiscarle su libertad individual, a prohibir la propiedad privada.

La libertad individual explica mayor desarrollo de muchos países

No es casual que los 37 países más desarrollados del mundo gozan de estas libertades individuales. Como tampoco es fortuito que tales libertades no existen en los 43 países más pobres.

Partiendo de esta premisa raigal de la libertad individual como un derecho emanado de la condición humana misma, visualicemos algunas aristas del futuro promisorio que van a tener los cubanos cuando el castrismo sea una amarga historia.

Comencemos por los cuentapropistas, que conforman una fuerza de más de medio millón de personas y constituyen el único sector económico dinámico que hay en la isla. Porque son ellos el embrión natural del coloso que reconstruirá la devastada nación cubana, tan pronto sea desinfectada de la plaga castrista.

Los cuentapropistas marcarán el despegue postcastrista

Y serán ellos los grandes protagonistas porque el sistema comunista hundió tan profundo a la economía cubana que de hecho la remontó a los siglos XVII y XVIII en la Europa absolutista anterior a la Revolución Francesa. Entonces el Estado parasitario impedía el desarrollo de las fuerzas productivas y la creación de riquezas. A los artesanos y comerciantes los asfixiaban con impuestos exorbitantes, precios topes, prohibiciones y regulaciones absurdas.  ¿No suena familiar a los cubanos este atropello a los cuentapropistas de hace 250 años?

Luego de la revolución procapitalista en Francia (1789-1799), con la propiedad privada y el liberalismo económico por delante, fueron los cuentapropistas (comerciantes, artesanos, innovadores, inversionistas y gente emprendedora en múltiples actividades) quienes “inventaron” la libre empresa moderna que construyó el mundo de hoy.

En rigor, los emprendedores “reiventarán” el capitalismo en Cuba

Igualmente, los modestos emprendedores de Cuba en el siglo XXI, a quienes hoy la mafia gobernante castrista les corta las alas para que no vuelen, “reinventarán” el capitalismo, con el concurso de inversiones extranjeras, incluyendo el aporte de los cubanos de la diáspora con capitales y su valioso know-how. Y muy importante, con el crecimiento exponencial que tendrá la demanda nacional, y el aumento constante del valor y poder de compra del peso cubano.

En una Cuba libre quedará sin efecto el embargo de EEUU y los emprendedores comerciarán con el mercado más grande del mundo, obtendrán créditos y préstamos estadounidenses, y de otros países, para mejorar sus negocios. Se crearán verdaderas pequeñas y medianas empresas privadas independientes MIPYMES (no las caricaturas paraestatales actuales), y luego surgirán grandes corporaciones capitalistas. Los incipientes capitalistas criollos se podrán asociar con inversionistas extranjeros y se irán convirtiendo en grandes empresarios. Y en millonarios.

El sector privado desatará una explosión de empleos

Obviamente el Estado poscastrista tendrá que reconstruir y construir la infraestructura necesaria (autopistas, ferrocarriles, puertos, aeropuertos, etc), luego de privatizar el aparato económico estatal, y pedir préstamos externos en una primera etapa. Después, con el empuje económico, los impuestos deberán cubrir los gastos estatales.

Pero fuera de la infraestructura, el protagonista económico fundamental lo tendrán los futuros hombres de negocios cubanos, que desarrollarán la producción agrícola y pecuaria, industrias, viviendas, fábricas, centros comerciales, edificios modernos y rascacielos, servicios tecnológicos, restaurantes, hoteles, bancos, medios de comunicación, escuelas, cabarets, salas de cine, teatros, museos, instalaciones deportivas, gasolineras, farmacias, compañías de seguros.

Y si en la isla hoy el acogotado sector privado emplea a casi un tercio de la fuerza laboral de la isla, en una Cuba libre la cifra alcanzará los niveles de más de un 90% que registran hoy los países con modelo económico liberal y que no son gobernados por la izquierda estatista y populista. Por ejemplo, según la OCDE, en Costa Rica el sector privado emplea al 98% de la fuerza de trabajo, en Chile el 96%, en República Dominicana el 95%.

Conclusión:  al acabar de una vez con la tiranía encabezada por el anticubano Raúl Castro y su mafia este futuro esbozado aquí será el presente promisorio que merece el pueblo de Cuba.