Residentes del municipio de Alquízar, provincia de Artemisa, hace unos días dijeron a “14yMedio” que allí hay toque de queda y la policía no les permite circular por la calle después de las 12 de la noche, porque “la delincuencia se apodera de las calles durante la noche”.

El mismo toque de queda lo hay en Güira de Melena, y en la ciudad de Artemisa. El grado de violencia delincuencial generalizada que sacude hoy a Cuba, incluyendo una alarmante oleada de feminicidios, no tiene precedentes en la historia del país. Y no hay que andar consultando a un psicólogo acerca de las causas. Estamos ante otro “logro de la revolución” que tiene cuatro caras:

1) El régimen causa hambre; y como dijo el poeta romano Virgilio hace unos 2,000 años, “el hambre es mala consejera”, la crisis ya terminal del castrismo exacerba la violencia callejera;  2) la violencia está en el ADN del castrismo; 3) la policía se dedica a vigilar a activistas políticos y periodistas independientes, reprimirlos, golpearlos, encerrarlos en sus viviendas, reclutar chivatos y esbirros civiles, escuchar teléfonos, torpedear las redes sociales, espiar a extranjeros, controlar las colas para que no haya protestas. Y no protege a la población de los delincuentes.

Cometidos 74 feminicidios en 10 meses, el doble que en 2022

La cuarta cara de este “logro” castrista es atroz. En los primeros 10 meses de 2023 se cometieron 74 feminicidios, 14 de ellos en octubre, ya en diciembre se han contabilizado 81. En lo que va de año han sido asesinadas más del doble de mujeres que en todo el año 2022. Desde 2019 más de 200 jóvenes han sido salvajemente asesinadas por sus parejas o exparejas, algunas de ellas descuartizadas a machetazos.

También aumenta el número de personas desaparecidas, asesinadas para robarles un teléfono. Mueren jóvenes pandilleros en ajustes de cuentas. Nunca antes se vio algo parecido en la Cuba precastrista.

Volviendo a Alquízar, allí un jubilado de 67 años llamado Alberto, explicó:  “hay asaltos en viviendas habitadas, robos de animales en los campos y arrebatos de teléfonos en cualquier esquina (…) de noche no se puede salir, no solo porque la gente no se atreva a ir a la calle con estos peligros, sino porque desde hace al menos dos semanas la policía no permite que salgamos de las casas.

En La Habana, el joven Brian, de 18 años, cuando esperaba a su novia en una parada de guagua fue apuñaleado y le quitaron su teléfono celular. “Fueron jóvenes entre 24 y 25 años que estaban tapados con pañuelos,” explicó Yosleyvi González, madre de Brian, quien no falleció de puro milagro.

En Holguín, otro joven, llamado Bryan Sánchez, recibió dos puñaladas cuando caminaba por la carretera de Gibara. El solitario agresor le quitó su teléfono móvil y huyó. Bryan no murió porque fue intervenido quirúrgicamente a tiempo. También en Holguín, el adolescente Lester Domínguez, de 16 años, fue asaltado a machetazos y despojado de su teléfono celular.

Con la crisis se exacerba la cultura violenta del ADN castrista

La violencia, ya epidemia nacional, aumenta a medida que se expanden el hambre, la escasez de todo y la pobreza extrema. O sea, aflora con más nitidez la cultura de la violencia sembrada en Cuba por la dictadura castro-comunista.

Recordemos que Fidel Castro entró en la política a fines de los años 40 baleando a sus rivales, a algunos de ellos por la espalda (Leonel Gómez). Luego asaltó el cuartel Moncada con jóvenes disfrazados de soldados de Batista que acribillaron a mansalva a militares profesionales en calzoncillos que estaban durmiendo, muchos de ellos borrachos, luego de divertirse en el carnaval santiaguero.

El misántropo argentino Ernesto Guevara, el “Carnicero de La Cabaña”, definió al verdadero revolucionario como “una fría máquina de matar“. Y le confesó a su padre: “He descubierto que me gusta matar“.

En los años 50 el Movimiento 26 de Julio (M-26-J) ejecutaba a personas en plena calle, y colocaba bombas en lugares públicos concurridos que mataron e hirieron de gravedad a civiles inocentes. En julio de 1958 este articulista fue testigo de cómo en el Parque Martí, de Ciego de Ávila, una bomba colocada por el M-26-J mató a tres civiles no batistianos sentados en un banco, un sábado por la noche. En el cabaret Tropicana una bomba “revolucionaria” le arrancó de cuajo un brazo a una joven que allí se divertía.

Y tan pronto el comandante en jefe que apenas combatió se instaló en el poder en 1959 desató el mayor baño de sangre en suelo cubano en tiempos de paz. Fusiló por motivos políticos a miles de personas, intervino violentamente las fábricas, bancos y empresas de todo tipo, y las estatizó, sin pagar un centavo a nadie.

Con la “revolución” se han perdido valores humanos básicos

O seda, el castrismo nació chapoteando sangre y violencia de todo tipo, y eso devino cultura nacional. Así es. Al influjo del sistema de educación “revolucionario”, los medios estatales, y los discursos políticos, han desaparecido en Cuba muchos valores cívicos, éticos, morales y humanísticos, fundamentales en toda sociedad moderna.

Se inculcan valores contra natura, se ataca el papel de la familia como piedra angular de la sociedad, se cultiva la obligación “patriótica” de estigmatizar a quien discrepa del sistema dictatorial, se margina, avasalla, encarcela y se le cae a palos si sale a protestar.

En fin, así como “dinero llama dinero” como dice la popular frase, violencia llama violencia. Es esto último lo que está ocurriendo en Cuba. ¡Gracias, Fidel y Raúl Castro!