“En 1970 produciremos 10 millones de litros diarios y nos bañaremos en leche (Fidel Castro, 1965)
“Hay que producir leche para que se la tome todo el que quiera tomarse un vaso de leche y hay tierra para producirlo”. (Raúl Castro, 26 de julio, 2007)
“Los alimentos, incluida la leche en polvo, no solo se encarecerán en el mercado internacional después de esta pandemia, sino que será casi imposible importarlos” (José R. Machado Ventura (abril de 2020)
“Al gobierno le sale más barato importar la leche que producirla en Cuba.” (Marino Murillo, octubre de 2020).
¿A quién creer de estos “revolucionarios”?
Del mitómano Fidel Castro no vale la pena hablar, ni de su hermano que heredó el trono, tampoco. Mintieron y mienten, prometieron y prometen sin cumplir nada. La promesa del baño con leche de vaca la soltó Castro I en 1965 durante la euforia creada por él luego de autoproclamarse sabio genetista. Creó nuevas razas de vacas con el cruce de toros Holstein importados de Canadá, de clima frío, con las cálidas criollas vacas cebú
Los resultados fueron las vacas F-1 y F-2, animales híbridos débiles, enfermizos y sin gran valor en leche y carne, a los que su color negro además les dificultaba soportar las altas temperaturas y resultaban casi indefensos ante los parásitos tropicales.
El “sabio” Fidel Castro hundió la ganadería
Con los experimentos del “sabio” Castro la producción de leche se derrumbó. Solo se le pudo dar leche a los niños menores de 7 años porque la Alemania comunista enviaba a Cuba 22,000 toneladas anuales de leche en polvo a cambio de 22,000 mil toneladas de levadura torula (a partir de la melaza del azúcar). La enorme diferencia en el precio, desfavorable para los alemanes, era parte de la “hermandad socialista“. Con aquella leche en polvo se producían 220 millones de litros de leche fluida.
Pero el Muro de Berlín fue derribado y el castrismo tuvo que comprar leche en el mercado mundial, en “cash” y cara. La producción nacional era cada vez más baja.
Ni dinero para importar, ni incentivos para producir más
Más de medio siglo después de los prometidos baños lácteos, en abril último, se aparece el vicedictador, Machado Ventura, y dice que ya ni leche para los niños se puede importar, pues no hay divisas y que solo tomarán la leche que se produzca en el país.
Pero hace unos días, el 14 de octubre, Marino Murillo, el encargado de que se cumplan los “Lineamientos” del Partido Comunista, fue a la TV y aseguró que la leche es mejor importarla pues producirla en el país es muy caro.
¿Cuál de los dos dice la verdad? Ninguno. No informaron que ya en 2019 Cuba solo importó 3,900 toneladas leche y no las 13,000 de siempre. Ocultaron que los ganaderos cubanos no tienen incentivos para producir leche por lo poco que les paga el Estado. Al contrario, Murillo afirmó que el los 4.50 CUP (0.19 CUC) que les paga por litro es magnífico. Los ganaderos dicen lo contrario, apenas cubren los costos.
Nadie en la cúpula castrista tiene el decoro de reconocer la catástrofe causada por el comunismo a la ganadería cubana. Por eso en una tiranía muy larga es necesario repasar la historia. Millones de cubanos no la vivieron desde el principio. La estafa de los Castro fue tan colosal que hoy rememorar pasajes de esa historia es un delito de “propaganda enemiga”. Imaginemos que Granma recuerde hoy lo del baño con leche de vaca.
En 1958 los 147,000 ganaderos cubanos (todos privados) con sus 940,000 vacas en ordeño, produjeron 960 millones de litros de leche, para 6.5 millones de habitantes. Hoy la producción de leche apenas supera los 400 millones de litros para 11.3 millones de habitantes. El plan para 2020 es de 427 millones de litros y no se cumplirá. Y si se cumpliera eso sería el 44% de lo producido hace 62 años.
Producción de leche en 1958 cubriría toda la demanda de hoy
Aquel casi millón de vacas en ordeño en el año previo al cataclismo castrista, además de leche fresca permitían producir 1.5 millones de cajas de leche condensada (de 48 latas) en 4 grandes fábricas. Ya en 1941 Cuba produjo 1.2 millones de cajas, y como el consumo nacional era de unas 400,000, exportaba el resto. Es decir, la Cuba “explotada por el imperialismo” podría haber abastecido a la Cuba de hoy con el doble de habitantes.
Había en aquel entonces casi 7 millones de cabezas de bovinos y hoy no pasan de 3.8 millones. Hay menos vacunos que los 3.9 millones que había hace 102 años, en 1918. Decenas miles de vacas mueren de hambre y las restantes están esqueléticas. En Camagüey, la provincia más ganadera de Cuba, hay 161,449 vacas en edad reproductiva y se ordeñan menos de la mitad.
En resumen, de no liberarse las fuerzas productivas los niños cubanos puede que pronto no tomen leche. La “revolución” les causará desnutrición y hambre.