Hace unos 1,000 años, cuando el mítico Robin Hood robaba a los ricos para darle a los pobres, la gente común no podía oler muy muy bien que digamos. No se conocía el desodorante, el jabón de baño, el champú, el agua de colonia, el talco, el agua de colonia. No había cómo cepillarse los dientes con agradables cremas dentales desinfectantes.

Pues bien, en la tercera década del siglo XXI, en un país tropical, con un calor insoportable, y ventiladores y aires acondicionados casi siempre paralizados por lo apagones, los cubanos viven con esas carencias del medievo, aquel oscuro milenio de estancamiento, pobreza y gran atraso social.

Hoy en la isla es difícil oler bien. Hay carencia inaudita, o falta total, de los productos de aseo personal e higiene en general. Y tampoco hay a la venta detergentes, desinfectantes, frazadas, escobas, trapeadores, ni siquiera para hospitales y clínicas.

Consumo mundial de jabón es de 5 libras/año; en Cuba una libra

Los especialistas destacan que en países en los que el clima es caluroso el consumo per cápita de jabón de baño oscila entre 3.9 y 4.8 cinco libras al año. Los fabricados en Cuba por el monopolio estatal Suchel pesan como promedio 4.4 onzas, pero ese “consolidado” socialista en 2022 apenas produjo 5,700 toneladas de jabón de baño, 12.5 millones de libras.

Es decir, el per cápita anual de jabón de baño en Cuba no llega al 25% de lo que se necesita para asearse diariamente. Y desodorante se produce tan poquito que ni siquiera se informa.

Suchel Camacho, una empresa mixta del régimen con el empresario español Manuel Camacho, que solo vende en dólares (el catalán Camacho no es bobo), en 2022 produjo 2,000 tubos de desodorante, dos millones de pastillas de jabón de baño, 241,000 tubos de pasta dental y 159,000 frascos de colonia. Pero, vendidos en divisas a precios inflados en las shopping, o por “Habanabell”, su empresa online.

En tanto, el régimen en 2022 importó de EE,UU $2.4 millones de dólares en pastillas de jabón, $803,000 dólares en desodorantes, $360,000 en champú. Pero ojo, todo eso para el sector turístico, para las shopping y, por supuesto, para el disfrute de la oligarquía dictatorial. Que le pregunten a Mariela Castro o a Liz Cuesta qué jabones, desodorante y champú ellas usan.

Un jabón, o dos mensuales, si lo hay, para cada núcleo familiar

En cuanto a los cubanos de a pie, en las 12,669 bodegas del país solo “dan” (venden) por la libreta un jabón de lavar, y uno, o dos jabones de baño para cada núcleo familiar, según la cantidad de personas que lo integran. Y un tubo de pasta dental cada dos meses. Y si se cumplen los planes de producción, cosa ya no ocurre nunca.

Hace unos días, Yosvany Pupo, viceministro primero de Comercio Interior, agradeció las limosnas de la ONU y de “naciones solidarias por la entrega de donativos que alivian la compleja situación de Cuba”, y anunció con tono victorioso que para “fines de año se venderá un jabón por consumidor.” O sea, los cubanos puede que se puedan bañar bien durante gran parte de enero, si “estiran” hasta lasquita cuasi invisible su jaboncito navideño.

Pero lo peor fue el comentario online que hizo la usuaria Virgen López a la noticia que dio Pupo: “Es muy bueno –aseguró jubilosa— que el gobierno tape la boca y de con piedras en los dientes a los que tergiversan los esfuerzos que hace el país para salir adelante poco a poco. Fueron muy alentadoras las informaciones de la mesa redonda de ayer 16 de nov. Gracias.

Eso confirmó dos cosas: el daño antropológico causado a muchos la abrumadora propaganda castrista, y la ventaja de una tiranía que se eterniza en el poder. Hoy en la isla quienes tienen menos de 73 años de edad no conocieron, o no recuerdan, cómo era Cuba antes de 1959, y lo que destruyó el castrismo.

Cuba era una potencia latinoamericana en productos de aseo

Hasta 1959, último año de capitalismo, Cuba era una potencia productora de artículos de aseo, limpieza, e higiene. Incluso, era el país mayor productor de detergentes de América Latina. No había que importar los, productos de aseo e higiene en general, salvo algunas exclusividades que nunca faltan en todo mercado normal.

Grandes fábricas nacionales se encargaban de producir todo lo necesario: Crusellas, Sabatés (fundadas en el siglo XIX) y los Laboratorios Gravi entre ellas.

Crusellas, con 800 trabajadores, asociada a la estadounidense Colgate-Palmolive, creó la empresa Detergentes Cubanos SA, en el Cerro. Fabricaba los detergentes FAB y Rápido, los jabones Candado, Palmolive y Hiel de Vaca, la pasta dental Colgate; el limpiador Ajax; Kolonia 1800 y Myrka; agua de tocador Rhum Quinquina (para el cabello); agua de violetas Lavanda; champú Halo Colgate, así como desodorantes, brillantina, polvos y talcos.

Sabatés, asociada con Procter & Gamble, producía los detergentes Tide, Ace y Lavasol, los jabones Camay, Heno de Pravia, Oso, Tornillo, Llave, Elsa; así como Glostora (para el cabello)

Y Laboratorios Gravi S.A, con su fábrica en Jovellanos, Matanzas, producía la pasta dental Gravi, el jabón de lavar Rina, el jabón de tocador Suave, y otras 14 líneas de producción.

Un jabón costaba 0.14% de un sueldo, hoy, entre el 4% y 6.8%

Y que no venga nadie a decir que no estaban al alcance del “pueblo trabajador”. Con el peso cubano a 1×1 con el dólar un jabón cubano Camay, Hiel de Vaca, o cualquiera otro, con perfume exquisito, costaba 20 centavos, el 0.14% del sueldo promedio de un obrero industrial de 130 pesos-dólares en 1958 (o $1,326 dólares de hoy), el octavo más alto del mundo entonces, según la OIT. O el 0.3% del salario promedio de un obrero agrícola, entonces de 65 dólares mensuales.

Hoy, un jabón socialista, más pequeño y de mala calidad, cuesta en el mercado negro entre el 4% y el 6.8% de un salario promedio de 3,500 pesos ($28.40 dólares), y cuando “aparece”.

Conclusión: en Cuba, ayer potencia latinoamericana capitalista en productos de aseo, hoy la gente no tiene cómo oler bien.