“En la escuela de mi hijo, para no embarrarse de orine los zapatos habría que entrar en zancos, pues se acumula fuera del inodoro. Y los inodoros no descargan, permanecen llenos de caca todo el tiempo. Simplemente no hay mantenimiento, es una asquerosidad”, se quejó hace unos días Suriley, madre de un estudiante de secundaria básica en Holguín.

Otra madre, llamada Dayné, afirmó que “del techo gotea orine con agua desde el baño de arriba”, y que los inodoros “cogen gusanos porque no se descargan”. Ana Laura, hija de Laura Inés, está en segundo grado en una escuela primaria y nunca ha ido al baño de la escuela, dice que “prefiere aguantar y aguantar antes que ir a un lugar tan asqueroso”.

No son estos fragmentos de una novela de Mary Shelley (inventora de Frankestein), o de un cuento de horror de Edgar Allan Poe. Tampoco es una escena que tiene lugar en Niger o Burundi. Ocurre en la Cuba socialista, la que tanto elogia la izquierda latinoamericana, estadounidense y europea.

Y eso que, como vemos, las quejas de Suriley y Dayné son tangenciales, se refieren solo a los servicios sanitarios y no al sistema de enseñanza como tal, que es cosa peor aún.

Se desinfló la espina dorsal del mayor mito fidelista

Durante décadas, Fidel Castro vendió al mundo sus dos más exitosos mitos, entre los muchos que tejió en sus 52 años como faraón cubano: la educación y la salud pública gratuitas como “obra genuina de la revolución cubana”.

Ambos conformaron la espina dorsal de la propaganda política, por su sensibilidad en lo humano, y su efectividad proselitista. Y fueron el pedestal que utilizó Castro para atornillarse en el poder. Su imagen de filántropo benefactor de su pueblo y de los pobres del mundo afincó el culto a la “revolución cubana” a nivel planetario.

Detengámonos hoy solo en la educación. Haciendo abstracción del lavado de cerebro y el daño antropológico ocasionado a tres generaciones de cubanos, así como la “Escuela en el campo”, de origen fascista, la Cuba castrista según los bajos estándares del Tercer Mundo logró tener un aceptable sistema de instrucción escolar, que no educacional, cosa muy diferente, hasta fines de los años 80. Se conformó una amplia red de escuelas por toda la isla.

Pero todo era postizo, basado en una doble falacia: 1) la Educación no era financiada por la “revolución”, sino por el Kremlin, con subsidios a la dictadura por unos $3,000 millones de dólares anuales; y 2) el propósito de Castro al masificar la educación no era nada noble.

Cuba tiene hoy 160 escuelas rurales menos que las 4,889 de 1958

La improductiva economía socialista cubana era incapaz de sustentar aquellos cuantiosos gastos, y mucho menos los miles de millones de dólares gastados, por capricho de Fidel Castro, en la construcción de 500 enormes escuelas en el campo, para adoctrinar mejor a niños y adolescentes cubanos, alejados de sus familias.

Aquel disparate, también de origen fascista, fracasó. Las 500 inmensas escuelas rurales fueron cerradas y abandonadas. Y hoy en Cuba, con el doble de población, hay 4,729 pequeñas escuelas rurales, o sea, 160 escuelas menos que las 4,889 que había en 1958.

El objetivo prioritario de los Castro siempre fue el de efectuar un colosal lavado de cerebro para sembrar en los cubanos una visión torcida de la sociedad, la historia, el mundo, la humanidad, el desprecio a los valores de la cultura y la democracia occidentales, las libertades del ciudadano moderno. Y para glorificar al socialismo, el dictador y su claque.

Incluso la Campaña de Alfabetización, una obra positiva, tuvo también de contrabando propósitos doctrinarios. Las primeras palabras que enseñaban los brigadistas Conrado Benítez eran loas a la revolución y a Fidel. Por cierto, Cuba con un índice de 23% de analfabetos en 1956 había sido reconocida por la ONU como uno de los países con menos iletrados en Iberomérica y todo el mundo. En España era de un 50%. Además, para alfabetizar no era necesaria una tiranía comunista.

La Educación “revolucionaria” está lejos de llegar al siglo XXI

Al desintegrarse la URSS se desinfló el globo castrista. Y corriendo ya la tercera década del siglo XXI, con asombrosos avances en la tecnología e innovaciones científicas, Cuba sigue sumida en un atraso técnico-científico, educacional y cultural que la remonta a los años 30 o 40 del siglo pasado.

Cando la “explotación capitalista”, hasta los años 50, Cuba en educación se ubicaba en la punta de vanguardia de Latinoamérica, junto a Argentina, Uruguay, Costa Rica y Chile. Hoy está en la cola. Faltan maestros, aulas adecuadas, libros de texto, uniformes, equipos imprescindibles para las clases y las prácticas de laboratorios. Escasean hasta los lápices, las libretas, y hasta los uniformes. No hay acceso libre a internet, ni programas de estudios propios del siglo XXI. Los edificios y muebles, están en estado ruinoso, sueltan los pedazos y… gotean orines.

Hoy el sistema de enseñanza castrista es una vergüenza nacional

La Educación “revolucionaria” es hoy es una vergüenza nacional. Y no solo en lo docente, sino incluyendo una dramática pérdida de valores éticos, cívicos y morales. Niños y adolescentes alumnos, incluyendo hembras, se gritan entre sí obscenidades inimaginables.

Según datos oficiales más de 35,000 maestros y profesores han abandonado las aulas entre 2009 y 2021, debido al bajísimo salario que reciben y a otros factores.

Las plazas vacantes generalmente se cubren con jovencitos improvisados como maestros sin la preparación necesaria. Muchos no articulan bien las palabras y no se les entiende bien lo que dicen. La corrupción campea sin control. Con regalitos al “profe” muchos alumnos aseguran su aprobación en exámenes.

Si saltando las barreras del tiempo se pusiesen hoy a competir en conocimientos un bachiller graduado en 1958 y uno de 2022 nos quedaríamos boquiabiertos de lo mal parado que saldría el bachiller de estos tiempos por su indigencia educacional.

Difícilmente haya hoy en Latinoamérica un panorama educativo más lamentable y desastroso que el de la Cuba socialista.