“El almuerzo de muchos ancianos es un pan con lo que aparezca, y eso nadie me lo cuenta, lo veo todos los días. Gente que por el pan es por lo único que no se han muerto literalmente de hambre”. Así lo aseguró hace poco Dailin Arencibia a un periodista independiente en La Habana.
Pues bien, nuevamente golpea a los cubanos de a pie una crisis del pan. Por falta de harina de trigo (no hay divisas) la producción y distribución de pan por la libre se redujo en un 30%, y a la mitad la cantidad de pan que se entrega al sector gastronómico estatal y privado, y a otros organismos.
El régimen jura que el pan no va a faltar por completo, pero será tan poco que puede afectar con consecuencias imprevisibles la salud de esos ancianos que menciona Dailín, y de muchas otras personas al borde del hambre sistémico y fatal.
La Empresa Cubana del Pan (monopolio estatal) aduce que ahora cada pan lleva un 20% de harina de maíz. Y en Santiago de Cuba la emisora CMKW Radio Mambí afirma que también se emplea harina de calabaza, yuca, boniato y hasta de plátano.
Con harina de maíz el pan es ácido y se deshace en las mano
No obstante, la directora de Inspección del Ministerio de la Industria Alimentaria (MINAL), María Batista, al parecer en un descuido de oratoria admitió que con la utilización del maíz el pan tiene “un sabor amargo y en ocasiones llega a ser ácido”. Y que también queda sin “consistencia”. O sea, ese pan híbrido queda como una masa fofa que se deshace al cogerla en las manos.
Lo peor es que esta falta de pan ocurre cuando más escasean el arroz, los frijoles, carne de puerco y de res, pollo, huevos, pescado, leche, azúcar yogurt, queso, mariscos, viandas, frutas, vegetales, sal, aceite, café, etc.
En Cuba el pan es cosa de vida o muerte, más incluso que en los tiempos bíblicos de la antigüedad. Encima, al faltar la harina se ha desplomado la producción de galletas, pizzas, cakes para bodas, fiestas, y otros tipos de dulces, sobre todo en las dos ciudades más pobladas, La Habana y Santiago de Cuba (2.6 millones de habitantes entre las dos).
“Nos están matando de hambre”, dice mujer habanera
El MINAL aclaró que no solo no se puede comprar pan por la libre, sino que tampoco el que “dan” por la libreta está garantizado. Y eso que se trata de un micropanecito de 80 gramos por persona. El pan castrista es probablemente más pequeño que el que los nazis daban a los prisioneros en los campos de concentración.
Para otear el impacto que esta crisis dentro de la crisis alimentaria tiene en la población, basta leer algunos testimonios reportados por la prensa independiente. Aliuska Gómez, de Mariano: “Los cuentapropistas que vendían el pan por los barrios a 35 pesos cubanos han desaparecido. Ahora para poder comprar un pan la policía te escanea el carnet de identidad. Las panaderías están militarizadas, tremendas colas, nos están matando de hambre”.
Fidelina Ponce, jubilada de 76 años, cuenta solo con su jubilación para vivir y por su muy delicada salud necesita ingerir alimentos seis veces al día y el panecito diario racionado no le alcanza. Ella compraba “cuatro panecitos más por la libre para preparar cuatro meriendas, más el almuercito y la comidita. ¿Ahora qué me hago si no habrá pan liberado en largo rato?”, se pregunta la angustiada anciana.
Evelio Iznaga trabaja en una pizzería en El Cerro. El administrador de la pizzería ya le advirtió que si la crisis del pan se mantiene va a tener que despedirlo como elaborador de pizzas. “Es decir –se lamenta Evelio–, me quedaré desempleado, con tres hijos que alimentar”.
Pan y agua con azúcar para torear el hambre, también en crisis
Lucinda González, de La Lisa, explicó: “aquí hay panaderías vigiladas por policías, y el cubano pobre se alimenta con ese pan, un poco de azúcar y agua”. Y Pedro Luis, del Vedado, dijo que él fue con la libreta de abastecimientos a su panadería y no había pan normado. “Estamos atravesando una crisis que vamos vía a la hambruna”. Hasta el azúcar falta, ahora hay que importarla.
En tanto, el bien alimentado dictador Raúl Castro y el resto de los mafiosos que lo rodean se siguen negando a dar libertad a los agricultores privados y a los cuentapropistas para que haya más producción, en un país que antes del castrismo era felicitado por la FAO por ser el mayor exportador de alimentos de América Latina en proporción a su población.
La liberación del campo permitiría abastecer al país, exportar, importar, y no solo harina de trigo sino todos los alimentos que no se pueden producir en una agricultura tropical. Y se podría comerciar libremente con EE.UU y pedir allí créditos, pues la Ley Helms-Burton solo prohíbe el comercio con el Estado, no con el sector privado.
No hacerlo, persistir en el inmovilismo, es un crimen de lesa humanidad por el que debieran pagar los vividores y abusadores que usurpan el poder en Cuba.