Por Osmel Ramírez Álvarez

El control social que ejerce un sistema totalitario es una de sus características principales. El miedo al estado, a sus instituciones represivas, la falta del debido proceso, las leyes de penalización predelictiva, el abuso en la aplicación de delitos como ‘atentado a la autoridad’ o ‘desacato a la autoridad’ o ‘desobediencia a la autoridad’, y la falta de separación de poderes que deja al sistema judicial al servicio del gobierno, no a su mismo nivel, hacen de un estado totalitario un lugar de mucho orden y tranquilidad ciudadana, más allá de las penurias y falta de libertades.

No es un logro positivo, es una consecuencia. Sin embargo, En esta fase final de descomposición del régimen totalitario del Partido Comunista de Cuba, una de las señales más claras de su quiebre es el creciente nivel de inseguridad ciudadana. Ya no pueden mantener el orden que los caracterizaba y el robo, los secuestros de animales y bienes, los feminicidios, los atracos, asesinatos, violencia doméstica, en fin los delitos, son cada vez más recurrentes. Y agobian aún más la ya demasiado endurecida vida dentro de Cuba.

A julio, un joven de 24 años de Mayarí, Holguín, se le metieron en la casa de madrugada: “Rompieron la persiana y abrieron la puerta, y me llevaron la moto (motocicleta). Mi abuelo vendió su casa para comprármela y que yo pudiera trabajar tirando pasajes. Me han desgraciado la vida, ¿ahora de qué vivo? La policía no ha encontrado a nadie y todavía no han pedido rescate. Si lo piden tendré que pedirlo prestado, debe ser más de 100 mil pesos. Ojalá porque la moto me costó 450 mil pesos”. –contó.

Yudier tenía un caballo con carretón para, igualmente, ‘buscarse la vida’. Fue a la calle de atrás del barrio de Guayabo a hacer una gestión, y lo estacionó delante de la casa adonde iba. “Al dar la espalda sentí que el caballo se movía y era un muchacho con la cara tapada con el pulóver, que se montó y salió corriendo con mi carretón. Corrí detrás y más adelante había dejado el carretón botado y se llevó el caballo. Nadie vio nada, porque la gente tiene mucho miedo a los delincuentes. Cuando alguien los delata, les roban a esas personas y hasta le queman un rancho y les matan los animales que no se puedan robar. Es un terrorismo lo que hay”, explicó.

En la unidad La Ramona de la empresa forestal local MADEMA, en la Sierra Cristal, ocurrió un robo con violencia donde el custodio resultó muerto. “Lo mataron y lo quemaron para llevarse las baterías y el combustible de los vehículos allí parqueados. En ese monte nadie pudo ayudarlo”, comentó un trabajador de la empresa, sin revelar su identidad. Es un caso inconcluso, que todavía sigue en investigación.

A José, un campesino de Mayarí, le robaron su yunta de bueyes, con la que trabajaba la tierra: “Dormían al lado de la casa, en una corraleta de hierro. No respetan nada, saben que uno se acuesta cansado de trabajar la tierra y hay un momento en que no escuchas nada. Me han desgraciado, porque ahora no tengo con qué preparar la tierra y sembrar. Y una yunta nueva cuesta 40 mil pesos ¿De dónde voy a sacar esa plata?, se lamentó. En los últimos meses algo similar les ha sucedido al menos a una docena de campesinos.

En este mismo municipio la policía logró desarticular en septiembre una banda de jóvenes que “se dedicaban a robar, barrio por barrio, tubos de luz fría y bombillos de portales y patios. Luego comenzaron a meterse en las casas y robar electrodomésticos, y fueron atrapados. Todos tenían menos de 20 años de edad”, cuenta una de sus víctimas.

Muchos adolescentes y jóvenes aún estudian y sus padres apenas pueden darles mesadas porque los salarios no alcanzan ni para poner un plato de comida en la mesa todo el mes. En su dinámica rebelde muy recurrente en esa etapa adquieren vicios como el cigarro y el alcohol.

Una cajetilla de cigarros cuesta entre 150 y 300 pesos, y una lata de cerveza, 250 pesos. Incluso disfrutar de las confituras se vuelve una odisea: un caramelo (chupa-chupa) cuesta 100 pesos, un refresco gaseado 220 pesos y cualquier dulce entre 15 pesos y 30 pesos. Aquellos menores de edad o jóvenes que tienen poco control familiar son proclives a delinquir para acceder a esos productos encarecidos.

A Maité, en la ciudad de Santiago de Cuba, le arrebataron su cadena de oro dos jóvenes montados en una moto: “yo me quedé en shock, porque fue muy rápido y nada más sentí el jalón en el cuello. Además de la moto, que me pasó por al lado suave y después salió volando como un zepelín. Fue un susto inmenso, ya no salgo con nada más, ni con un reloj. Quedé traumatizada”.

“Todos los días se escuchan historias de gente que la han asaltado, que robaron en tal casa, que le quitaron la moto a alguien. Los motoristas (motociclistas) casi no quieren trabajar de noche ni la gente tampoco se atreve a montarse con desconocidos, porque te llevan para un lugar apartado y ahí te están esperando. Lo que se hace es llamar por teléfono a un motorista conocido para que venga a tu casa. Esto está feísimo, Santiago se ha puesto peligroso en los últimos tiempos con esta crisis”.

A finales del año pasado trascendió en la prensa independiente el hallazgo entre malezas debajo de un puente, del cadáver de Ovidio Graverán, de 51 años. Se hallaba perdido desde el 28 de octubre cuando salió en una motorina (motoneta) y nunca regresó. Presumiblemente fue asesinado, o murió como consecuencia de un rapto para robarle.

También el año pasado se conoció el caso del profesor Santiago Morgado en Sancti Spíritus, quien tras ser visto en una motocicleta desapareció y fue encontrado muerto varios días después en un pozo.

La violencia de género también denota un incremento lamentable en las nuevas condiciones de crisis agravada: “Una mujer fue asesinada en Santiago de Cuba en la noche del lunes 13 de febrero”, reportó Diario de Cuba desde la mayor urbe del Oriente cubano. “la víctima, identificada como Yurina Yaque Pérez, fue degollada en plena calle en el Reparto Sueño. El presunto autor del hecho es un hombre con el que sostenía una relación, según declaraciones ofrecidas por sus allegados”.

Solo en este año 2023 ascendían a 17 hasta mediados de marzo los feminicidios contabilizados y reportados por la sociedad civil y la prensa independiente. Sin embargo, la prensa oficialista no le da la importancia debida al tema de los feminicidios. “Es difícil saberlo, no conocemos si efectivamente están muriendo más mujeres, o si ahora nos enteramos más. No tenemos todos los datos que necesitamos”, publicaron. Pero no dicen que esos datos existen y que el gobierno los tiene, solo que no los hace públicos como debería.

Existe gran temor en Cuba, entre la población, a que la escalada de violencia se incremente todavía más, y con ello, los niveles de peligrosidad social e inseguridad ciudadana también se eleven. La vida en Cuba ya es difícil y demasiado costosa, los cubanos padecen de todo tipo de vicisitudes y carencias, y un incremento de la inseguridad viene a agravar un cuadro que ya era dantesco sin ese componente adicional.