Paralelamente con la crisis alimentaria, una tasa de inflación que es récord continental, el empeoramiento de la pobreza y la escasez de todo, en Cuba se agrava casi silenciosamente un drama de carácter existencial: la falta de viviendas.
Es tan grave la situación que Cuba hoy se ubica en la cola de las Américas, y puede que sea ya la peor de todo Occidente según las estadísticas del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la CEPAL, el Consejo Económico y Social (ECOSOC) y el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos.
El BID ha reportado que en las 242 ciudades de América Latina y el Caribe con menos de dos millones de personas hay un 6% de falta de vivienda. En Cuba, el régimen admite un déficit habitacional de unas 700,000 viviendas, pero economistas independientes aseguran que la cifra no baja de 1.3 millones de unidades.
Doce de cada 100 cubanos no tienen vivienda, viven “agregados”
O sea, el 11.7% de la población total no tiene vivienda alguna, ni mala, ni buena. Aunque los datos oficiales en la isla no distinguen entre población urbana y rural, sí permiten constatar que los citadinos sin vivienda superan ampliamente el 6% señalado por el BID. Cuba hoy casi duplica el promedio latinoamericano de falta de viviendas, y triplica el de la isla antes de 1959, según datos del antiguo Ministerio de Hacienda.
El ECOSOC precisa que en América Latina y el Caribe el 9% de la población carece de servicio de agua potable, el 15% vive en barrios insalubres, el 6% viven hacinados, el 4% sin electricidad, y el 5% “con paredes y techos pobres”.
Fidel Castro al asaltar el poder en 1959 una de las primeras cosas que hizo fue reiterar una promesa hecha seis años antes (luego del ataque al cuartel Moncada) de construir “a cada familia cubana una vivienda decorosa”, y acabaría con los barrios marginales insalubres.
Sin “vivienda decorosa”, ni agua, electricidad y servicio sanitario
Hoy, tres cuartos de siglo después, entre 3.5 y 4.0 millones de cubanos no tienen una “vivienda decorosa”. Y los barrios marginales en vez de ser suprimidos han proliferado exponencialmente por toda la isla, incluso en La Habana, otrora una de las ciudades más bellas y atractivas del mundo.
Actualmente hay en la isla cientos de asentamientos insalubres y marginales tipo “llega y pon”, que en otros países de América Latina son conocidos como favelas, villas miseria, callampas, barrios bajos, chabolas, o cerros (los de Caracas).
Al menos el 35% o 40% de la población cubana habita inmuebles “con paredes y techos pobres”, como los califica el ECOSOC. Están en mal estado, algunos soltando los pedazos, apuntalados, o a punto de derrumbarse. En La Habana se desploman cada año unas 1,000 viviendas, que matan hasta niñas escolares que pasan por el lugar en ese momento.
No se sabe exactamente cuantas familias cubanas malviven hacinadas en chozas y casuchas improvisadas en barrios más insalubres e invivibles que muchas aldeas de los tiempos de Juana de Arco. Sin agua potable y aguas albañales por doquier, sin baños ni servicios sanitarios, infectadas por ratas, mosquitos, moscas, chinches y cucarachas.
Se construyen cada vez menos viviendas, pero sí hoteles
Con tan desolador déficit habitacional, en 2022 se construyeron apenas 20,131 viviendas de las 48,143 planificadas. En 2023 el plan es de 25,134 viviendas, de ellas, 12,364 construidas por el Estado, y 12,770 por las propias familias necesitadas. Pero posiblemente no se llegue ni la tercera parte de lo previsto.
Y es muy importante tener en cuenta que las personas sin hogar, o que viven en albergues colectivos presentan problemas de salud mental, estrés, afecciones médicas crónicas, desnutrición de niños y ancianos por falta de alimentos saludables, y problemas de higiene por falta de baños y duchas.
Pues bien, con el colapso en cámara lenta de la economía cubana hay cada vez menos materiales de construcción, se agigantan la escasez de viviendas y el deterioro de las existentes con necesidad imperiosa de reparaciones capitales. Y crece sin parar la cantidad de familias viviendo en infernales albergues colectivos.
No hay apenas materiales de construcción, pero son exportados
De los pocos materiales de que se dispone el grueso va a la construcción de hoteles para GAESA y otras instalaciones turísticas; para edificar apartamentos para militares y esbirros del MININT, y para remodelar y ampliar las mansiones de la oligarquía dictatorial, como la que se le hizo recientemente al lujoso bunker de la infanta (princesa) Mariela Castro.
El colmo es que, pese a su escasez, GAESA está exportando materiales de construcción. En junio pasado (2023) el periódico del PCC en Cienfuegos, “5 de Septiembre”, reportó que desde el puerto de esa ciudad se exportaron a Islas Caimán (territorio de Gran Bretaña) 5,000 toneladas de arena lavada, uno de los materiales más empleados en la construcción.
La nota informativa aclaró que antes se enviaron a Islas Caimán dos embarques de gravilla de un molino de piedra de Palmira, y que próximamente saldrían otros dos envíos de arena y gravilla para esas islas ubicadas 327 kilómetros al sur de Cienfuegos. En fin, fueron exportadas no menos de 25,000 toneladas.
Crisis fue reportada in situ por el diario izquierdista The Guardian
Es tan impresionante la crisis de la vivienda en Cuba que en marzo pasado (2023) ocupó espacio en el diario izquierdista británico “The Guardian”, famoso mundialmente, con un reportaje desde Cuba titulado “El colapso de Cuba“. Los fotorreporteros catalanes Manu Mitru y Jordi Otix captaron en La Habana la difícil existencia de familias que están albergadas en numerosos edificios en ruinas, insalubres y nauseabundos.
“Muchos edificios se han derrumbado o han sido declarados inhabitables, lo que obliga a la gente a vivir en refugios (…) mientras se construyen nuevos hoteles a su alrededor”, destaca el diario londinense, fundado en 1821, el mismo año en que Simón Bolívar venció a los ejércitos de España en la Batalla de Carabobo.