En la medida en que sea más evidente la incapacidad de la “revolución” para proteger a los cubanos de la pandemia del Covid-19, pues tienen que buscar la comida en la calle diariamente, o no comen, y se haga más ostensible el estado calamitoso del sistema castrista de salud, más obvia será la necesidad de que la gerontocracia de la Sierra Maestra se haga a un lado para que se realicen los cambios que demanda la nación.
En medio de la pandemia difícilmente podrían efectuarse esos cambios, pero sí luego de que haya indicios de que los contagios del coronavirus bajan y la vida en la nación se vaya normalizando.
La pregunta es si Raúl Castro, Machado Ventura y Ramiro Valdés, los tres históricos principales, y los generales también históricos que integran la Junta Militar que dirige el país tendrán la voluntad de apartarse “elegantemente” o habrá que obligarlos a renunciar como hicieron en Vietnam en 1986 con la vieja dirigencia estalinista de los tiempos de Ho Chi Mihn para emprender el “Doi Moi” (reformas capitalistas).
No importa si se retiran voluntariamente, o no, lo que parece estar claro es que luego de la pandemia las cosas en Cuba no deben seguir exactamente igual que hasta ahora.
El peor enemigo “político” del régimen
En tiempos de pandemias los regímenes totalitarios quedan al desnudo, pues la dramática realidad desborda las falsedades en que se afincan. Y es que los embates de la naturaleza ni son predecibles ni tienen ideología. Son algo así como la oposición política a la cual no hay forma de aplastar, manejar, o ignorar.
Para empezar, la revolución no fue otra cosa que la estrategia muy personal de Fidel Castro de imponer el comunismo para ser mantenido por Moscú y perpetuarse en el poder.
Además, el comunismo y el fascismo son actualizaciones del feudalismo y el absolutismo monárquico de los tiempos de Iván el Terrible o de los Luises franceses. Nada diferencia a Stalin, Hitler, Mao, Fidel Castro, o los Kim, de aquellos reyes y emperadores que gobernaban por “voluntad divina” . Igual lo hacen estos sátrapas de los siglos XX y XXI, porque comunismo (incluido el castrismo) y fascismo son igualmente actos fe, en este caso pagana, aunque en el caso de Cuba ya nadie cree en ella. O sea, los “elegidos” de la cúpula castrista solo se mantienen en el poder por la fuerza y la represión. Así de simple.
Volviendo a la pandemia. En Cuba esos “elegidos” ordenan a sus subordinados que dan la cara, como Díaz-Canel y su burocracia, que instruyan a los medios estatales para que arremetan contra los ciudadanos porque no cumplen las disposiciones de aislamiento social. Pero silencian que es el “Estado revolucionario” precisamente el que impide dicho aislamiento social debido a su asombrosa incapacidad para producir, importar y distribuir alimentos suficientes para que las familias se puedan quedar en casa.
El castrismo no sirve ni para cuarentenas obligatorias
Y esto es clave. Solo los regímenes totalitarios militarizados pueden obligar a sus ciudadanos a hacer todo lo que les venga en ganas y que se cumpla. En tiempos de pandemias incluso algunos lo califican como una irónica ventaja del autoritarismo para proteger a la población.
Pero en Cuba ni eso es factible. Allí la dictadura pretende hacer uso de esa “ventaja” e imponer el aislamiento social, pero es imposible por la improductividad colosal del modelo económico estalinista, incapaz de producir grandes cantidades de alimentos y otros bienes que podrían permitir que las familias los adquieran para varios días y permanecer en casa.
Hasta ahora lo que está haciendo el régimen es lo mismo de siempre mentir descaradamente. Esconde las verdaderas cifras de contagiados y ordena un aislamiento social que no es posible.
Por eso la gente de a pie se está “cabreando” más que nunca antes. Como le dijo indignada la habanera Dalia Gutiérrez a un periodista independiente: “Irrita que la población siempre tenga que cargar, con pandemia o sin pandemia, las culpas ante problemáticas que solo puede solucionar el gobierno, y no el pueblo”. Al igual que Dalia, son muchos los cubanos que ya alzan la voz sin miedo. Y la alzarán más mientras más contagios haya por la incapacidad del régimen para impedirlo.
Y esto es solo el comienzo. Dada la inevitable aglomeración de personas en las colas, nadie sabe el alcance devastador que pudiera tener en la isla este azote, que fue originado no tan casualmente en China, donde gobierna el mismo Partido Comunista del genocida Mao Tse Tung.
Ni el general Castro ni quienes lo sostienen en el trono se imaginaron que un enemigo apolítico, sin ideología, y no el “imperio yanqui”, sería lo que les removería el piso.