El pasado mes de diciembre pasó a la historia, si no como el más violento y mayor criminalidad, sí como uno de los peores en la historia republicana de Cuba, con un gran saldo de asesinatos, asaltos, y robos a mano armada.

Y en lo que va de 2022 la cosa no ha aminorado. Casi a diario se reportan sobre todo asaltos a los dueños de motos eléctricas en plena vía pública. Por ejemplo, el 29 de diciembre se reportó desde Holguín el asesinato de un motociclista, a quien le robaron la moto. Seis días antes en Artemisa fue capturado por la policía un asaltante que confesó ser culpable de varios asesinatos de motociclistas a quienes les robó las motos eléctricas. Uno de los cadáveres fue hallado en la playa Majana.

Otro motociclista en esa ciudad fue encontrado tirado en una calle gravemente herido. En Facebook el trabajador de la salud Neiser Vargas aseguró que en sus guardias (no dijo en qué ciudad) ha atendido a cuatro motociclistas gravemente heridos, tres de los cuales fallecieron. En Marianao varios hombres se lanzaron sobre un motociclista frente a un semáforo de la avenida 51, lo tiraron al suelo y se llevaron la moto.

Vecinos del barrio de Mantilla, La Habana, golpearon brutalmente a dos hombres que entraron en una casa a robar, los amarraron y tiraron en el piso. En otro video se ve a un motociclista al que intentaron robarle la moto cómo alienta a otras personas a linchar al ladrón frustrado, ya amarrado

Hasta las guaguas son ahora asaltadas por bandidos armados. En el Parque de la Fraternidad dos sujetos con pistolas subieron a un ómnibus y despojaron a todos los pasajeros del dinero y sus objetos de valor. Lo mismo ocurrió en San Miguel del Padrón. En Alamar asaltaron una guagua, al chofer le dieron una paliza y lo dejaron desnudo en el suelo.

Lucha por la subsistencia erosiona la ética, genera aberraciones

Tan preocupante criminalidad en las calles no la hubo en la Cuba normal precastrista. El autor de este artículo recuerda que en los años 50, siendo un niño de 12 años y luego adolescente, caminaba solo de noche tranquilamente por las calles avileñas y habaneras. Nunca vi un hecho violento.

Sí había casos de violencia doméstica y feminicidios, pero jamás en la alta escala actúa que reporta la prensa independiente, incluyendo crímenes domésticos y violaciones de niñas.

Una cruda expresión del retroceso multifacético ocasionado por la “revolución” es el aumento de la violencia que, por su propia naturaleza, ella engendra.  Sobre todo ahora que hay más hambre, pobreza y frustración en la gente.

Criminales y ladrones hay en todo el mundo, pero sin duda una dura lucha por la subsistencia erosiona la estabilidad emocional, la dignidad y la ética. Y genera aberraciones violentas. En las favelas de Río de Janeiro, digamos, la violencia es toda una cultura.

Hoy los cubanos malviven agobiados por la escasez asombrosa de alimentos. Muchos habitan hacinados en tugurios insalubres y nauseabundos, o en viviendas a punto de derrumbarse. Hacen colas de varias horas. No tienen jabón para bañarse, ni desodorante. Caminan kilómetros bajo el calcinante sol tropical porque las guaguas no pasan. Perciben salarios que no cubren la canasta básica mensual. Solo buscar la forma de sobrevivir aúpa el comportamiento violento. Se cumple la ley de Darwin de que solo sobreviven los más fuertes.

La propia naturaleza violenta del régimen causa violencia callejera

Pero por encima de todo la fuente primaria de violencia en Cuba es la “revolución” misma. Es la cultura, la ideología y la psicología de la violencia instauradas por los Castro, un ex gángster y tramposo que nunca trabajó, y que para entrar en la política baleaba por la espalda a sus rivales.

Luego como dictador instauró la intolerancia política y social extrema, el insulto grosero, la difamación, la burla, la violencia cotidiana. Fusiló a miles de cubanos por motivos políticos. Impuso las agresiones físicas y mítines de repudio a quienes decidían emigrar. Robó las propiedades a sus dueños sin pagar un centavo. Con la “escuela en el campo” separó del cuidado y la enseñanza de sus padres a cientos de miles de niños y adolescentes.

La intolerancia, el odio al enemigo y la “fría máquina de matar”  

Castro I, el Che Guevara, y Castro II entronizaron en la isla el odio al “enemigo” que disiente, la idea de que todo revolucionario debe ser una “fría máquina de matar”, el rechazo visceral a la cultura occidental y las buenas maneras en general.

El régimen utiliza a niños para que destruyan en actos públicos la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es aliado de cuanto tirano de izquierda, terrorista, narcotraficante y criminal de lesa humanidad “amigo de Cuba” hay sobre la Tierra. Y para colmo, tenemos la represión brutal y masiva contra los manifestantes del 11J y contra quienes piensan diferente a Raúl Castro.

Conclusión: el castrismo es la causa mayor de esta ola de violencia en las calles cubanas. Porque la sociedad ha sido sumergida en la escasez extrema de todo. Y sobre todo porque la violencia emana y se nutre a diario de la naturaleza violenta de la tiranía.