¿Qué es lo que empobrece a los cubanos?
Por haberse suprimido la libertad económica y la racionalidad que rige el mercado en todo país normal, y corriendo ya el año 62 de la “revolución”, los cubanos son cada vez más pobres y viven cada vez peor. Ya hay escasez de todo incluso en las “shopping”.
Y todo se va seguir agravando. El mecenas venezolano no puede aumentar sus subsidios ni la entrega de petróleo gratis a la isla. Han caído los ingresos por el turismo y por la explotación de médicos en ultramar. Y el “cash” proveniente de EEUU (remesas, paquetes y visitas) no basta para mantener una economía que no es capaz ni de sustentarse a sí misma.
¿Ante semejante panorama qué hace el gobierno? Nada. Bueno sí hace, lo empeora todo. Como la cúpula dictatorial vive la “dolce vita”, al margen de la realidad, insiste en que la economía estatal es superior a la privada y que solo hace falta hacerle algunos ajustes técnicos y burocráticos
Para hacer esos ajustes el presidente designado, Díaz-Canel, pidió a la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba (ANEC) propuestas para la renovación de la economía estatal, con vistas a promulgar una Ley de Empresas.
La adocenada institución, que representa a más de 80,000 economistas y contadores (¿para qué tantos si no pueden aportar nada útil a la economía?) lo complació y presentó sus propuestas, a imagen y semejanza del dictador y su claque político-militar.
Son sugerencias que juegan con la cadena pero no tocan al mono, o sea, al modelo económico estatista centralizado. Se basan en subterfugios tecnocráticos No van al fondo del problema, que es la necesidad de desmantelar el sistema de economía centralmente planificada, el mismo que 33 de los 35 países comunistas en el siglo pasado tiraron a la basura por inservible, excepto Cuba y Corea del Norte.
Es el modelo de economía centralizada lo que empobrece a los cubanos
Entre las sugerencias para “mejorar” al sector estatal los economistas oficialistas recomiendan separar las funciones estatales y empresariales, descentralizar el comercio exterior, mayores incentivos financieros para la sustitución de importaciones, que el sistema bancario del Estado apoye más a las empresas estatales (¿y que asuma las millonarias pérdidas sin fin?).
También sugieren mayor autonomía empresarial, que las entidades puedan definir sus proveedores y clientes, precios, salarios, y otras tonterías técnicas que tantas veces se han repetido a lo largo de seis décadas.
Solo un economista cubano residente en la isla, Pedro Monreal (no ha roto con el régimen pero hace críticas que otros no hacen) cuestionó públicamente el paquete de medidas de la ANEC: “Una de las lecciones de otros procesos de reformas de modelos de planificación centralizada –opinó Monreal – es el fracaso de la tentación de pensar que mejoras técnicas de gestión permitían evadir la necesidad de reformas fundamentales en el modelo”.
Un poco más allá de lo dicho por dicho economista, el punto aquí es que todos los remedios y afeites que pretendan aplicarle al sistema de economía centralmente planificada serán inútiles. Seguirá siendo un desastre. Y la razón es muy simple, se trata de un esquema que niega la naturaleza humana.
Es lamentable (más bien bochornoso) que la ANEC se aparezca a estas alturas con sugerencias para apuntalar al modelo económico estatal causante del empobrecimiento y el atraso social dramático de los cubanos. No tienen excusa esos economistas oficialistas para haber hecho semejantes propuestas, sin cuestionar el sistema como tal –en su conjunto– de economía centralmente planificada. Si aprendieron economía real y no solo musarañas teóricas ficticias ellos saben que lo que hay que hacer es tirar el estatismo socialista al mar. Y punto.
O se hace eso y se liberan las fuerzas productivas, o la sociedad cubana viajará muchas centurias atrás en cuanto a nivel de vida.