Por: Pedro Corzo
La rivalidad y enemistad política no debe conducir a la victimización del adversario, como lo hacen los regímenes de corte castrista y sus pares como el marxismo y el nazi fascismo, todos inspirados en ideas que conciben la gestión de gobierno como actos divinos que no pueden ser cuestionados.
Los partidarios de esos regímenes actúan como si fueran feligreses de una cofradía. Invocan la palabra de su señor con devoción y si les ordenan el degüello de sus víctimas no tienen reparo en ejecutarlos, sin embargo, a pesar de la maldad que muestran, hay personas que pueden tener dudas en victimizar a estos victimarios cuando reniegan de la fe por la cual estuvieron dispuestos a acabar con la vida y el derecho de los otros.
Los victimarios no deben ser convertidos en víctimas, sin embargo, es necesario, por sanidad moral y física, que reconozcan sus culpas. El olvido, perdón o castigo es potestativo de aquellos a quienes abusaron, pero la sociedad tiene el derecho de exigir un acto de contrición de quienes usaron la maldad como forma de vida. No debe haber crimen sin castigo.
El castrismo, como sus secuelas de Venezuela, Nicaragua y Bolivia, más otros gobernantes proclives a la Tentación Totalitaria como calificara Jean François Revel, son generadores de victimarios de variada intensidad criminal, empero, en todos esos mandatos sin excepción, se han producido deserciones de depredadores de oficio que, en ocasiones, se transforman de renegados a oportunistas, capaces de imponer a sangre y fuego la Nueva Palabra si tienen oportunidad.
A través de los años he conocido y compartido con algunos renegados. Personas de bien que reconocen haberse equivocado y tuvieron el coraje de rectificar su rumbo combatiendo al riesgo que fuera necesario, incluido la cárcel, la motivación de sus probables injusticias. Confieso que admiro a esas personas, aunque no tanto como a aquellos que nunca se dejaron obnubilar por la utopía. Merecen respeto por su rectificación, pero más que todo, por su decisión de combatir a quien lo convirtió en instrumento de odio.
La vigencia de este tema lo aprecié recientemente en una conferencia auspiciada por la Fundación de los Derechos Humanos en Cuba que dirige Tony Costa, conducida hábilmente por la periodista Maite Luna, que mostró el alto número de sujetos, que, en su complicidad con el totalitarismo, actuaron con extrema crueldad y vesania, contra personas que solo estaban haciendo uso de sus derechos ciudadanos.
El investigador, Luis Domínguez y el periodista Rolando Cartaya, presentaron un amplio informe sobre una veintena de secuaces de la tiranía castrista que después de sus acciones dañinas, buscaron refugio en Estados Unidos, algunos, tienen hasta documentos que legalizan su estancia, a pesar de haber sido represores ampliamente conocidos.
Luna, explicó que los actos represivos no tienen justificación, que la famosa Obediencia Debida, no exime al depredador de sus culpas, como es el caso del sujeto Daniel Alejandro Gutiérrez Cruz, apodado el “Perrero”, por perseguir con estos animales a potenciales “balseros”.
Gutiérrez Cruz, al igual que otros renegados que fungieron como depredadores, debe enfrentar a sus víctimas, reconocer sus culpas y pedir perdón como exigiera Nelson Mandela al fin del Apartheid, lo que no exime de otras posibles faltas ante el pueblo cubano.
Quienes sirven dictaduras despiadadas como las promovidas por el castro chavismo, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, son cómplices de las actuaciones del régimen que respaldan, hayan incurrido en abusos o no, así, que aquellos con culpas, deben estar dispuestos a reconocer sus faltas por su propia redención.
Hace muchos años en la redacción de Radio Martí, me encontré con un señor que había ocupado altos puestos en el sector de la economía castrista en la década de los 60 y 70. Se vanagloriaba de sus aventuras en las gestiones propia de su cargo y como no faltaba quien le riera la gracia le dije, “no lo comprendo a Ud., esta exiliado, siempre elogia al capitalismo y ahora se pavonea de haber servido al hombre que destruyó su país y lo alejo de su tierra”. Al principio se molestó, después dijo, tienes razón aquello siempre ha sido una basura.
José Martí, aunque no dudo que alguien califique la frase de machista, lo escribió y dijo bien claro, “Solo la verdad nos pondrá la toga viril”. Clamemos nuestras verdades aunque la censura las calle.