Atenazado el país por la inviabilidad del modelo estalinista y por el Covid-19, el general Raúl Castro ignoró el consejo de los economistas (muchos de ellos vinculados al régimen) y realizó la reunificación monetaria en el peor momento, y que además fue mal concebida, aplicada a contrapelo de las leyes económicas, y al compás de una represión económica que genera inflación, hambre y escasez.
Haciendo incluso abstracción de las musarañas ideológicas comunistas y de la política, se evidenció así la ineptitud e incapacidad profesional de la cúpula castrista para manejar situaciones de crisis, en este caso probablemente la peor en 62 años.
Entre otros errores graves la mafia gobernante ignoró olímpicamente que en Cuba el principal mercado, el que cuenta, no es el estatal, sino el informal y que los precios allí se iban a disparar. Tampoco tuvo en cuenta que corren nuevos tiempos y en la isla la caldera social ha subido a temperaturas nunca antes alcanzadas.
Un empecinamiento asombroso, y criminal
A lo ojos de un analista no cubano debe parecer asombroso el empecinamiento de la autocracia de La Habana en no dar libertad económica a los reales actores económicos para que haya más producción y consumo, y lo que hace es imponer más prohibiciones.
Al multiplicar los salarios por 4.9 y los precios al consumo por siete y hasta por 20 veces en algunos productos o servicios, el poder adquisitivo de la población cayó. No se cumple lo “planificado” de que el alza de salarios cubriría el incremento de precios. Solo un poco de sentido común era suficiente para saber que eso iba a suceder.
O sea, los sueldos no compensan el alza de precio en el mercado negro, el que mantiene alimentado a las familias cubanas. Los precios suben a diario empujados por la escasez de todo, cosa que remata el inmovilismo de la gerontocracia dictatorial, convoyado con una absurda guerra contra campesinos y cuentapropistas, a quienes asfixia con topes de precios que ni cubren los costos, multas exorbitantes, decomiso de mercancías, encarcelamientos y otras medidas insólitas cuando el país está ya al borde de una hambruna.
En una reciente encuesta del periódico Juventud Rebelde la casi totalidad de los entrevistados dijo que la prioridad número uno con el poco dinero que tienen ahora son los gastos de los alimentos en los mercados informales (negros), pues en los estatales no consiguen casi nada. No obstante, el dueto Raúl Castro-Díaz-Canel lejos de apoyar y estimular ese mercado imprescindible, lo hostiga.
Lejos de aumentar, los vendedores de alimentos disminuyen
El diario Granma informó que en la primera quincena de enero, al aplicarse la Tarea Ordenamiento, dejaron de funcionar 600 mercaditos privados de cuentapropistas vendedores de alimentos. Y el 11 de febrero la AIN (agencia informativa del PCC) reportó que en solo una semana en La Habana se impusieron 200 multas entre 15,000 pesos ($625 dólares) y 5,000 pesos ($208) a cuentapropistas por vender alimentos por encima del precio tope fijado por el Estado.
Antes, el 5 de febrero, burócratas del régimen se jactaron en la TV (Mesa Redonda) de que para combatir “ilegalidades” se impusieron en La Habana 650 multas de entre 7,000 pesos ($292 dólares) y 8,000 pesos ($333, dólares) a vendedores de productos agrícolas, por violar el precio tope. Muchos carretilleros vendedores de alimentos han dejado ya de prestar sus servicios. Eso empeora el hambre.
Compra la libra de frijoles a 45 pesos y tiene que venderla a 16
Abel Salgado vende productos agrícolas en La Víbora, La Habana, y explicó a un periodista independiente: “imagínate que el precio topado de la libra de frijoles colorados es de 16 pesos y a mí me la venden a 45. Por eso la oferto escondido a 50 pesos, pero ese precio no puedo ponerlo en la tablilla porque me multan. Así me pasa con la mayoría de los productos que vendo, como malanga, col, tomate y pepino”.
El cuentapropista Ramón Martínez, de Plaza de la Revolución, relató que cuando comenzó su negocio compraba la carne de puerco a 45 pesos la libra, pero ahora está a 63 pesos. “Tengo que venderlo a 70 para ganar algo”. Explicó que el tope de precios que él tiene es de 55 pesos la libra, y va a tener que cerrar su negocio. “Mientras no podamos comprar y vender libremente, sin tantas trabas, este país no levantará jamás”, concluyó visiblemente molesto.
La cúpula “revolucionaria” es anticubana, y criminal
Claro, encerrados en sus confortables burbujas privadas, el dictador y su claque viven a todo dar, comiendo sabroso, sano y con un balanceado equilibrio nutriente y vitamínico, y con todas las comodidades de cualquier millonario “burgués”.
Eso explica lo que pasa en Cuba. Los jerarcas “revolucionarios” desprecian a su propio pueblo. Lo quieren pobre y pasando hambre para que dependa del Estado y no tenga tiempo para pensar en un cambio de régimen. Si no los fuerzan a abrir la mano, o a irse, continuarán disfrutando de su parque jurásico. Y ahí está el detalle, en obligarlos a irse.