No hay que ser muy suspicaz para intuir que la cúpula dictatorial castrista y el gobierno de Joe Biden conversaron antes de anunciarse la extensión a cubanos, nicaragüenses y haitianos del programa de parole humanitario a venezolanos (24,000 visas anuales) para vivir dos años en EE.UU, y aumentarlo a 30,000 visas para los cuatro países, o sea, 360,000 visas al año, siempre que consigan un patrocinador.

Y es que la gota que colmó el vaso del desastre causado por la Administración Biden al abrir la frontera sur fue la estampida récord de más de 300,000 cubanos que llegaron a la frontera sur de EE.UU en el último año.

Fue ese el detonante que condujo al radical cambio migratorio puesto en marcha por Washington hace tres semanas, y que ha sido denunciado por 20 estados de la nación, que reclaman que sea suspendido porque permitirá la llegada de cientos de miles de personas a zonas de EE.UU que “ya están sobrecargadas”

Con este nuevo “parole humanitario” emigrarán legalmente a EE.UU, no 20,000 cubanos como hasta ahora, sino quizás 100,000 anualmente. Para la dictadura serán menos bocas que alimentar, menos anticastristas en las calles, y más dólares enviados desde el “Norte”.

La presión, o chantaje abierto al presidente Biden, funcionó

Con fiel apego al acervo delincuencial legado por Fidel Castro la presión a Washington nuevamente dio resultado. Durante del “Diálogo sobre aplicación de la ley” en La Habana entre ambos gobiernos, el 18 de enero último, los senadores Marco Rubio y Rick Scott pidieron a la Administración Biden que no hiciese “concesiones al régimen cubano”.

Pero ya las concesiones estaban hechas, derivadas de lo más parecido a un “blackmail” al inquilino de la Casa Blanca. En ese diálogo participaron altos oficiales del Ministerio del Interior (MININT), que tiene en el GULAG castrista (presidio político) más de 1,000 prisioneros. Y ahí está el detalle. El régimen castrista quiere utilizar a presos políticos como fichas de cambio. O bien para extraerle presión a la caldera político-social del país, o para lograr otros beneficios. O ambas cosas a la vez.

Hace 20 años, cuando la Primavera Negra, fueron condenados a penas inauditas de más de 20 años de prisión 75 opositores, periodistas y defensores de derechos humanos. De ellos, 21 fueron sentenciados a 20 años de prisión, nueve a 25 años, dos a 26 años, uno a 28 años, y otro a 27 años.

Podrían liberar presos políticos con visas para emigrar a EE.UU

La Iglesia Católica, lidereada entonces por el Papa polaco anticomunista Juan Pablo II, en 2010 intervino. Con el cardenal cubano Jaime Ortega como mediador in situ se logró la liberación de todos los prisioneros, muchos de los cuales emigraron a España presionados por el régimen. En aquella ocasión el castrismo mejoró su imagen internacional por la “benevolencia” de liberar a 75 enemigos de la “revolución”.

En enero de 2015, en plena negociación “top secret” de Barack Obama con Castro II para restablecer relaciones diplomáticas bilaterales, el dictador como gesto de “buena voluntad” liberó a 53 presos políticos. Un año antes, el estadounidense Alan Gross, preso injustamente durante cinco años en la isla por intentar establecer servicio legal de internet, fue utilizado para que Obama perdonara y enviara de regreso a Cuba nada menos que a cinco espías castristas presos en EE.UU.

Ahora se ve venir que el régimen podría sacar de la cárcel a incómodos prisioneros políticos, incluidos condenados hasta los 30 años por caminar por las calles y dar gritos contra el comunismo el 11de Julio de 2021, en la mayor protesta política nacional que ha tenido lugar en Cuba desde que Cristóbal Colón puso pie en ella.

Con condenas muy altas el régimen aumenta el valor de trueque

Y sobran aquí los procedimientos jurídicos necesarios para la excarcelación, si tienen una visa para EE.UU lo dejan libre y hasta lo llevan al aeropuerto. Y punto. En Cuba impera la ley de la selva. Desde 1959 la “revolución” no solo suprimió la independencia de los poderes del Estado, sino que los dinamitó.

Con las actuales sentencias de prisión tan elevadas, absurdas, contra los manifestantes del 11J se percibe que el régimen lo que hace es aumentar el valor de su objeto de trueque para su “quid pro quo” (dar algo por algo). Bien para conseguir nuevas concesiones de Washington y Occidente, o para librarse de jóvenes aguerridos que considera “enemigos peligrosos”.

No debe sorprender a nadie si la mafia gobernante comienza a facilitar que prisioneros políticos busquen patrocinadores y emigren hacia el “imperio” y así matar dos pájaros de un tiro: se quita presión política de encima y crece la cantidad de cubanos que envía dólares a Cuba, o los llevan personalmente en el bolsillo como visitantes sui generis.

El ‘parole humanitario” permite huir del inferno castrista, pero…

Sí, son visitantes singulares, pues pese a ser cubanos y muchos también ciudadanos de EE.UU, viajan a su país natal con una visa (permiso) de gracia acuñada en un pasaporte emitido por la misma dictadura que de hecho los expulsó de su patria. Muchos de esos dólares enviados o llevados de una u otra manera terminan en cuentas extranjeras de la élite gobernante. Muy poco, o nada, alivian el sufrimiento de las familias cubanas que no reciben dólares, es decir, más de la mitad de los 11.2 millones de cubanos.

En fin, el parole humanitario de EE.UU ahora facilita a los cubanos escapar del infierno castrista y buscar la forma de progresar en el mundo libre y normal, y paradójicamente funciona a la vez como válvula de escape de la tiranía, probablemente pactada con la Casa Blanca, para aliviar la cada vez mayor tensión política y social en la isla.

Lo que pasa es que, no importa ya nada, esa caldera en ebullición constante seguirá agravándose sin remedio mientras haya castrismo.