Los burócratas partidistas y gubernamentales, que por encargo de Raúl Castro encabeza Miguel Díaz-Canel, siguen haciendo creer a los cubanos que repitiendo una y otra vez lo mismo se pueden obtener resultados diferentes, lo que Einstein definía como síntoma de la locura.

Y no lo hacen porque sean idiotas, aunque no pocos de ellos tienen esa pinta, sino porque son mafiosos y solo les importa el bienestar de ellos mismos, y el pueblo que reviente.

Casi 63 años después de que Fidel Castro sovietizó la agricultura cubana y derrumbó la producción alimentaria el régimen sigue anunciando sin cesar nuevos planes agrícolas maravillosos que “ahora sí” van a inundar la isla de productos agropecuarios.

La engañifa más reciente es la de los polos productivos, destapada hace unos días por el Ministerio de Agricultura con un decreto-ley. Para advertir su inutilidad basta leer fragmentos de la Gaceta Oficial de la República: “Se define como polos productivos agropecuarios y forestales al sistema donde se expresa la coordinación y articulación consciente, voluntaria y ordenada de los actores económicos de una determinada área geográfica, en función de lograr la gestión integral de las cadenas de valor agroindustriales y de los procesos de innovación, asistencia técnica, extensión agraria y capacitación para generar productos y servicios de alto valor agregado”.

Y agrega el decreto-ley que la misión de los polos productivos será “abastecer las grandes ciudades, la industria alimentaria y el turismo, la sustitución efectiva de importaciones y el incremento de las exportaciones”.

¿Creen Raúl Castro, Díaz-Canel que los cubanos son imbéciles?

¿Creen Raúl Castro, Díaz-Canel que los cubanos son imbéciles? ¿Puede creer alguien que se puede incentivar la producción agrícola y pecuaria sin liberar las fuerzas productivas, privatizar las tierras estatales y acabar con el acogotamiento de los campesinos?

La explicación de esto es que se asustaron tanto con el colosal estallido social del 11 de julio que prometen más que nunca para calmar los ánimos y tratar de extraerle vapor a la caldera social.

Pero si hay algo en lo que ya ningún cubano cree es en los planes económicos castristas. No lo creen ni los miembros del Partido Comunista, aunque se callan por miedo. Porque todos los planes económicos, absolutamente todos, sin una sola excepción, han sido un desastre. Es un récord mundial que debiera aparecer en el Libro Guinness. Basta echar una miradita atrás en el tiempo.

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Los polos productivos ya fracasaron en los años 60

Para empezar, los polos productivos no son cosa nueva. Fidel Castro los sacó a la luz ya en los años 60. Y proliferaron en los años 70 con los organizados en Matanzas, llamados Lenin y Máximo Gómez; el de La Cuba en Ciego de Avila; Yabú y Quemados en Villa Clara; Horquita y Juraguá en Cienfuegos; Sierra de Cubitas en Camagüey; Veguitas en Granma; y Laguna Blanca en Santiago de Cuba.

En 1965 el dictador aseguró que con las vacas híbridas F-1 inventadas por él los cubanos se bañarían en leche en 1970 y que Cuba produciría tanto, o más queso que Holanda. Con su plan avícola, el 2 de enero de 1965, Castro I afirmó: “en adelante el pueblo podrá contar con 60 millones de huevos cada mes”. Dijo también que con el trabajo voluntario no “habrá ni un solo arbusto de marabú en toda la isla.

En 1967 lanzó la Brigada Invasora Che Guevara que destruyó 215,000 hectáreas de frutales y bosques para sembrar arroz y pangola. El tirano gastó en el equipamiento más 500 millones de dólares, el valor de una zafra completa. En Francia e Italia compró 700 camiones de volteo y 800 equipos pesados. Y ni arroz, ni ganado ni nada se logró con aquello, sino la invasión de marabú en un tercio de las tierras de la isla y el agravamiento de las sequías debido a la deforestación.

Sería interminable la lista de fracasos, entre ellos la Zafra de los 10 Millones, el Plan Ceba de Camagüey, el Cordón de La Habana, el Cordón Lechero, los sistemas de riego por microjet, el trabajo voluntario agrícola, los planes citrícolas en la Isla de la Juventud para convertir a Cuba en el principal exportador del mundo, triplicando la producción de Israel.

 

Ambos Castro y el placer morboso de prometer y mentir

Fidel Castro sentía un morboso placer prometiendo castillos en el aire y mintiendo. El 26 de julio de 1989 dijo: “Les puedo asegurar, camagüeyanos, que aquí, en los alrededores de esta ciudad, se está construyendo el más grande centro lechero del mundo, como unidad integral, ¡como unidad integral! 14,000 mil caballerías (180 000 hectáreas)”. Y el heredero al trono al sustituirlo en 2007 prometió un vaso de leche para cada cubano.

¿Cómo ahora Díaz-Canel y sus cómplices vividores tienen la poca vergüenza de seguir mintiendo y burlándose de los cubanos? ¿Hasta cuándo van a encarcelar y apalear a quienes exigen las libertades económicas, políticas y civiles a que tienen derecho?

Esta intransigencia de la casta dictatorial, que además intensifica el carácter fascista del régimen, apunta a un final no muy pacífico para la más devastadora tiranía de los tiempos modernos en Occidente.