‘Se confunden aquellos que creen estar ganando derechos económicos, cuando lo que están recibiendo son simples permisos temporales.’

Betsy Díaz, ministra de Comercio Interior, y Ana Teresita González, viceministra primera de Comercio Exterior, se presentaron este lunes en televisión reconociendo que “las acciones (del Gobierno) han resultado insuficientes para frenar la compleja situación económica que hoy tiene el país (por lo que) se mantiene la situación de desabastecimiento”. Para solucionarlo, se ha decidido permeabilizar algo el monopolio del comercio internacional.

Sus declaraciones nos recuerdan que durante el castrismo los ciclos de liberalización y represión económica se suceden dependiendo de la necesidad circunstancial que tenga el régimen de avivar la economía. Liberalizan solo bajo presión, jamás por convicción.

Se confunden aquellos que creen estar ganando derechos económicos, cuando lo que están recibiendo son simples permisos temporales, una “confusión” que se convierte en complicidad —consciente o no— con un régimen que niega derechos políticos, imprescindibles bajo las especificidades cubanas, para aspirar a derechos económicos y prosperidad sustentable en una isla condenada —para bien y para mal— a coexistir con la primera potencia mundial, ventaja o maldición… dependiendo de lo que los cubanos elijan.

El ideal castrista es el de un campamento militar o una prisión donde cada cual sabe lo que le toca de un economato administrado desde arriba. No es un Gobierno acogedor con los emprendedores privados, los tolera cuando los necesita, pero los espanta si son extranjeros o los reprime cuando son nacionales, una vez cree superada la crisis que le obligó a aceptarlos, y retorna rápidamente a esa economía estatal, propiedad privada de una casta constitucionalmente privilegiada.

Síntoma claro de que el castrismo no es fiable es que los emigrados cubanos, que son quienes más familiarizados están con el modus operandi del régimen, no invierten en su país de origen como sí hicieron los emigrantes chinos, que fueron motor de arranque cuando aquel país se abrió al mundo, similar a lo sucedido en España cuando Franco abandonó la autarquía, o como aun sucede en República Dominicana, donde su diáspora es protagonista del desarrollo nacional.

No hay mayor bloqueo al desarrollo económico en Cuba que la inseguridad jurídica. Y es que no hay garantías para invertir en un país sin Montesquieu —división de poderes—, bajo un régimen que se confecciona leyes a medida blindando su poder político, y fideliza una elite militar integrándola, junto a cargos medios del Partido, en una naciente “burguesía” especializada, mediante MIPYMES, en convertir el presupuesto estatal en riqueza privada. Burguesía fiel que fungirá como amortiguación entre la cerrada casta superior y la escoria plebeya.

“No renunciaremos al monopolio del comercio exterior”, advirtió la viceministra del ramo, dejando claro que el Gobierno mantiene el poder y lo ejercerá eligiendo, discrecionalmente, a los afortunados con patente de corso para pescar en ese pozo repleto de peces hambrientos que es la sociedad cubana.

Discrecionalidad es todo lo contrario a seguridad jurídica y libre competencia, discrecionalidad significa que al festín solo estarán invitadas las empresas, cubanas o extranjeras, que mejor sirvan a los propósitos del Gobierno, pues al fin y al cabo, el que parte y reparte…

Más allá de las medidas anunciadas, lo que dejó claro el castrismo por boca de esas dos funcionarias perfectamente desechables es que, aun sabiendo que se necesita libertad económica, aun sabiendo que debe desmontarse ese bloqueo interno que frena la iniciativa privada, aun sabiendo que el pueblo está en situación crítica, aun sabiendo todo, se darán solo dos pasitos cuando lo que se debe es correr, porque lo importante es “el socialismo”, no el pueblo.

Lo que se anunció no fueron medidas económicas y, por tanto, no servirán para fundamentar el desarrollo de la industria nacional, como alegan otra vez, como mismo antes dijeron con las tiendas MLC. Son medidas políticas dirigidas a darle oxígeno a un régimen decrépito cuyas garras se resisten a soltar el cuerpo de la nación. Por ello, hay que responderlas políticamente, aclarando, como aviso para navegantes ilusos, que los cantos de sirena conducen, siempre, al naufragio y el sufrimiento.

Ahora, un peligro inminente para Cuba son los que puedan llegar engañados, equivocados o deseosos de aprovechar un mercado cautivo, para terminar siendo sugar daddies desplumados por un Gobierno prostituto que necesita tiempo y recursos para recomponerse y volver a engañar al pueblo, adoctrinamiento y temor mediante, para que se conforme con electricidad, pollo y guaguas, y deje de pensar en libertad.


Publicado originalmente en Diario de Cuba