Cuando en 2018 y principios de 2019 se agravó la crónica escasez de alimentos y de todo en Cuba, a causa de la devastadora crisis económica en Venezuela, Raúl Castro le prohibió a Miguel Díaz-Canel pronunciar la frase “Periodo Especial“ y no dar malas noticias económicas para no exacerbar el descontento popular. Surgió así la tontería del “Período Coyuntural”.
Hace 30 años, Fidel Castro con su “especialidad” hizo creer a muchos que la crisis se debía solo a la desaparición de la Unión Soviética. Enmascaró su culpabilidad por depender de Moscú para mantenerse en el poder, en vez de trabajar por el desarrollo económico autóctono del país. Ahora su hermano no puede culpar a Venezuela pues el chavismo sigue en el poder y sigue enviando algo de gasolina y petróleo gratis a la metrópolis insular.
En los años 90, Fidel Castro en vez de reconocer el fracaso del sistema comunista y abrir la economía al sector privado decidió mantenerse en el poder a toda costa. Y se dio cuenta de que, o abría un poco la mano, o la dictadura se le iba de las manos. Legalizó la circulación del dólar (para recibir miles de millones del “imperio”), organizó la industria turística, una nueva ley de inversiones extranjeras, reanudó el cuentapropismo (que él consideraba propio de “holgazanes”), reabrió los mercados campesinos. Medidas todas muy amargas para él.
El “paganini” Chávez evitó el colapso económico
Pero ojo, aquella flexibilización adoptada por Castro evitó por un tiempito el colapso total de la economía, pero si en 1998 no hubiese aparecido Hugo Chávez como salido del sombrero de un mago, como nuevo “paganini”, la economía cubana no habría podido mantenerse a flote.
Sin subsidios y petróleo gratis venezolanos Cuba habría caído en el hambre y la falta de todo. Ahora ya no hay nuevos mecenas en el horizonte dispuestos a mantener al manganzón proxeneta de La Habana, y Raúl Castro está obligado a ir más allá que Castro I.
¿Qué hace el General ante tal situación? Agravarla. Por su ineptitud congénita, su desconexión de la realidad cotidiana y del alcance real que ha alcanzado el rechazo a su dictadura, y porque él y su mafia militar son millonarios, se niega a liberar las fuerzas productivas.
Peor aún, Raúl Castro ha revertido o congelado la tímida flexibilización económica que él hizo cuando hace 15 años al hacerse cargo de la tiranía prometió un vaso de leche para cada cubano. Reprime patológicamente a los actores económicos capaces de acabar con el hambre y la escasez: campesinos y emprendedores urbanos.
La terapia de choque ha sido el puntillazo
Para colmo ha impuesto la Tarea de Ordenamiento, que restringe todavía más la capacidad productiva del sector privado. Se ha dolarizado el comercio minorista no racionado, se venden en dólares los insumos y equipos a los agricultores a quienes, en cambio, el Estado les paga sus cosechas en pesos cubanos a precios tan bajos que no cubren los costos de producción. Y los salarios no alcanzan para cubrir ni el 60% de la canasta básica familiar, debido a los precios exorbitantes en pesos cubanos y también en dólares
Encima, con el hambre azotando al país, los productos agrícolas y pecuarios se pudren en los campos porque el Estado (Acopio) no tiene camiones ni combustible para recogerlos, y no permite que los campesinos los comercialicen ellos mismos. Hace dos años la organización de Ayuda al Desarrollo (ONGD, sede en España), reveló que en Cuba el 57% de las cosechas se pudre en los campos porque el Estado no las recoge. Hoy seguramente la cifra no baja del 66%. O sea, dos tercios de los productos agrícolas de los 420,000 campesinos y usufructuarios de tierras no llegan a la población por culpa del gobierno.
Y como la tapa al pomo llegó la pandemia del Covid-19. Paralizó el turismo, hizo caer el monto de las remesas recibidas desde el exterior, y ha hecho colapsar la infraestructura del sistema de salud en la otrora “potencia médica” de que se vanagloriaba Fidel Castro cuando Moscú pagaba todos los gastos.
Trágica crisis humanitaria si Raúl Castro no mueve ficha
Por otra parte, la dictadura no tiene divisas para importar alimentos, combustible, medicinas, ni nada. El Estado está en la quiebra total. No tiene acceso a créditos y préstamos pues no paga lo que debe. Ni Moscú ni Pekín le prestan ya ni un centavo.
No se vislumbra ningún nuevo mecenas, ni recursos financieros para sostener siquiera la magra ración actual (de hambre) per cápita de los cubanos. Se atisba ya que Joe Biden no regresará a la política de Obama. No hay esperanza de recuperación en el corto plazo del turismo, ni de la producción industrial.
Conclusión: de continuar el inmovilismo de la dictadura, si aún la actual crisis alimentaria no es peor que la de los años 90, lo será muy pronto. Se convertirá en una trágica crisis humanitaria. Raúl Castro y su equipo tienen la obligación urgente e impostergable de abrir la economía a la propiedad privada y de reinsertar a Cuba al mundo normal, del que nunca debió salir.