En Cuba los riesgos de morir o ser gravemente herido por el derrumbe de viviendas es cada vez mayor, e irá aumentando si la dictadura no permite que el sector privado produzca materiales de construcción y edifique las viviendas, como ocurre en los países normales del mundo.
El país tiene 3.8 millones de viviendas (60% en mal estado) y un déficit de otro millón, según cifras oficiales. Y el gobierno deja morir familias aplastadas por sus ruinosas viviendas.
Raúl Castro y la mafia militar dictatorial se niegan a reinstaurar la economía de mercado. No quieren competencia privada al capitalismo militar de Estado que ellos ya montaron.
Son tristes las imágenes en las redes sociales de edificios en ruinas, agrietados y apuntalados en la otrora despampanante Habana, famosa en todo el mundo por su belleza. Se ven muchos ya derrumbados y montañas de escombros que evocan a las urbes europeas bombardeadas en la Segunda Guerra Mundial.
En La Habana se derrumban tres viviendas diarias
Vivir en La Habana Vieja y en muchas áreas de la capital es peligroso, pues se desploman anualmente unas 1,000 viviendas, tres diarias como promedio, según reporte oficial. No se conoce nada ni parecido en ninguna otra parte del mundo.
Solo en 2020 a inicios del año murieron tres niñas entre 11 y 12 años, aplastadas por un balcón que les cayó encima, en La Habana Vieja. En julio, en Centro Habana murió un empleado de Servicios Comunales al caerle encima una pared. Ese mismo mes en el Cerro murió la anciana María Magdalena Olivares, sepultada por su vivienda.
En septiembre de 2020, en La Habana Vieja, murió Rosa María Sortís, de 69 años, aplastada al derrumbarse su vivienda, y ese mismo mes murió junto con sus gatos sepultada por su vivienda una anciana llamada Elena, de 74 años en la Habana Vieja. Más recientemente, el 14 de octubre, un edificio de Centro Habana se vino abajo y aplastó tres automóviles, en uno de los cuales había un hombre que se salvó porque estaba en la parte de atrás del vehículo, que se hundió menos.
¿Qué hace la “revolución” para evitar esas desgracias y para socorrer a quienes han perdido sus viviendas y a veces lo poco que poseían? Según el periódico Trabajadores, hay en isla 43,854 personas viviendo en albergues, víctimas de derrumbes o porque sus casas son inhabitables.
¿Cómo viven las familias damnificadas?
“Dormimos en el piso como los animales, no hay camas ni literas, no se puede tener pertenencia alguna, hay un solo baño para hacer necesidades, no para bañarse (…) la comida es asquerosa (…)no se puede comer (…) siempre llega con un día de atraso de elaboración. Mis hijos se intoxicaron con la jamonada prieta (…) me dio fuertes diarreas…”
No es el relato de una ugandesa, sino de la cubana Noemí Sánchez, una maestra madre de familia en La Habana Vieja, que junto a otros 16 vecinos se quedó sin vivienda porque el techo del edificio en que vivían se derrumbó a escasos metros de un niño que corrió para no ser aplastado. Vivieron dos días en la calle y luego el gobierno los trasladó a las precarias oficinas de la Dirección Municipal de la Vivienda.
Otra habanera, Martha Carrión, condujo a su apartamento al periodista independiente Serafín Martínez y le mostró a su esposo débil visual e impedido de caminar por problemas circulatorios. “Mi esposo no tiene medicinas, cuando llueve no tenemos donde meternos por las filtraciones, mira los colchones mojados. Vivimos mirando siempre hacia arriba para salir en cuanto sintamos ruidos de derrumbes. Así no se puede vivir”, sentenció.
Regla Miranda, también de La Habana Vieja, explicó muy angustiada: “Tengo una niña chiquitica y tengo miedo que se caiga eso (el techo) y me la mate”.
Si algo expresa el nivel de pobreza, o de bienestar de una familia, es la vivienda que habita. El estado físico, el acceso a agua potable, alcantarillados, cocina, baños, y el equipamiento en general que tiene para poder tener una vida decente, o no.
Las piedras siguen ahí, la “revolución” agravó la crisis
En Cuba, como en todos los países en desarrollo, antes de 1959 había familias pobres que vivían en condiciones deplorables, pero la cifra era muy inferior a las del resto de las naciones de América Latina, y a la par con Uruguay, y Argentina, según las estadísticas de organismos internacionales.
Pero Fidel Castro en el programa político que elaboró luego del desastre del cuartel Moncada, presentó la situación de la vivienda en Cuba como si se tratara de Haití. “Hay piedra suficiente y brazos de sobra para hacerle a cada familia cubana una vivienda decorosa”, escribió en su cómodo presidio de Isla de Pinos.
Pues bien, las piedras siguen ahí y él y sus hermanos lejos de darle a cada familia una vivienda decorosa causaron la vergonzosa crisis habitacional actual, que sí se parece a la de Haití. Es hora ya de que el dictador y su claque se hagan a un lado. Van a cumplir 62 años torturando a los cubanos.
¡Basta ya!