“Sin azúcar no hay país”. Así decía una muy popular frase cubana antes del comunismo, atribuida al hacendado José Manuel Casanova, y que llegó a ensamblarse a la cultura e idiosincrasia cubanas.
Algunos pensaban que era solo una metáfora, o una exageración. Pero los hermanos Castro se encargaron de mostrar que era la pura verdad. Hoy en la isla no hay azúcar, y tampoco hay país en realidad.
Estamos hablando de la azucarera del mundo desde fines del siglo XVIII hasta la llegada del castrismo. En 1958 Cuba exportaba la mitad de toda el azúcar que se comerciaba a nivel mundial. Pero la “revolución” estatizó la industria azucarera y en sólo dos años la producción se derrumbó de 6.8 millones de TM a 3.8 millones de TM.
Para rematar, Fidel Castro a principios del presente siglo sentenció: “El azúcar es la ruina de Cuba” y desmanteló 100 de las 156 fábricas de azúcar. Encima, la isla registra los más bajos rendimientos cañeros de Latinoamérica y probablemente del mundo: entre 24 y 41 toneladas de caña por hectárea, comparadas con las 74-80 toneladas del promedio mundial. En la zafra 2021-2022 se produjeron solo 473,000 toneladas y el país no solo no puede exportar azúcar, sino que tiene que importarla para cubrir el consumo nacional, que oscila entre 600,000 y 700,000 TM.
A falta de azúcar las cafeterías están a punto de quebrar
Pero como la isla produce también menos tabaco, níquel y ron, y exporta en valores mucho menos que antes del castrismo, no tiene dinero para importar azúcar y cubrir todo el consumo nacional.
Una consecuencia ya visible de esta falta de azúcar en el otrora mayor país productor y exportador mundial es que las cafeterías privadas están a punto de cerrar, quebradas, pues casi la totalidad de sus ofertas son jugos, refrescos, café y dulces caseros que llevan azúcar.
Si cierran sus puertas se disparará el desempleo, que con una tasa real entre 35% y el 40% según economistas cubanos, es uno de los más altos del mundo. Y por la otra se hundirán aún más en la pobreza y el hambre las familias que viven de la actividad gastronómica privada.
“Es imposible insistir en un negocio donde la cuenta no da. El precio del azúcar alcanzó los 100 pesos la libra, y tampoco la encuentras fácilmente”, asegura indignada Marbelis Gallardo, quien desde hace cinco años elabora dulces caseros para tres pequeñas cafeterías en el barrio habanero de Lawton.
No hay azúcar ni en el mercado negro, una libra 7% de un salario
La comerciante privada agregó que el precio del azúcar en el mercado clandestino “en apenas tres meses se remontó de 50 a 100 pesos”, o sea $4.16 dólares la libra. Difícilmente en ninguna otra parte del mundo una libra de azúcar cueste el 7% de un salario mensual.
Marbelis agregó: “para compensar los gastos en la inversión tendría que subir el precio a mis dulces casi el doble, y las cafeterías otro tanto”. Pero los clientes en las cafeterías abastecidas por ella son “los viejitos del café, los jugos, refrescos o dulces para la merienda de los niños”.
Además, los negocios de elaboración de jugos también están en vías de desaparecer debido al precio astronómico del azúcar, y que seguirá subiendo mientras no se libere la economía cubana, a lo que se niega el dictador Raúl “El Cruel”.
O sea, como el Estado no tiene divisas para importar azúcar muchos elaboradores y vendedores de jugos también tendrán que cerrar sus negocios. Es lo que inevitablemente ocurre cuando los ingresos no cubren los costos de producción o de operación.
El racionamiento llegó ya hasta el mercado negro
Incluso al mercado clandestino “llegó también el racionamiento”, como reveló a la prensa independiente Tomás Bravo, dueño de una pequeña cafetería cerca del Hospital Pediátrico William Soler, en La Habana.
“Un amigo me avisó que un bodeguero en La Lisa estaba vendiendo azúcar a 80 pesos la libra. Alquilé rápidamente un carro en 600 pesos la carrera, porque fui con la idea de comprar como mínimo 100 libras ($333). Resulta que el bodeguero solo estaba vendiendo 20 libras ($66) por cada cliente que llegaba recomendado, pues decía que otras personas también necesitaban comprar azúcar y que él no vendía solo a cuentapropistas”, relató Bravo.
“Estamos en medio de una encrucijada –añadió el cuentapropista–, o cerramos el negocio, o subimos más los precios y se afectarían, como en mi caso, aquellos familiares que tienen a sus niños ingresados en el hospital (…) sería un crimen subirle los precios, pero por otro lado está mi familia, y el negocio es nuestra única fuente de ingresos”.
No solo desaparecerán las cafeterías, toda la economía colapsará
Estas son solo algunas aristas del agravamiento de la crisis terminal del castrismo, cuya causa no es precisamente económica, sino política: el rechazo patológico de la cúpula dictatorial a liberar las fuerzas productivas y abrir de una vez la economía cubana.
Es muy simple. Si no se levanta el bloqueo económico castrista –el bloqueo interno– a los cubanos y se abre la mano para hacer negocios sin límites en todas las actividades económicas de Cuba, no solo van a extinguirse las cafeterías privadas que cual salvadoras matan el hambre de tantos cubanos de a pie, sino que colapsará, ahora definitivamente, la economía cubana en su conjunto.
Y emergerá, con más fuerza que nunca, la veracidad que encerraba aquello de que en Cuba “Sin azúcar no hay país”.