Hoy se acumulan simultáneamente en Cuba factores económicos, políticos sociales, internacionales y psicológicos que evidencian que el régimen estalinista-castrista está en su fase terminal.

Para empezar, el “número uno”, Raúl Castro, cumple 91 años en los próximos días, se ve muy deteriorado. Puede morir, o quedar invalidado mentalmente en cualquier momento y sus posibles sucesores obviamente ya mueven sus fichas.

En lo económico y social lo peor es que la parasitaria economía cubana ya no tiene “paganini” foráneo que la mantenga. No existe la URSS, y el relevo venezolano cayó en una crisis con la que perdió el 65% del PIB. Con nadie que lo subvencione, y negado a liberar las fuerzas productivas, el Estado raulista ya nada tiene que darles a los cubanos a cambio de someterlos como esclavos.

Los cubanos viven peor que nunca y eso cuenta

La caída de las remesas, del turismo, del número de médicos explotados en ultramar, y de las exportaciones de bienes a su más bajo nivel en 60 años, agravan la quiebra financiera del país, que ya no paga ni los intereses de su deuda externa, por lo cual no tiene acceso a fuentes de financiamiento alguno. El pueblo vive peor que nunca. Y eso cuenta.

El mismísimo Partido Comunista, y la UJC se está desmoronando. Los jóvenes no quieren pertenecer a la UJC, y los que son miembros se niegan a ingresar en el PCC. Y se extinguieron los voluntarios (no miembros de la UJC) para ingresar en un partido-Estado que hambrea a Cuba.

El “Potro Salvaje” de Ramiro Valdés, la internet, tumbó al jinete fascista que lo intentaba domar. Fue por las redes sociales que una protesta política callejera en San Antonio de los Baños se regó por 60 ciudades y se produjo el histórico 11J, que marca políticamente el inicio del fin del castrismo.

Aspectos sugerentes de la caída del “invencible” Ceausescu

Por otra parte, se advierten señales sugerentes. Entre ellas se destacan las nada ortodoxas críticas de encumbrados funcionarios y figuras de la dictadura a la destitución de Armando Franco Senén, director de la revista universitaria Alma Mater, que estaba en una especie de “glasnot” particular, publicando críticas y reflexiones “respondonas”, alejadas de la línea cavernaria del PCC.

Nunca antes un “tronado” por el PCC fue defendido públicamente por funcionarios y figuras del régimen. Entre ellas el ícono cultural-político de la dictadura, Silvio Rodríguez, quien quiere lavarse la cara totalitaria que tiene para sobrevivir en una transición que él ya ve venir. Algo “sabe”, o intuye este juglar del régimen tan bien conectado personalmente con jerarcas de la élite dictatorial que tras bambalinas mueven fichas con vistas al post-raulismo

Y es en este punto muy útil repasar cómo fue el final de Nicolae Ceaucescu, el más criminal dictador de la comunista Europa del Este, luego de Stalin, y el más parecido a los hermanos Castro.

Ceausescu era como el “infant terrible” del comunismo soviético. Pretendía ser independiente y se esforzaba en demostrarlo. Al igual que Castro I, Ceausescu se negó a realizar reformas al compás de la perestroika de Gorbachov. Por el contrario, igualmente recrudeció la represión, cuyo aparato era el más brutal de Europa del Este. Se estima que el déspota rumano asesinó a unos 66,000 rumanos.

Y hay un detalle clave. En noviembre de 1989, un mes antes de su caída, ni los disidentes, ni la población en general creían que el final del comunismo en Rumanía estaba a la vuelta de la esquina. Muchos creían incluso que luego de Ceausescu vendría un régimen que mejoraría el nivel de vida de la gente, pero bajo el mismo sistema totalitario.

Antes de estallar la rebelión nacional que lo derrocó, circulaban en ese país críticas y muestras de inconformidad de funcionarios y hasta militares del régimen. No atacaban al sistema, pero cuestionaban ciertas políticas del gobierno. Algunos pedían la renuncia del dictador. El 16 de diciembre de 1989 los esbirros mataron a 78 manifestantes en la ciudad de Timisoara. Las protestas se extendieron por el país al grito de ‘Libertad” y “Abajo Ceausescu'”.

Estaba muy confiado del aparato represivo que… lo derrocó

Sin embargo, el tirano se sentía tan seguro con su maquinaria represiva que en medio de las protestas, el 17 de diciembre, viajó a Teherán en visita oficial. Y en vez de quedarse en el extranjero regresó, convencido de que era invencible. El 21 de diciembre envió a Timișoara varios trenes llenos de obreros de la ciudad de Oltenia organizados igual que las “Brigadas de Respuesta Rápida” castristas, para sofocar las protestas. Pero, oh sorpresa, los brigadistas se unieron a los manifestantes. Y Timisoara fue declarada “Ciudad Libre”.

Pasaje bíblico: “Quien a hierro mata, a hierro muere”

Las protestas convulsionaron a Bucarest y el dictador nombró al general Victor Stănculescu como nuevo a ministro de Defensa, quien dio otra sorpresa:  ordenó el cese de la represión de los manifestantes y le dio un helicóptero a Ceausescu en el que huyó el 22 de diciembre de la capital junto con su esposa Elena (tan criminal, o más, que su conyugue), hasta que fueros capturados y fusilados por 80 soldados. Recibieron 120 balazos y se cumplió una frase bíblica: “quien a hierro mata, a hierro muere”.

Repasado este pedazo de historia, a quien le sirva el sayo que se lo ponga. Y quienes piensan que la maquinaria represiva castrista es más completa y eficiente que la de Ceausescu, deben de tener en cuenta que la temperatura de la caldera político-social y económica en Cuba es mucho más alta que la rumana de aquellos tiempos.