La unidad es nuestra principal arma estratégica (…) cuidemos la unidad más que a la niña de nuestros ojos”, dijo en su voz ya temblorosa, pero siempre amenazante y letal, el nonagenario dictador Raúl Castro al enviar su primer mensaje de 2024 al país.

¿La unidad entre quiénes? ¿Entre los rollizos patricios de la oligarquía “revolucionaria” que viven a todo dar en sus mansiones millonarias y los demacrados plebeyos que constituyen el 98% de la población total del país, hundidos en la pobreza extrema, el hambre y la desesperación?

No es posible tal unidad entre víctimas y victimarios. Y Castro II lo sabe. Ahora, al traer por los pelos el viejo truco de la “unidad nacional” lo que hizo fue recordarles a todos en la isla la condición de tiranía totalitaria del castrismo.

Toda exhortación política a la unidad nacional es dictatorial

Y aquí hay que tener en cuenta que el totalitarismo es en realidad el relevo histórico, y semántico, del absolutismo monárquico, que imperó en Europa desde el Renacimiento hasta la Revolución Francesa. O sea, el poder absoluto de déspotas “iluminados” que se percibían a sí mismos como dioses en la Tierra.

Era tan absoluto y totalitario aquel poder monárquico que al “Rey Sol” de Francia Luis XIV se le atribuye la frase: “L’État, c’est moi” (“El Estado soy yo”).  Lo peor es que era cierto. El Estado era él y su voluntad “divina”.

En la Cuba posterior a 1959 Fidel Castro podía haber dicho lo mismo: “La revolución soy yo”. Porque en verdad lo era. Por eso sin freno alguno acabó con el país. Es más, si tenemos en cuenta el contexto histórico de estos dos tiranos nos damos cuenta de que Castro I de hecho tenía el mismo poder personal ad infinitum de Luis XIV unos 300 años atrás, durante el llamado “Ancien Régimen”.

Ahora en Cuba ese poder absoluto lo tiene su heredero Castro II. Porque no hay decisión suprema no puede tomar él hoy pese a que ya no ostenta cargo alguno ni en el Estado ni en el Partido Comunista, ni en las Fuerzas Armadas. ¿Porque quién desgraciadamente es hoy el “número uno” en Cuba?

Todo llamamiento a la “unidad nacional” en un país que no esté en guerra, o no haya sufrido una gran catástrofe natural, es dictatorial, y más específicamente es fascista al 100%.

Es una palanca para exacerbar los peores vapores del nacionalismo ramplón, movilizar a la gente y disparar el “fervor patriótico”, y para anclar firme y definitivamente una tiranía totalitaria, no importa si fascista, comunista o teocrática.

La “unidad nacional” castrista es fascista al 100%

Eso fue lo que hicieron Mussolini y Hitler. Llevaron a niveles demenciales el nacionalismo de italianos y alemanes luego de la Primera Guerra Mundial, mientras preparaban otra guerra, la más devastadora de la historia humana.

También Lenin, Trotski, Stalin, Mao, y Pol Pot, hablaban muy bonito sobre la unidad nacional mientras asesinaban a millones de civiles, fusilados, o de hambre. Millones más eran encarcelados por motivos políticos, y eran torturados en campos de muerte en la Siberia rusa, o en regiones inhóspitas de China, Norcorea, o Cambodia.

Igualmente, lo primero que hizo Fidel Castro al entrar en La Habana triunfante, en su apoteósico discurso del 8 de en ero de 1959 en el Campamento de Columbia (con su paloma blanca previamente adiestrada posada en un hombro) fue hacer un llamado a la unidad nacional. Hizo lo que todos los tiranos que imponen regímenes totalitarios.

“L’unité c’est moi’ (la unidad soy yo)

Y desde aquel fatídico enero de 1959 la mal llamada unidad nacional solo ha servido en Cuba para despojar a cientos de miles de cubanos de sus propiedades legítimas, obligarlos a emigrar. Con esa tan conveniente “unidad” de las masas Castro I logró pasar a la historia como el hombre que sin ser rey, emperador, jeque o sultán, ha gobernado durante más tiempo en el mundo: 52 años, desde 1959 a 2011 cuando entregó a su hermano el omnipotente cargo de Primer Secretario del Partido Comunista.

En fin, la unidad nacional de que han hablado siempre los hermanos Castro, y que ahora enarbola nuevamente el ¿general? de cuatro estrellas que realmente nunca ha combatido, encaja perfectamente con la frase mencionada del rey absolutista francés con una ligera adaptación: “l’unité c’est moi’ ( “La unidad soy yo”).

Es ese, al final, el mensaje que envió Raúl “el Cruel” a los desnutridos cubanos. Salió de su escondite para decirles que se olviden de la restauración de las libertades cercenadas hace 65 años y restregarles a todos que la unidad nacional castrista es él, y hay que cuidarla “más que a la niña de nuestros ojos”.